Crónica Vida Festival 2015
El año pasado, quedamos encantados con un nuevo festival que buscaba romper con las dinámicas menos valoradas de los festivales nacionales. Y cierto es que el año pasado el Vida Festival lo logró. Aunque este año, el festival que se celebró el pasado fin de semana en la localidad barcelonesa de Vilanova i la Geltrú cayó, quizás sin que la organización se diera cuenta, en los mismos errores que comete un festival cualquiera del territorio español.
Empezando por el idílico emplazamiento del mismo, la Masia d’en Cabanyes, que lucía mucho menos que en 2014. Concretamente, el césped, o más bien, la ausencia del mismo se tradujo en polvo por todas partes, incluyendo los zapatos y pulmones de los asistentes. Aunque este no fue el único error, ya que realmente me cuesta entender que, con la poca cantidad de gente que asistió el viernes, se formaran unas colas totalmente evitables en las no escasas barras del reciento. ¿Y el sistema de tickets de bebida? La organización tuvo a bien de abandonarlo antes de terminar la primera jornada fuerte del festival.
Aunque no únicamente tenemos críticas hacia la organización del Vida Festival, que, este año han conseguido mantener la magia que prometían gracias a los encantos de la Masia d’en Cabanyes, pero gracias también a un cartel que, sin que podamos calificarlo de imprescindible, era bastante atractivo, sobre todo para un público que disfruta más del folk y el rock más adulto que de la electrónica o el electropop.
Uno de los principales reclamos del festival, sobre todo porque no es muy habitual verlo por nuestras tierras, era el británico Benjamin Clementine, que presentaba en Vilanova su álbum de debut, At Least for Now. Clementine supo hacerse querer en un directo íntimo, a pesar de haber sido al aire libre. Su mayor baza es su voz, sobrecogedora y elegante.
El trío local Pacosan, a pesar de coincidir con el mallorquín Joan Miquel Oliver, muy querido por estos lares, puso a bailar a una muy poco numerosa representación de fans, suponemos incondicionales, pero demostraron en directo que les va la marcha y que no se dejan amedrentar ni siquiera por el hecho de haber sido relegados a uno de los escenarios más secundario. Oliver, por su parte, reivindicó su faceta de showman, dejando claro que hay vida más allá de los extintos Antònia Font (a quienes echamos de menos, por cierto).
Uno de los platos fuertes de la noche del viernes era, sin duda, The War on Drugs, creadores de la que fue nuestra canción favorita del año pasado. El sexteto americano llegaba a la capital de la comarma del Garraf con su tercer álbum, Lost in the Dream, y la comodidad que les otorgaba el haber sido uno de los grupos favoritos de los bloggers de música el pasado año. Sin embargo, su propuesta, basada casi exclusivamente en la americana de Bruce Springsteen quedaba empequeñecida precisamente por la sombra del Boss. Y es que las comparaciones son odiosas, pero era inevitable pensar en Springsteen al verlos sobre el escenario. Eso sí, es público no paró de vitoriar cuando sonó Red Eyes.
Los galeses Super Furry Animals, a pesar de no erigirse como abanderados de nada, no decepcionan. Nunca. El quinteto liderado por el incombustible Gruff Rhys representó un verdadero soplo de aire fresco en una jornada prácticamente marcada por el folk y el AOR, gracias a su propuesta totalmente marciana. Con monos aislantes blancos y Rhys ataviado con una máscara de Power Ranger, Super Furry Animals se despacharon con un set psicodélico que no todo el mundo supo entender. Y no porque Pan Ddaw’r Wawr estuviese en galés, precisamente.
El sábado, esperábamos que, en general, el festival nos sorprendiera un poco más, tanto a nivel musical como organizativo, y aunque el nivel fue superior que el del día anterior, no llegamos a llenar nuestras expectativas. Andrew Bird, uno de los platos fuertes del festival, tuvo muchos problemas de sonido que deslucieron su cuidada propuesta, que contaba incluso con el apoyo de un violín que él mismo tocaba. Todo un coitus interruptus que nos impidió disfrutar de Bird como es debido.
Sin embargo, Josh Tillman, mejor conocido como Father John Misty, entretuvo al público ante él congregado gracias a su propia interpretación de lo que debe ser el rock psicodélico, aderezada con su presencia en el escenario. Sin escatimar en histrionismo, Tillman se mostró como todo un showman, demostrándonos a todos por qué es uno de los nombres de moda en el indie actual.
Por supuesto, no nos podíamos perder a Primal Scream, probablemente el grupo más importante de todos los que pasaron por la segunda edición del festival. Los escoceses tienen muchos hits en su haber, y fue precisamente eso lo que decidieron presentar en Vilanova. Una buena jugada, teniendo en cuenta que el ambiente del festival, en general, era más bien relajado, quizás en exceso. Una buena dosis de fiesta, gracias a temazos como Accelerator o Swastika Eyes, no le vino mal a nadie.
Texto: Emilio Morales, con información de Jose Fernández. Fotos: Vida Festival.