¿Peligran los estribillos cantados en la música comercial?
No hace falta haber estudiado musicología para darse cuenta de una de las tendencias más extendidas en los últimos años en el ámbito de la música comercial: la sustitución, al menos en parte, del estribillo cantado por el instrumental. Que siempre ha habido riffs instrumentales es un hecho, algunos de ellos como el elemento más reconocible de la canción, unos que sustituían al estribillo, otros que lo complementaban; pero de un tiempo a esta parte un buen número de grandes éxitos internacionales tiran de esta fórmula. Por otra parte una fórmula perfectamente válida, pero que en mi caso acaba por saturarme por repetición y que de alguna manera demuestra la pereza de algunos compositores.
Lo de «menos es más» no siempre resulta válido, y menos si hablamos de pop. Es verdad que hay ideas de lo más sencillas que son un auténtico triunfo, pero hay casos y casos. Ahí está Lean on de Major Lazer, posiblemente la canción del verano, que en su conjunto se gana nuestra simpatía, y más si la comparamos con ciertos zurullos estivales que se escuchan en cualquier chiringo de playa. Pero atendiendo al estribillo, este está básicamente formado por cuatro notas distintas, que, eso sí, gozan de una producción exquisita, que es lo que, entre otras cosas, hace que no nos encontremos ante un auténtico desastre. Y se repiten hasta la saciedad. También se podía considerar estribillo la sección «blow kiss, fire gun…», pero seamos sinceros, en tal caso se trata a lo sumo de un preestribillo, ya que la canción estalla justo después. Un estribillo instrumental puede resultar más o menos complejo, pero en este y en muchos casos la simpleza gana la batalla. ¿A muchos se les ha ablandado tanto el cerebro que si no resulta tan digerible, repetitivo y pegadizo como este ya ignoran la canción? Y en España además se une el escaso nivel de inglés.
Buena parte de la «culpa» de esta corriente la tiene la popularización del dance en la música comercial. Sus más populares figuras, es decir, David Guetta, Calvin Harris y Avicii, la han explotado hasta la extenuación y otros que están ganando cada vez más peso en el panorama internacional, como Diplo o Kygo, también la siguen a rajatabla. Pero no solo el dance se está lucrando de ella, porque el r’n’b está tomando buena nota de ello. Antes un riff adictivo podía ser un complemento, e incluso convertirse en la clave del éxito (Yeah de Usher, por ejemplo), pero no solía anular al estribillo cantado. Ahora cada vez hay más éxitos que tiran de ello, como Worth it de Fifth Harmony, cuando Sledgehammer, que tiene nada más y nada menos que tres estribillos en uno y es una de las mejores canciones pop de los últimos años, ha quedado relegada a un segundo plano.
Sin embargo hay casos mucho más sangrantes, como el de uno de los mayores hits del pasado año, que además corresponde a la faceta más negroide de la moda (a pesar de que su cantante sea más blanca que la leche). Katy Perry, experta en estribillos tarareables, se dejó llevar en Dark Horse, y como premio obtuvo el mayor éxito de su carrera junto a Firework. A mí personalmente me encanta la canción, pero siempre me deja a medias tras el «are you ready for the perfect storm», donde se acumula tensión y drama para terminar en pólvora mojada, cuando podría haber acabado con fuegos artificiales (jur, jur) en forma de estribillo que noquee. Un coitus interruptus, vamos. Hasta la reina del pop nos cortó el rollo de sopetón en el subidón de Living for love.
Se desconoce si hemos llegado al súmmun de esta moda, si todavía le queda cuerda para rato, si ha venido para quedarse o si incluso se extenderá todavía más. Espero que suceda algo similar a lo que vivió el propio dance, que vino para quedarse pero se relajó respecto al boom de hace unos años, además de que se mantenga más un Diplo que un Calvin (no es por nada, pero el primero sabe disimularlo mucho mejor que el segundo, que empacha). Y por pedir, que la mayoría no parezcan haber sido compuestos por un infante de ocho años. Y a pesar de que el tono del artículo puede resultar algo crítico con esa modalidad, una canción con estribillo cantado no tiene por qué conquistarme más respecto a una que hace gala de uno instrumental. Solo tienen que darme a elegir entre la mentada Lean on y Cheerleader de OMI, la otra canción del verano. No hay color.