Lana del Rey – Honeymoon
Resulta curioso que ojeando las primeras críticas de Honeymoon, tanto por parte del público como de la prensa especializada, en muchos casos se hayan invertido respecto a su debut, Born to Die. Las ventas y el fenómeno fan generado gracias a este primer disco fueron desmedidos, pero la crítica no destacó por su generosidad (aunque no lo creáis, una media de 6 en música es realmente baja). En Ultraviolence este proceso de inversión comenzó y con este tercer álbum hay muchos seguidores algo desencantados, y sin embargo los Boyeros musicales se han rendido en buena medida a sus encantos.
En realidad nos encontramos ante un híbrido de sus dos trabajos previos a muchos niveles. High by the beach buscaba conectar mejor con la lista norteamericana, lo que se notaba a la legua gracias a ese ramalazo hip-hopero («robando» incluso el riff de teclado de Lollipop de Lil Wayne); pero también hay que pensar que el primer adelanto fue Honeymoon, una balada de más de seis minutos que ha ido creciendo con las escuchas, pero que de primeras resultaba algo soporífera, incluso para ser ella. Y tampoco es que haya un Summertime sadness, National Anthem o Born to die, pero sí que vuelve a ciertos sonidos del debut.
Lo que se mantiene es la misma línea de chica hollywoodiense glamurosa y atormentada, pero, al igual que su antecesor, la pose se torna todavía más natural respecto a un notable pero demasiado calculado debut. Incluso en esta ocasión la frase que abre el álbum no resulta tan paradójica y absurda como se podría pensar: «We both know that it’s not fashionable to love me». A pesar de que pueda seguir habiendo cierta guasa con esa afirmación, en su personaje, quizás ya mejor asumido tanto para ella como para nosotros, se denota un grado de autenticidad que nunca se llegó a pensar que alcanzaría.
Y volviendo su debut, el segundo single oficial, Music to watch boys to, mira hacia el sutil trip hop de este, y es posiblemente la que más se acerque su espíritu y tono junto a Freak, aquí algo más Paradise por su tenue oscuridad. En cambio, en la casi desnuda Terrence loves you ha escuchado nuestras plegarías (en lo del toque negroide también) y usa como modelo la inolvidable y emotiva Old money. También de Ultraviolence toma el aire setentero de Don’t let me be misunderstood, versión de Nina Simone. En Art deco, claro highlight, retrata una vez más el papel de chico malote y gangsta, pero con un giro, convirtiéndole en una parodia de sí mismo, en un hombre objeto.
Muy destacable, y en este caso se desmarca de cualquier referencia previa, es el interludio Burnt Norton, de corte atmosférico, que casi podría haber formado parte del último de Boards of Canada. Otra sorpresa sería Salvatore, más por su exquisita producción que por un estribillo con una lírica, si se le puede llamar así, de risa. Pero es que ella te lo canta con tal convicción que al final te la cuela. Por supuesto no falta el consabido relleno, que no hace daño, pero que quizás tratándose de un disco de catorce pistas, pues se puede prescindir de dos o tres y tan contentos, como Religion y 24 (aunque no sobran tanto como el exceso de cartelería en la portada, por Dios).
Así que, por si todavía había escépticos (bueno, qué coño, los seguirá habiendo), Lana se ha consolidado como una artista seria, de discos y más allá de las modas pasajeras. Ella se merece al menos un hueco en ese star system que oscila entre lo comercial y alternativo y en el que se siente la mar de cómoda. Sin embargo quizás todavía falte ese disco definitivo que haga que pase a la historia. Va por buen camino y todavía es muy joven. Así que, por si había alguna duda, no nació para morir, todavía le queda mucho que decir. Y nosotros estaremos atentos, muy atentos.
Puntuación: 7,2