Sufjan Stevens en Madrid, o cómo poder morir en paz
Perderse el primer concierto de Sufjan en Madrid no era una opción. Ahí estaba yo, colándome gracias a unas amigas poco antes de la apertura de puertas a las 7, de los primeros en una fila que daba la vuelta al edificio. Tomando asiento en la cuarta fila del foso de Circo Price, bastante centrado (si me hubiese puesto al final de la cola, a saber dónde habría acabado), todavía quedaba cerca de una hora para el turno de Austra, por lo que hice tiempo contemplando el merchandising (que no comprando) o tomando algún refrigerio. He de reconocer que, tras asistir el pasado año a tres concierto de los canadienses, me provocaba ligera pereza verles de nuevo. A los pocos segundos de salir a escena aquella sensación se esfumó en parte gracias a un sonido excelente y una Katie Stelmanis entregadísima a nivel vocal e interpretativo. Regalaron alrededor de media hora de concierto en donde no faltaron los mejores exponentes de su buen hacer a la hora de componer: Home, Lose it, Forgive me o What we done. Y que no falte su llamativo programador, vistiendo siempre esos shorts tan short.
Media hora más tarde subía al escenario el ser humano por el que todos suspirábamos. Tras una introducción, comenzó el recital de la totalidad de su último gran disco, Carrie & Lowell, casi en el orden original. El respeto al concepto del álbum se mantenía, pero no a la forma de plantearlo, al menos en parte. Lo que en teoría podía tratarse de un error (en la gira de presentación suele mantenerse la fidelidad respecto al estudio), en este caso, y salvo algún pequeño detalle, se destapaba como todo un acierto. A veces solo eran tímidos añadidos: unas campanitas, sutiles susurros, un rasgueo de guitarra, un arreglo electrónico. Un diseño de sonido muy detallista donde se percibe el gran cariño hacia su obra. En otros casos los cambios resultaban más que evidentes. Ahí estaba el final más bombástico de Should have known better, con bases cercanas al hip hop; una electrónica Carrie & Lowell que hubiese casado más en The Age of Adz; una Fourth of July con reverb vocal y un último tramo más épico y sintético; la acusada y delicada aportación vocal de la corista en All of me wants all of you. Una variedad que no esperábamos quienes pensábamos que estábamos asistiendo a un concierto casi exclusivamente de folk.
Sin embargo la velada iba más allá de la forma, ya que, al igual que en estudio, el contenido es imposible de obviar. Durante la interpretación del disco no nos dirigió la palabra (en el bis ya sí), porque, a pesar de que evidentemente no se trataba del primer concierto de la gira, hablar en público de un tema tan personal como la difícil relación con una madre no es algo a lo que uno se pueda llegar a acostumbrar. Estábamos viviendo un momento tan introspectivo que cualquier palabrería superficial rompería la solemnidad. La realidad es que nos encontrábamos ante una persona que se desnuda emocionalmente en público, tanto que juraría que en algún momento se frotó los ojos. Nosotros solo podíamos asistir en silencio, sin mover un pelo, casi sin respirar (aunque siempre hay algún pesado que quiere llamar atención a gritos, sin olvidar los flashes: ¿nadie sabe que en un concierto no se deben utilizar?). La piel de gallina, claro. Si tuviese que escoger una canción sería la estremecedora Fourth of July, en la que Sufjan mantiene una conversación con su madre, a punto de morir en el hospital; eso sí, todo desde la más absoluta serenidad y con el perdón entre líneas. Escucharlo en tu casa tiene lo suyo; el grado de emotividad en directo es otro cantar.
Para formar parte de la experiencia de él y su séquito, la puesta en escena, sin resultar tan elaborada como en su anterior gira, casaba con la temática de la mayoría del concierto. Un olor a incienso al comienzo del mismo resultaba de lo más idóneo para la manera de proyectar las imágenes, como si estuviésemos ante escenas que suceden tras las ventanas de una iglesia (su ya conocida faceta religiosa). Paisajes, escenas cotidianas y familiares o vistosos efectos gráficos, sencillos en su concepción, pero muy efectivos, que junto a un juego de luces muy bien medido, hicieron el resto. Aunque hay que destacar la estética de Vesuvius, con bien de explosión de color, acompañado de los peculiares gestos (o pseudo baile) de Sufjan, que parecía estar dando la bienvenida a un grupo de alienígenas que acaban de aterrizar en la Tierra. Por supuesto yo seguí la «coreografía» desde mi asiento.
Siguiendo con Vesuvius, se alzó como uno de los highlights de la noche, rompiendo ligeramente la tónica melancólica de su último disco, junto con Futile devices, que también se agradeció. En realidad ya estaba casi todo el pescado vendido respecto a Carrie & Lowell, por lo que la «interrupción» tampoco molestó, todo lo contrario. Bueno, o creímos que estaba ya todo vendido, porque a pesar de que solo quedaba Blue bucket of gold, fue más allá de la canción original. Tomó la sección final del tema, más ambiental, y la alargó hasta el infinito incluyendo el susurro de su corista o sonidos de animales, mientras el recinto se mantenía casi a oscuras salvo un par de luces que apuntaban a sendas bolas de espejos, generando un ambiente entre galáctico y religiosa, hipnótico. Ello derivó a un homenaje a mejor post-rock y psicodelia, pero en clave hipervitaminada y sintética, para acabar en lo más parecido a una rave que uno pueda imaginar en un concierto de Sufjan. Porque había que mantenerse sentado, si no el despendole hubiese sido total.
Tras este extenso y desasosegante momento, él y su banda desaparecieron del escenario para volver en forma de extenso bis e interpretar la sección de clásicos. Depende de la ciudad varía la selección de estos, y por ello las luces se encendían, la puesta en escena desaparecía y todo el peso recaía sobre ellos. Ni se notó esta ausencia, las emociones seguían a flor de piel y los cinco se llevaron de calle al público con la misma galantería que pocos minutos antes. Comenzando con Concerning the UFO sighting near Highland, Illinois, donde a Sufjan se le olvidó una línea y frenó en seco (al estilo «mequivocao» de Rosa de España, pero como a ella, se le perdona), y a continuación tuvo la consideración de tocar dos temas del infravalorado Seven Swans: To be alone with you (sí, es su tema más conocido, pero por formar parte de la banda sonora de The O.C.) y la, para mí, más apreciable The dress looks nice on you.
Sin embargo no fue hasta John Wayne Gacy Jr. cuando un escalofrió invadió el teatro. Un (maravilloso) drama que se aligeró con The predatory wasp of the palisades is out to get us!, su canción gay por excelencia, y de mis favoritas (Casimir pulaski day la tocó en Barcelona, por lo visto, pero yo me quedo con la elección madrileña). Y sí, para terminar, Chicago, que mira que es una canción que me tiene un poco hasta el gorro, pero su directo, esta vez en formato acústico, me dejó el mejor sabor de boca posible. No resultaba complicado imaginarse viajando con él en una furgo destartalada por mitad de Estados Unidos. Porque él tiene esa majestuosa capacidad de empatizar y que vivamos en nuestra cabeza todo lo que nos canta.
¿Un concierto perfecto? La perfección no emociona, Sufjan sí.
fotos: Juan Diró & Sergio Gesteira (artículo), Primavera Sound (portada)
Increíble show el de hoy en Madrid! Si queréis escucharlo podéis hacerlo aquí: goo.gl/quYmXj