Especial reseñas: electrónica nacional

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Un año más recogemos lo mejor que la música electrónica, en su infinita variedad de subgéneros, que nos llega de dentro nuestras fronteras. Puede que los yanquis, británicos y franceses tengan mucho que decir, pero aquí también tenemos exponentes de calidad contrastada, que en algún caso incluso puede mirar sin titubeos (y con chulería) a sus coetáneos extranjeros.

Brigitte Laverne – Brigitte Laverne

Aunque sin el tirón de hace dos o tres años, el legado de Drive sigue bien presente en buena parte del pop de sintetizadores. Brigitte Laverne, cuando oímos hablar de ella hace un par de años, seguía la tendencia sin ningún tipo de complejo. Y es que los resultados, excelentes, eran para no perderle la pista, y aunque le ha costado publicar su primer EP, en todo este tiempo el interés no se ha visto mermado en (casi) ningún momento. Incluso a pesar de que haya un tema que ya conocíamos (Phoebe’s room), el resultado general es para enmarcar.

Aparte de que su acento, que al menos para un servidor, resulta encomiable (y bandas más internacionales como Delorean huelen bastante en este aspecto), la producción es toda una delicia, por lo que muchos pensarán aquel doloroso, pero en muchas ocasiones real: «¡no parece producto nacional!». Elegancia y sofisticación en cuatro canciones que son puro oro synth. Una delicia en su concepto, pero si tengo que quedarme con una, me quedaría con Cities: todo un himno a la vida en la ciudad, al amor y a todo lo que acontece entre altos rascacielos y luces de neón.

Puntuación: 8,2

BeatLove – Wins

A pesar de que el año pasado publicasen su primer disco (con temazos como Code), además de material previo a éste, ha sido en 2015, gracias a su nuevo EP, Wins, cuando el dúo BeatLove ha entrado en la gran liga de la electrónica underground nacional (y nosotros hemos aportado nuestro granito convirtiéndoles en protagonistas de nuestro último MAP). ¿Cómo calificarles? Entre ambient, techno, post-house o IDM, tanto para relajarse en la habitación como para marcarse algún que otro baile, aunque muchos de primeras no crean que su propuesta esté hecha para darlo todo. Vamos, los mismos que piensan que solo se puede bailar con un ritmo chunda-chunda.

En mi caso escucho White whale y solo puedo imaginarme en una pista de baile; eso sí, tenuemente iluminada y con una espesa niebla a mí alrededor. En realidad con Ocean, aunque no sea precisamente movidita, mi mente también se transporta a un lugar similar. Y es que la opresión y oscuridad que desprende el EP resulta total y absolutamente magnética. Un consejo final: para los que le cueste moverse a través de estos sincopados ritmos y quieran cierta luminosidad, que se pongan a todo volumen la notable remezcla de White whale a cargo de Fernando Lagreca.

Puntuación: 7,8

Ed Is Dead – Change

A pesar de que el material previo de Ed Is Dead mire más hacia el house de corte ibicenco, Change, su debut en largo, se ha desligado en buena medida de su pasado reciente (quizás September sea el tema más conservador en este sentido, que por otra parte huele a hit). Lo que no quiere decir que el baile haya desaparecido, simplemente ha cedido parte de su protagonismo a otros géneros y se ha diversificado. Ahí está, por ejemplo, el elegante minimal house de Still round here, el tenso dubstep de My man o el house negroide noventero que tanto nos gana de Praise.

Sin embargo este último es el tercer corte, porque de primeras tenemos el sosegado tema homónimo. No se trata del típico ejercicio de lo más mascado que comienza en formato balada y luego se despiporra culpa de unas bases desproporcionadas. Al final añade percusión, sí, pero sigue manteniendo su etiqueta de balada, lo que se agradece (la voz de Nicco, tan dance, puede llevar a equívocos, es verdad). Black sigue una estela similar, con toques jazzísticos y coletazos trip-hop en la sección final. Y por no quedarse quieto, con el glitch de Crystal sand se puede bailar, pero quizás el tono general se acerque más a unos múm con un toque de cafeína. Es decir, no todo es megatrón, y Edu Ostos ha firmado un álbum variado pero coherente que mira más allá de la pista.

Puntuación: 7,8

Ocellot – Jelly Beat

Los catalanes Ocellot puede que estén hasta el manguaco de que les comparen con Animal Collective. Y si es así estarán en su pleno derecho, pero resulta inevitable su mención como referencia a la hora de hablar de ellos. Lo que, en realidad, debería ser todo un halago cuando el resultado final está al nivel de Jelly Beat. Ya con los primeros segundos de Jelly soul queda más que patente que el trabajo de producción se encuentra casi a la misma altura que el de Panda Bear y su gente. Se trata sin duda del mayor baluarte de la banda, que explotan con sabiduría en los ocho cortes que componen su segundo disco.

Pero basta ya de comparaciones, porque hay un elemento que les diferencia: la experiencia musical. El elemento pop queda sumergido entre la exuberante amalgama de sonidos, porque el disco está planteado más como experiencia psicotrópica que pop, provocando una explosión de colorismo sonoro que va más allá de tararear un estribillo. Pero atentos, porque tras este torrente de sensaciones llega la calma con la ambiental Magic Calamansi, que a pesar de tratarse del último corte, dura más de un cuarto del disco, por lo que puede ser una pista de por dónde irán los tiros en el futuro. O simplemente que tras la tempestad siempre llega la calma. No me extraña que hayan actuado en gran parte de los festivales veraniegos de este año; se lo merecen.

Puntuación: 8

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