Grimes – Art Angels
Hay artistas que hacen gala de la misma personalidad en su intimidad que en el estudio o sobre el escenario, básicamente porque tampoco destacan demasiado por ella (la mayoría). Escuchando los discos y viendo los vídeos de Grimes se podría pensar que éste es uno de los casos contrarios, por lo estridente de la imagen y actitud que vende. Sin embargo, si sigues la vida y milagros de la canadiense, resulta evidente que no. Y ese es uno de sus encantos y uno de los motivos por lo que su arte destila autenticidad y honestidad, porque la propia personalidad de Claire Boucher es casi tan excéntrica e inestable como el ¿personaje? de Grimes. Nunca suena forzada, ni intenta plasmar en su música algo que no le representa como artista y persona, incluso cuando sus giros de guión resultan sospechosos para algunos.
Porque la divergencia entre este Art Angels y Visions resulta digna de mención. Pero es que han pasado casi cuatro años, y si para un artista medio puede significar una etapa de evolución y cambio, para Boucher, cuando ellos van, ella ha ido y vuelto diez veces. Y aunque mantiene el toque marca de la casa, el pop ha llamado a su puerta de manera contundente, lo que ya suponíamos tras haber escrito para Rihanna. Porque hay que reconocer que en su anterior disco, salvo los consabidos hits, el pop se perdía entre beats y sintes (lo que para nada suponía un problema, por otra parte). Y a pesar de ello, el resultado sobrepasa la etiqueta pop; no es un 1989 o E•MO•TION, va más allá.
De primeras el disco puede resultar una mezcolanza sin ningún tipo de rumbo o sentido (lo que tampoco nos sorprendería viniendo de ella), pero es su experiencia en el mundillo de la música la que marca la el leitmotiv del mismo. Temas que echan pestes de la industria y todo lo que gira a su alrededor como California (que choca con el buenrollismo de su sonido), el single Flesh without youth (que parece que habla de una relación amorosa agotada, pero no), Belly of the beat (sobre las sobrehumanas exigencias y el precio de la fama) o el bailable y aparentemente hedonista cierre Butterfly (la frustración generada por la incomprensión). Vamos, que se ha quedado bien a gusto; y nosotros lo celebramos, porque de este periplo ha nacido un álbum que no escatima a la hora de explayarse a través de un contenido con chicha (uno de los puntos débiles del pop actual).
Pero sí, también hay canciones, que es lo que muchos esperar escuchar. Bueno, y algún experimento inclasificable, como la pesadillesca SCREAM y Kill V. Maim, que por momentos te la puedes imaginar en el Blackout de Birtney (un disco con el que por cierto tiene más de un aspecto en común). Lo orgánico ocupa ahora un lugar preferente, por lo que no todo gira alrededor de lo sintético. Ahí está el guitarreo noventero que acolcha las melodías de California, Flesh without youth o Artangels; pero como siempre la señorita Boucher aporta su granito con arreglos imposibles (en el mejor de los sentidos) y su característica interpretación, de carácter etéreo en los estribillos de las dos últimas. Esta cualidad también flota en Easily, que comienza como un tema digno de un musical y termina con un toque hip-hop entre chispas de carácter oriental.
A pesar de todo el carácter más electro sigue presente, como en la remodelada Realiti, que suena tan contundente como deseamos al escuchar la demo, donde la materia prima estaba y solo hacía falta pulirla. Por ello es una de las cimas del disco. World princess part II, continuación de un corte de su segundo disco, explota un riff teclado que podría ser la banda sonora de cualquier fase de un Sonic de Megadrive. Y la mentada Butterfly tampoco escatima en electrónica y dance, pero además incluye ráfagas funky y latinas y se queda tan ancha. A modo de anécdota hay que decir que si Life in the vivid dream merece más minutado, porque deja con ganas de más.
De la colaboración junto a otra artista que no sigue las reglas del juego como es Janelle Monáe podía haber salido un pelotazo, pero al final es uno de los temas más flojos, por mucho histrionismo que despliegue. Porque tampoco estamos ante un disco perfecto, pero incluso sus puntos débiles no lo son tanto cuando forman parte de una personalidad tan fuerte y poliédrica como la de Grimes, que como contaba al comienzo de la reseña, rezuma autenticidad y honestidad. Por ello, tanto lo bueno (mucho), como lo malo (poco) forman parte de una figura primordial en la música contemporánea a la que no le sobra nada, a pesar que a veces sature, y que capta como pocas el espíritu del verdadero sentido de la música popular y los miles de matices que puede llegar a contener, aunque muchos se emperren en simplificarlo. Porque Art Angels dignifica el pop.
Puntuación: 9