School of Seven Bells – SVIIB
El fallecimiento de una pareja es uno de los sucesos más trágicos que un ser humano puede vivir, pero si además también lo era en el terreno artístico, conformando un todo que difícilmente podría sobrevivir sin la otra parte, resulta realmente complicado que aquel arte no muera también. O no. Porque tras el duelo, Alejandra Deheza ha tomado el toro por los cuernos, es decir, el material incompleto en el que ella y el desaparecido Benjamin Curtis habían trabajado antes de que el cáncer sesgase la vida de este. No todo el mundo tendría las agallas para terminarlo, quizás porque supondría atravesar por un proceso demasiado doloroso (que se lo digan a James Cargill de Broadcast). La clave es que Deheza ha escogido el camino de la luz, celebrando el tiempo que compartió con su amado y, es de esperar, cerrar una etapa llamada School of Seven Bells de la manera más digna posible.
Y es que ya lo dice en el tema que pone punto y final el álbum, This is our time: «nuestro tiempo es indestructible». Una power-ballad que actúa como desasosiego final, con un riff de teclado que eriza cualquier vello, incluso a pesar de que en el estribillo rime «night», «sky» y «light». Aunque hay evidentes guiños hacia su situación, tampoco queda claro en todo momento lo compuesto previamente a la muerte de Benjamin, porque en el tema que abre, Ablaze, habla sobre situaciones peliagudas donde el amor hace las veces de salvavidas, a través de una enérgica instrumentación electro-rock.
También están las idas y venidas amorosas de On my heart y Open your eyes, quizás con un tratamiento diferente en su versión primigenia, pero que ahora gozan de un halo de generosidad y ternura que no se esfuma ni ante las adversidades. O en la de primeras esquiva Confusion, hasta cínica en su tono, que no en su lírica, donde después de tanto tiempo juntos le resulta complicado ser ella misma, a través de un estribillo que supone una explosión emocional de la que es difícil abstraerse.
Evidentemente, a pesar de la luz, hay ciertas dosis de melancolía impresas en buena parte de SVIIB, especialmente en la ambiental Signals, donde parece que trata sobre ¿el fantasma? de su querido, vigilándola desde el más allá. Sin embargo a continuación le toca el turno a un tema tan colorido (y con un toque de psicodelia) como Music takes me, en el cual «nunca se olvidará de ese fuego», pero en el que también mira hacia el futuro, empleando la música como ungüento para curar la heridas. Este disco es el resultado de caminar hasta la luz del final del túnel y no quedarse en las tinieblas, ya que, a pesar de que la muerte planee durante buena parte del minutado, el drama, o al menos de una manera evidente, no es una opción. Por ello nos encontramos ante el mejor legado y a su vez homenaje que cualquiera podría recibir: el amor y la pasión por la música en una sola obra.
Puntuación: 8