Especial reseñas: la afinidad entre James Blake, Radiohead y Anohni

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Este mes, y más concretamente el fin de semana del 6 al 8 de mayo, se congregaron tres de los lanzamientos alternativos más rimbombantes de 2016: Hopelessness de Anohni, A Moon Shaped Pool de Radiohead y The Colour of Anything de James Blake. Pero las expectativas, el carácter y la fecha no son lo único que comparten. Solo hay que apreciar las portadas para intuir el ánimo general del trío: un tono gris donde las temáticas se alejan de cualquier tipo de optimismo, salvo excepciones. Sí, es verdad que nunca han sido la alegría de la huerta, pero dedicar casi un disco entero a una ruptura o centrarlo en los problemas del mundo actual es, directamente, para echarse a llorar.

Sobre esto último va el de Anohni, volcándose en la degradación del medio ambiente y en los conflictos bélicos que asolan medio mundo; vamos, lo que todos sabemos y de lo que también solemos hacer caso omiso. Por ello se titula, de manera muy acertada, Hopelessness. Junto con Hudson MohawkeOneohtrix Point Never, aunque con mayor presencia del primero, presentó la contundente 4 degrees, sobre el aumento de la temperatura del planeta, y la preciosa Drone bomb me, con un título que no oculta de qué trata, y se convirtieron en dos imprescindibles de nuestras playlists durante los últimos meses, por lo que las expectativas estaban por las nubes.

La realidad es que al final no estamos ante ese soñado disco trufado de hits alternativos y de carácter reivindicativo, pero hay mucho más dónde rascar. Watch me es otro potencial single y de rabiosa actualidad gracias a la plasmación de la era Snowden y el espionaje gubernamental. La delicada y hasta bonita en su forma Execution contrasta con una letra donde pone en la misma balanza la pena de muerta y el sueño americano. La ironía domina estos cuatros primeros cortes, pero utilizada desde la absoluta desesperación. Reír por no llorar, vamos.

Cuando el disco se torna más llorón, el asunto se tuerce, ya que I don’t love you anymore y Obama no son para tirar cohetes, aunque la ambigüedad de la primera, que parece una canción de amor, pero no, despista y capta la atención (¿hablará del sistema en general?). El tratamiento del patriarcado de Violent men es interesante, al igual que la producción, pero al final se queda en un mero interludio. En Why do you separate me from Earth lleva todavía más allá su divorcio con el planeta y lamenta incluso haber nacido, siendo además el momento más épico del álbum en el plano interpretativo.

Después vienen Crisis, que es un rollazo, dicho pronto y mal, y el tema homónimo que tampoco dejará huella, pero resume el temáticamente el disco e incluye una sección donde suena a una imaginaria Enya adaptada a los tiempos modernos. Marrow cierra con dignidad y brillantez lírica («todos somos americanos ahora») un disco con mejores intenciones que resultados, donde faltan canciones y a veces se van por peteneras, sin rumbo fijo. Un poco como le pasaba al último de su amiga Björk: discos lejos de la excelencia, pero, eso sí, necesarios. Porque ambos artistas lo son.

Puntuación: 7

Entre James Blake y Antony Hegarty siempre ha habido comparaciones por su similar manera de interpretar. Lo curioso es que el segundo ahora se haya apuntado a los sonidos electrónicos de manera más seria (ya lo había hecho con anterioridad de manera puntual), justo lo que le podía acercar a su, de alguna manera, seguidor. Seguidor no solo porque comparten el mentado rasgo, sino porque ambos siempre han gozado de una sensibilidad de otro mundo. Incluso James, siendo 100% heterosexual, se ha saltado siempre a la torera lo que se espera del patriarcado. Y por suerte lo sigue explotando que da gusto.

Como Antony, The Colour of Anything es conceptual, ya que la mayoría de los temas girar alrededor de una relación rota (tranquilos, ya tiene nueva novia). Un clásico demasiado trillado que solo convence cuando el «cómo» marca la diferencia. Por suerte ya sabemos cómo juega las cartas el bueno de James, y aunque haya publicado un disco más largo de Sálvame Deluxe, estamos, una vez más, ante una obra digna de admirar. Incluso a pesar de que hay canciones como Two men down o I hope my life a las que le sobra un par de minutos, lo que a veces lastra las escuchas. «Escuchas», en plural, y muchas, además, es lo que necesita un disco poco apto para paladares inmediatos.

En este ocasión, y a pesar de la mayoritariamente gris portada, hay, como también en esta, ciertos halos de color gracias a la colaboración de otros nombres como Bon Iver, Connan Mockasin, Frank Ocean o Rick Rubin, que aportan pinceladas de variedad. A pesar de todo es James el que lleva la batuta, y hasta Rick Rubin, muy presente en el disco, queda en un segundísimo plano. Al final es la maña del inglés para perpetrar grandes baladas (o medios tiempos, a lo sumo), la que prevalece. Porque ya solo con el trío inicial, Radio silence, Points (se nota la influencia de Kanye) y Love in whatever way, nuestros fríos corazones se descongelan.

Por supuesto que hay medianías (¿qué tal hubiese sido un disco con doce cortes?), pero están bien distribuidas y rodeadas por grandes exponentes de su buen hacer: Put that away and talk to me, Modern soul, Choose me o I need a forest fire son clásicos instantáneos. Y, por cierto, gracias a Dios que no ha incluido aquella canción de 20 minutos que anunció hace un tiempo. Así que sí, ha superado la difícil prueba del tercer disco; eso sí, una pena que no haya aparecido en pleno invierno. Pero no, no estamos ante su mejor disco; ese título recae, por ahora, en Overgrown,

Puntuación: 8

Radiohead llegaron mucho antes que Antony y James, pero ambos toman algunos excesos vocales de Thom Yorke. En lo que ahora la banda se podría comparar con estos, y esta vez han sido estos los que han llegado tarde, es en la publicación de un disco, este, A Moon Shaped Pool, que se puede considerar estético e incluso bonito; sí, «bonito», esa palabra que siempre se intenta evitar pero que a su vez se permite emplear en casos especiales (hasta el título se podría catalogar como tal). Este es uno de ellos, con orgullo, que ya desde el primer single, Burn the witch, quedaba patente. Pero solo a nivel sonoro, porque la temática de la canción, centrada en el lamentable episodio de las mareas de refugiados que llegan a Europa, está lejos de la luminosidad desprendida por aquella lustrosa orquestación.

Ahí comparte temática con Anohni, al igual que en The numbers, en este caso sobre el cambio climático. Pero también hay dramas personales, porque, a diferencia de los otros dos discos, no estamos ante uno de carácter conceptual. Es lo que tiene tomar canciones de aquí y de allá, estrenadas en directo a lo largo de los años, algo que muchos les echan en cara, por cierto. Sin embargo el conjunto no da sensación de corta y pega, transmite solidez, quizás gracias sobre todo a la inestimable labor del sexto Radiohead, Nigel Godrich, con una producción que embellece, lo que les acerca a Blake en ese sentido, explotando la electrónica con similares objetivos, cuando siempre ha sido un elemento que ha empleado sobre la banda desde una perspectiva más bien raruna. Suena a Yorke y los suyos, pero contemporáneo, y sin la carga rancia sonora de The King of Limbs.

Porque aquel anterior álbum sí que trasmitía cierto carácter de corta y pega, como de apéndice del enorme In Rainbows. Y aunque este no goce de la genialidad de aquel, se presenta desde el primer tema, Burn the witch, como un trabajo a la altura de su excelente carrera. Quizás las melodías no destaquen como en aquel, pero, aparte de una lírica basada en los mentados temas de actualidad (desde un prisma no tan directo como Anohni, sino más metafórico) y otros más personales que hablan sobre inseguridades y escapismos varios, el fuerte del disco se basa en sensaciones sonoras como en Daydreaming y sus atmósferas minimalistas y delicadas como momento cúlmen, aunque Tinker taylor soldier… o True love waits tampoco se quedan atrás.

Vamos, que estamos ante un disco que entra primero por el envoltorio, de una manera que, quizás salvo Kid A (y en aquel caso en parte por el factor sorpresa), nunca lo hubiésemos esperado de Radiohead. Y de nuevo agradecer a Godrich su maestría, porque la guitarra de Desert island disk o los arreglos cósmicos de Identikit son para quitarse el sombrero. Sin él estaríamos ante un buen disco, pero no ante esta maravilla.

Puntuación: 8,2

Y claro, también tienen en común que los tres actuarán en Barcelona dentro de unas semanas: Radiohead en Primavera Sound 2016 y Anohni y James Blake en Sónar 2016.

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