Especial reseñas: 5 discos que no debes obviar (junio 2016)

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Classixx – Faraway Reach

Hanging Gardens fue, aparte de uno de los discos más refrescante del verano de 2013, uno de los mejores del año (al menos para nosotros), y de nuevo el dúo californiano regresa en plena época estival, para que el ritmo no pare (no pare, no). Y, como era de esperar tras el buen recibimiento del debut, ahora se acompañan de varios nombres populares, al menos en círculos medianamente alternativos, salvo T-Pain, muy popular en su país y, por cierto, con el peor tema del álbum (su exceso de autotune hasta levanta dolor de cabeza).

En general el disco se divide en temas house y disco-funky, algo de lo que ya pudimos disfrutar en el anterior, pero esta vez de manera bastante más marcada. Del primer grupo sobresalen Grecian summer y Just let go, esta última con un How to Dress Well desbocado en la pista. Del segundo destacan The dissolve de Isles y In this fine time de De Lux. Y no, la canción junto a Passion Pit no llega al nivel de su colaboración junto a Madeon del pasado año, pero tampoco desluce el conjunto. Y se agradece la presencia del synth pop de corte balearic de Pure distraction y de la sencillez de A mountain without end junto a Panama, para, después de haberlo dado todo, terminar la noche tirado en la arena contemplando el amanecer. Quizás no resulte tan fresco como su predecesor, pero no han perdido fuelle. El verano se lo agradece.

Puntuación: 8

T.O.L.D. – It’s Not About the Witches

El británico Daniel Jaden Smith podría gustar a los seguidores de Patrick Wolf y Josef Salvat (aunque en el caso del segundo, ambos aparecieron a la vez, eso sí); explotando un pop barroco y engalanado, tirando de ciertos excesos pero con su notable interpretación (casi) siempre en primera plana. Y aun así esta descripción se quedaría algo corta, porque escuchando su debut en largo se pueden obtener resonancias de nombres tan dispares como The xx (las guitarras en 2 young) o Frank Sinatra (la estrofa de Master of species). Y aunque haya ciertos lapsus que generen una sensación de déjà vu, el conjunto, gracias a Dios, no desprende ese tufo a trasnochado.

Su por lo general oscura producción contrasta con el uso de ciertos recursos que le alejan de las sombras, como los coros (especialmente en la épica There’s no truth) o los arreglos de corte tropical en el recuperado single Lucifer’s eyes. Y es verdad que por momentos intenta esconder ciertas carencias de composición entre la lustrosa producción o giros ligeramente forzados, como en Parallel lines o A noise, lo que por otra parte tampoco resulta un drama, ya que el resultado final está a la altura.

Puntuación: 7,5

Puro Instinct – Autodrama

Menos vaporosas, más pop, pero igual de sexis que siempre, y no solo por sus (divinos) photoshoots, que también. Si la Madonna de hace 20 años hubiese querido concluir su sensual trilogía y mantener las ansías de experimentación que dominaban parte de su obra durante los noventa, posiblemente hubiese parido un trabajo similar al segundo largo de estas chicas de Los Ángeles (hace poco versionaron además Inside of me, por lo que la veneración hacia ella es evidente). Incluso nos topamos con algún ramalazo vocal de lo más Ciccone, especialmente remarcable en los tonos más graves.

Al igual que la diva, sus cualidades vocales se antojan bastante limitadas, pero saben adecuarlas al registro que se espera de su pop aterciopelado. Sin embargo, aunque se trate de un disco que haga gala de un aura claramente sofisticada, se palpan las dosis de vulnerabilidad necesarias para que el conjunto no peque de frialdad. Hay alguna nimiedad, pero grandes canciones como Peccavi, The end of an era, Tell me o la que da nombre al disco compensan cualquier desliz. Sí, son más forma que contenido, y sin embargo no es menos meritorio manejar un tono sugerente de manera tan, dejémoslo en, «mmmmm».

Puntuación: 7,8

Tegan and Sara – Love You to Death

Es probable que su incursión en el pop en estado puro simplemente sea una etapa más en su carrera, pero por ahora hay que aprovechar el éxito de su anterior disco. Sí, huele a cierto oportunismo, pero por suerte el resultado se presenta como un gran «sí». 10 canciones de tres minutos de media, como mandan los cánones (y que ahora las popstars se saltan a la torera con discos de 20 cortes y a veces alargados hasta la nausea), donde las hermanas se explayan en sus vidas sentimentales. Porque a pesar de que puedan llegar a mucha más gente, no van a dejar su lesbianismo a un lado, con canciones específicas como el single Boyfriend, aunque después tengamos otras donde la gran mayoría nos podamos sentir identificados.

Las melodías se antojan como extremadamente pegadizas, pero quizás no para los tiempos que corren, donde los estribillos instrumentales de 4 notas suelen reinar. Sin embargo, escalen el Billboard Hot 100 o no (y no tiene pinta), su pop es atemporal, en lo que también ayuda una producción contemporánea, pero no demasiado, para que no suene caduco pasado mañana. Si el pop comercial se pareciera más a sus canciones, viviríamos en un mundo más feliz.

Puntuación: 7,8

Palace Winter – Waiting for the World to Turn

Aunque la portada de su primer largo sea, como poco, un horror (a diferencia de la de su EP), hay que ir más allá de las apariencias y seguir apostando por ellos como los sucesores de The National, que ya no son lo que eran (por mucho que digan), e incluso de los por ahora esplendorosos The War on Drugs. Su notable EP ya dejó varias pistas sobre lo que podían dar de sí, y este álbum les reafirma. Y por cierto, les honra no haber recurrido a ningún tema de aquel, por lo que todo está por estrenar.

A pesar de una primeriza sensación de inmediatez, las canciones no son demasiado cortas y su estructura resulta en general bastante lineal, por lo que el disco exige varias escuchas para captar su verdadera magnitud y, por qué no decirlo, grandeza. Dicho esto, tampoco se puede decir que no podamos encontrar incluso algún himno más o menos directo, especialmente H.W. Running. H.W. es, por cierto, el protagonista de There Will Be Blood, el clásico de Paul Thomas Anderson, que podría ser la representación visual, al menos paisajistica, del disco: un sonido natural y árido como el desierto (la instrumentación orgánica), pero con la inevitable presencia del hombre (los sintes kraut). Todavía requieren algo de rodaje para terminar siendo realmente grandes, pero, eh, Matt Berninger y los suyos no lo consiguieron hasta el tercero. Al tiempo.

Puntuación: 7,5

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