Especial reseñas: 5 discos que no debes obviar (septiembre 2016)
Hush Moss – It Takes a Lot
Solo con admirar sus pintas ya intuimos por qué derroteros va a tirar su debut: los ochenta, una vez más. La década que jamás se agota y de la que extrae buena parte de su sonido. Pero no su mayoría. Los setenta juegan el más importante papel en la poco más de media hora que dura el disco, pudiéndose extraer la influencia disco de grandes nombres como Bee Gees o ramalazos funky en la onda de Kool & The Gang.
El israelí afincado en Berlín comienza muy fuerte con el medio tiempo con aires raggae del tema que da nombre al disco y el art pop con trazas funk de Slowly disappear, para luego dejarse llevar por los ritmos cadentes del resto de canciones. Y es que incluso para un disco en teoría tan frívolo, el concepto de usar y tirar no se adecua a su fórmula, y si aceptas su estiloso desafío más de una vez acabarás degustando un trabajo que no tiene tanto que envidiar a lo último de Solange o Dev Hynes. Todavía le queda definir algo más su sonido y pulir ciertos elementos (no siempre favorece introducir porque sí un saxo, por muy molón que resulte en teoría), pero para tratarse de su primer lanzamiento, chapó.
Puntuación: 7,2
Negative Gemeni – Body Work
No hay que tomarse demasiado en serio lo nuevo de la protegida de George Clanton, porque ni ella misma lo hace; lo que no quiere decir que estemos ante una obra imprescindible del ¿pop? electrónico contemporáneo. Incluir un sample de Everytime de Britney (los jadeos y el «need you baby», para más inri) en el tema titular y que el resultado deslumbre es todo un logro, sin que resulte descacharrante pero sabiendo que detrás de toda aquel tono sofisticado hay bastante ironía que dispara hacia el pop actual. O que un tema tan etéreo como No rum se titule de tal manera (sin contar el atropellado corte entre este y el siguiente), además de incluir la coletilla de Fake edit y Break your face edit en un par de ellos.
Tampoco se libran de la sorna la cultura de baile en el euro-house Rollercoaster, el dance de radiofórmula en Hold u, el trip-hop casi drum’n’bass de Real virtual unison o el zapatilleo de Break o Infinity (guiño, guiño); todos con un considerable lavado de cara hacia un sonido menos evidente y comercial. Aunque también se encuentran dos joyas pop como Never knew y Don’t worry bout the fuck I’m doing donde parece que deja a un lado el contraste entre ironía y seriedad, acercándose a la primera Grimes. Quizás se antoje como una obra algo fría en sus primeras escuchas, pero su humanidad, aunque algo cínica, está ahí (salvo el cierre en forma de balada You only hate the ones you love, directa y ciertamente sentida).
Puntuación: 8
Silver Apples – Clinging to a Dream
Aunque la mayoría de los mortales no conozcan de su existencia, la electrónica les debe mucho a estos pioneros del género (aquí el especial que les dedicamos). Ahora solo con Simeon Coxe al frente y casi dos décadas tras su último largo, el proyecto vuelve a la vida manteniendo el fulgor vintage, pero introduciendo también nuevos sonidos para traer su firma, aunque solo sea de pasada, al presente. Porque ya no suena al futuro, como sucedía en los sesenta, sino más bien a un retrofuturismo donde el ser humano ha implantado hasta bases en la Luna.
La rugosidad sonora ha perdido fuerza, y es que Coxe es casi un octagenario, pero las letras no son precisamente amables, ni las ambientaciones, a pesar de que el primer single, que además abre el disco, The edge of wonder, generara esa idea. Queriendo dotar a cada canción de su sello de identidad y no desprendiendo esa desagradable sensación a disco trasnochado y desesperado típico de muchos comebacks (ni en directo sucedió), los amantes de la electrónica analógica están de suerte, porque aunque su nave espacial resulte un tanto añeja y destartalada, todavía funciona y nos puede hacer viajar por la colorida galaxia que nos presenta.
Puntuación: 7
S U R V I V E – RR7349
Lo bueno del synthwave es lo sugerente que resulta y el juego que da para generar imágenes mentales cercanas a la cultura cinematográfica que tanto hemos mamado durante toda la vida. Lo malo es la similitud entre todas las bandas y artistas que se dedican a ello, por lo que resulta complicado que alguna destaque entre las demás. Los de Austin no son una excepción, pero si ahora ocupan su sitio en esta web o en otras es gracias a la banda sonora de Stranger Things (aunque solo dos de los cuatro miembros participasen en ella). Este éxito les ha venido bien tanto a ellos como al género para que podamos poner al menos un nombre a una formación de este estilo. Porque a muchos nos encanta la banda sonora de The Guest, ¿pero alguien sabía mentar si quiera un nombre? Pocos, muy pocos.
Con la consabida influencia de John Carpenter o Tangerine Dream, el disco transita mechero en mano entre la oscuridad más sintética, sin concesiones al baile como otros coetáneos, tomando elementos del thriller y el terror, con introducción, nudo y desenlace. Una experiencia musical que no está hecha para todos, porque a pesar de su atractivo estético inicial, hay que prestar cierta atención y si es posible disfrutar de la obra de principio a fin, porque si no posiblemente acabemos algo hastiados.
Puntuación: 7,5
Merchandise – A Corpse Wired for Sound
Si la banda, de nuevo trío, apostaba en After the End por un indie rock casi soft, como en el excelente single Green lady, deudor de The way it is de Bruce Hornsby, aquí por momentos cruzan el Atlántico hacia las islas para tomar una senda más new wave y post-punk, menos amable, pero con los ochenta como espejo en el que mirarse, y sin pastiches insulsos, eso sí. Ya en el single Red sun junto a Dum Dum Girls se apreció la herencia de The Smiths (aunque justo de su canción menos The Smiths: How soon is now?). Una pena que aquel genial tema, que casaba a la perfección con el espíritu del álbum, no haya sido incluido; y a pesar de todo entre las 9 canciones hay bastante de donde rascar.
Encontramos retazos de My Bloody Valentine en Flower of sex, influencias más que evidentes de Depeche Mode en Right back to the start (hasta el deje interpretativo de Dave Gahan está presente), un poco de macarreo rockero en Lonesome sound (¿soy yo o hay cierto tufo a Sigue Sigue Sputnik) o ecos de los Joy Division de Atmosphere en Silence. Sin embargo su mejor acierto es la balada semiacústica I will not sleep there, con un «blood is thicker than water, but both can go down the same drain” que pone los pelos de punta. Su sonido y tono puede resultar también más espeso en este disco, pero de una manera u otra, acaban sabiendo captar nuestra atención de igual forma. Y que sea por muchos años.
Puntuación: 7,5