Especial reseñas: los amigos de mis amigos son mis amigos
El mundo de la música cada vez resulta menos encorsetado y cuadriculado, mezclándose artistas que, en teoría, poco tienen que ver. Aquí tenemos a cuatro que en los últimos tiempos han establecidos lazos que en algunos casos hubiesen resultado inconcebibles hace unos años, especialmente el de Kanye y Justin Vernon. Todos han trabajado con todos y, si no hubiesen sido reseñados con anterioridad, lo último del James Blake y Beyoncé también aparecería en este especial. Porque sus caminos se han cruzado y en general el resultado es de aúpa.
Bon Iver – 22, a Million
Cinco años ha necesitado Justin Vernon para volver a resucitar de manera plena su proyecto más preciado por el público. Ha estado inmerso en otros proyectos, eso sí, que era justo lo que necesitaba después de la fama obtenida con su segundo disco, que le obligó a frenar el carro y refugiarse de aquel tornado donde el Grammy a mejor disco del año supuso el súmmun. Y durante este tiempo ha trabajado además con otros artistas a los que por supuesto ha influenciado, pero de los que también ha aprendido, como de Kanye. Porque su nuevo disco no se puede considerar hip-hop, pero sí que hay conatos del género porque él, por fin, ha abandonado su cabaña del bosque.
Bueno, no del todo, por momentos sigue sonando casi tan bucólico como antaño, como en la ciertamente preciosa 29 #Strafford APTS y 666 ʇ, pero hay más, mucho más. 22 (OVER S∞∞N) contiene rastros musicales de Sigur Rós, en un ejercicio de placidez donde alude a «algo» que acabará pronto: ¿la vida? ¿las consecuencias de la fama? A saber, porque si ya de por sí sus letras no son las más directas, los efectos vocales y los caóticos nombres de las canciones tampoco es que ayuden demasiado. Luego está 10 d E A T h b R E a s T ⚄ ⚄, que pega un volantazo e introduce unas bases rítmicas que podrían formar parte de un disco de su amigo West.
Su adorado autotune lo lleva al extremo en 715 – CRΣΣKS, donde cuenta, a su manera, su retiro en las islas Griegas para sobrellevar la depresión. Dentro de lo que cabe está dentro de lo más predecible del disco, porque hay auténticas locuras como 33 “GOD”, donde, como Kanye, toma un par de samples que mezcla con todo tipo de efectos y giros inesperados, en la canción extraña de su carrera. Pero las sorpresas siguen en temas como la casi ambient 21 M♢♢N WATER o el nu-jazz en ____45_____, que derivan en un cierre, 00000 Million, donde, tras las idas y venidas de su vida, aparece cierta claridad y, sí, belleza.
Queda claro que este álbum refleja unos años que no han sido del todo fácil para Vernon, con momentos de lucidez con otros donde se deja llevar por parajes tumultuosos donde puede dejar a sus seguidores con ciertas dudas sobre si el proyecto ha evolucionado hacia mejor. Quizás esa no sea la pregunta adecuada, ni resulte necesaria planteársela. Esta claro que el antiguo Vernon sigue ahí, pero su enfermedad le ha obligado a proyectarla, con toda su incomodidad, sí, pero también alejándose de su zona de confort. Así, este año posiblemente no le vuelvan a nominar a mejor disco del año. Ni falta que le hace.
Puntuación: 7,8
Kanye West – The Life of Pablo
«Vaya gilipollas» (estilo Albert Rivera) es lo que muchos piensan al escuchar su nombre, posiblemente los mismos que alaban a Will Smith pero piensan que su hijo es un freak. Cuñados en su mayor parte que prefieren quedarse en su faceta de gilipollas, porque a veces lo es un rato, sí, y no ver que su obra es la que realmente le representa, para lo bueno o para lo malo, pero siempre de manera genial. Como en este último esfuerzo discográfico, nunca a la altura de su mayor infinito MBDTF, pero siempre desafiante y sobre todo satisfactorio, donde una vez más demuestra sus inquietudes culturales (por ejemplo pocos de plantearían publicar un disco y después modificarlo), pero también personales.
En I love Kanye queda reflejado, plasmando la búsqueda de su propio yo entre los diferentes Kanyes que ha podido ir mostrando en más de una década de carrera, en un ejercicio metalingüístico donde también se ríe del amor/odio hacia su persona. Este ¿tema? de menos de un minuto es puro él, puro exceso, que sirve de ecuador en un disco de 66 minutos (frente a los 46 de Yeezus) y 20 cortes, y por supuesto estridente hasta la médula, con miles de samples, colaboraciones y arreglos, por lo que de primeras el atragantamiento está casi asegurado.
Nada que unas cuantas escuchas no puedan aliviar, con las que incluso sobresalen hits como Famous, Father stretch my hands pt.1, Feedback y Highlights, estos solo en la primera mitad, con interludios deliciosos como Low lights. Y la segunda mitad tampoco se queda atrás, con himnos de la talla de Waves, donde hasta Chris Brown suena a gloria, y Wolves, en el cual Frank Ocean vuelve a brillar junto a él (hay que recordar que Kanye le dio su primera gran oportunidad comercial junto a Jay Z en No church in the wild), aunque Sia también destaca y sin tanto histrionismo vocal. Por cierto, en la ¿reedición? del disco Frank tiene un tema para él solo, Frank’s track, aunque se queda en una mera curiosidad.
Más colaboraciones enormes son las de Kendrick Lamar en No more parties in LA (a pesar de sobrarle un minutito o dos) y The Weeknd en FML, aunque a veces él y solo él debería valerse, especialmente en la contundente Facts. Podría haber terminado a lo grande con Fade, que debido al bajo y esa especie de palmadas, puede recordar (y no es coña) a las Azúcar Moreno de Bandido, pero finalmente ha decidido incluir Saint Pablo, que en realidad tiene sentido porque en su letra vomita sus sentimientos más viscerale, más que en ningún otro tema, pero sus seis minutos y poco saturan (aunque la sección de Sampha lo aligera).
Puntuación: 8,2
Frank Ocean – Blonde
A pesar de su relación con West, la presencia del marido de Kim es inexistente en este disco (no así en Endless, aquel álbum visual previo a este), pero su mano espiritual se percibe. Aunque evidentemente Ocean siempre ha tirado más hacia el r’n’b, hay muchos recursos sonoros similares y ambos comparten una visión entre tradicional y futurista de la música, pero que sobre todo va más allá del «simple» ejercicio de estilo. Y con su salida del armario, que se produjo después de su aclamado debut (que en realidad ya contenía alguna mención), había expectación por saber cómo quedaba plasmada en este nuevo largo.
Tampoco es para tanto, ya que en realidad solo supone una faceta de su intrincada personalidad, y es en Seigfried donde más se trata, con un «prefiero vivir fuera que volverme loco; no soy valiente» (con un sample vocal de Elliot Smith que pone los pelos de punta). Y es que en el interludio Be yourself apuesta, por eso, por ser uno mismo, y aunque suene a mensaje de Gaga a sus Little Monsters, resulta totalmente honesto en un álbum en el cual Ocean quiere mostrarse sin ataduras y transparente. Se podría decir que hasta se trata de un trabajo 100% egocéntrico donde incluso sus invitados quedan en un segundísimo plano (quién lo diría de Beyoncé en Pink + White), pero ciertamente bello.
Frank Ocean – ‘Nikes’ from DoBeDo Productions on Vimeo.
Es que incluso la rareza del primer single, Nikes, no se podría calificar de otra manera (sí, a pesar de la voz de ardilla). Síndrome de Stendhal en cadena gracias a temas como Ivy, Solo, Skyline to y sobre todo Self control (el tramo final es de lo más emotivo que he escuchado este 2016). Grandes pero delicadas baladas que a diferencia de otros coetáneos que solo saben aburrirnos con este formato, él conquista y reconquista cualquier frío y escéptico corazón. Sin embargo también hay ciertos momentos que recuperan el espíritu de channel ORANGE, como en Nights, dividida en dos al igual que Pyramids, Close to you o Pretty sweet.
Lo que no encontrarás por ningún lado son hits, ningún Thinkin bout you, que estaba bien pero tampoco aportaba demasiado, por lo que el Billboard Hot 100 lo ha obviado esta vez; pero es que desde el minuto uno ya sabíamos que al bueno (y guapo) de Frank tampoco le importaban demasiado ese tipo de «nimiedades», algo que le aleja de Kanye, que todavía lo tiene en cuenta. No ha de rendir cuentas a nadie, por eso este segundo largo no es apto para todos los paladares, incluso para los que no les hacen ascos al r’n’b. Su hora de duración va más allá que esta etiqueta, siendo él casi un género en sí mismo.
Puntuación: 8,5
Francis and the Lights – Farewell, Starlite!
Si Bon Iver hubiera querido aprovechar la fama de su anterior disco, quizás el resultado hubiese sido algo similar al debut de este treinteañero (con bastante carrera a sus espaldas, todo hay que decirlo). O sí Peter Gabriel quisiese regresar con un disco modernete. Su tono de voz se sitúa entre ambos artistas, pero este se decanta del todo hacia el r’n’b de corte synth, donde se nota la aportación de su amigo más allá de la interpretación. Además ha co-escrito See her out (that just life), donde también participa Ocean (¡oh, sorpresa!), pero es en la fantástica Friends, con presencia de Kanye y co-producida por Rostam Batmanglij (también en Ivy de Blonde), donde su presencia resulta más patente, y se agradece.
Sin embargo puede sobrevivir sin la ayuda de sus amigos, ya que además deja patente sus dotes como productor, con un sonido versátil que goza de arreglos adictivos y novedosos. Ahí están las guitarras sintetizadas de I want you to shake, con reminiscencias a Prince, o los teclados de ls mentada See her out (that just life). 100% Gabriel suena en la preciosa May I have this dance, su propia In your eyes llevada al siglo XXI (no tan grandiosa, eso sí), y en My city’s gone resuena la faceta más sosegada del inglés.
Resulta interesante como intercala sonidos directos y potentes bases potentes con grandes dosis de sensibilidad vocal y lírica que proyectan un atractivo compendio de contrastes, especialmente en It’s alright to cry, un tema de corte emocional, como bien reza su título. Y este enlaza con el mentado Friends, un pequeño hit (acumula millones de escuchas en streaming) que normal que Kanye, obviando su amistad, haya elegido como su canción favorita del año. Después de tanta piel de gallina nada mejor que terminar con un tema casi desnudo, Thank you, que le acerca a Vernon cuando no engalana sus canciones.
Hay un par de números que deslucen el conjunto, pero no lo lastran lo suficiente como para no brillar. Porque aunque se haya visto arropado de influyentes compañeros y de su obra de puedan sonsacar diferentes influencias, Francis goza de una personalidad tridimensional y definida. Puede ser bucólico, pero también osado, honesto, pero con una pizca de cinismo por momentos. Por ello este álbum podría convertirse en la banda sonora del otoño de más de uno, en donde no solo vale mirar las hojas caer a través de la ventana.
Puntuación: 7,5