Especial reseñas: 5 discos que no debes obviar (octubre 2016)

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Empire of the Sun – Two Vines

El dúo australiano nunca ha gozado de demasiada credibilidad entre la crítica, aunque al público le encante disfrutar de su música en un macrofestival en verano. Porque ellos son luz, colores y cero cinismo, algo de lo que la crítica no suele destacar. Y en mi caso nunca me he considerado fan, pero al escuchar este último disco me he deshecho de cualquier prejuicio que tuviese hacia ellos y he disfrutado con un enano. Un hit tan sencillo como efectivo como High and low tuvo la culpa, pero no es la única gema pop del disco.

Este tema, como otros como Before o Friends siguen a rajatabla la fórmula que se mantiene casi inmutable desde su debut y aciertan de pleno, aunque otros como Way to go o First crush se quedan a medio gas. Sí, obviamente, al igual que en sus anteriores discos, hay varios momentos irregulares, pero en general, hasta cuando fusilan a Daft Punk (Ride) nunca dejan de divertir. Pero, y quién lo iba a decir, también saben llegar a la patata, incluso cuando se ponen ñoños en la por otra parte preciosa To her door («Me siento mejor cuando estamos juntos, ya sé que es simple, pero me da igual»). Y la mística Digital life y Two vines, la mejor canción del disco, también juegan en esta liga. Así que no, no resulta tan intrascendente como algunos podrían pensar, lo que no quiere decir que no nos lo pasemos teta con ellos.

Puntuación: 7,5

Ablebody – Adult Contemporaries

Mientras The Pains se toman un descanso, sus miembros hace de las suyas en otras propuestas musicales, como Kurt Feldman en Ice Choir o Christoph Hochheim en esta banda donde, de primeras, tampoco se alejan tanto de su otro proyecto. Así se pudo comprobar en Backseat heart, primer single de este debut en largo, y sin embargo hay un enfoque más arty a su sonido. Eso sí, al escuchar el álbum en su totalidad la percepción se desvía de esta idea: no se advierte un excesivo continuismo.

After hours tiene un filtro dream pop con un solo de guitarra en su final muy shoegaze; Powder blue podría ser, salvando las distancias, una composición de The Smiths (incluso pone un deje vocal muy Morrissey); más surf pop se muestran en Sun, a small star, que seguro que aparece en nuestra próxima lista de temas veraniegos; la noctura Marianne haría que Bryan Ferry estuviese orgulloso (y puede que Spandau Bullet también); o se nota que Sean Nicholas Savage aporta su grado de preciosismo hortera en Send me a letter. Un disco rico en forma y contenido que, como con Ice Choir, hace que la espera para un nuevo disco de The Pains sea más llevadera.

Puntuación: 7,8

The Radio Dept. – Running Out of Love

Muchas veces al pop electrónico se le acusa de intrascendente. Ya se sabe que se trata de una actitud 100% cuñada, pero a veces contamina la mente de muchos que puede que se enfrenten a un disco como este y crean que aparte de forma no hay mucho más dónde rascar. Una pena, porque el regreso de los suecos va de la mano de una actitud de lo más política que impregna buena parte de su minutado. Y es que en una semana como esta donde un energúmeno como Trump va a dirigir el destino de buena parte del planeta, una obra que supone un latigazo al auge de la extrema derecha, también en su país natal, está más de actualidad que nunca.

Hay mensaje, pero no han descuidado la producción y sobre todo melodías, porque, al fin y al cabo, siguen siendo suecos. Y hasta nos hacen bailar en We got game y sobre todo Occupied, donde también se dedican a dar cera a Labrador, su antiguo sello, con el que acabaron en los tribunales. La emotiva Sloboda Narodu, el más luminoso synth de This thing was bound to happen, el cruce entre Madchester y Saint Etienne en Commited to the cause o el toque raggae de Swedish guns también brillan a gran altura. ¡Y es que hasta el interludio es una joya! Pocas veces el pop fue tan reconfortante.

Puntuación: 8,2

Jagwar Ma – Every Now and Then

Howlin fue de lo mejorcito de 2013, por lo que había muchas esperanzas puestas en su continuación. El primer single, O B 1, ciertamente deudor de la corriente Madchester, hizo que bailásemos de lo lindo este verano. Sin embargo, a tenor de él y de la cuasirave en BBK, era de esperar que el disco se dirigiría hacia la pista de baile más colorista y psicodélica que uno puede imaginar; y la verdad es que algo, pero no tanto. Lo que no quiere decir que, sin llegar al nivel de su debut, hayan pinchado.

Tras una vaporosa introducción, Say what you feel mezcla un pop-rock entre clásico y moderno para derivar en una fiesta de house tropical (del bueno). Pero le sigue Loose ends, que supone cierto bajón, y más por durar 5 minutos y pico. Give me a reason mira ligeramente a los primeros Rolling Stones de primeras para inmiscuirse en terrenos más hipnóticos y electrónicos a continuación. Y de nuevo le lastra una excesiva duración. Ordinary salvo un poco los muebles, pero resulta demasiado, eso, ordinaria para lo que son ellos. La eterea Batter up sube el listón, para enlazar con el mencionado single, todo un trallazo, al que le sigue otra bomba como es Slipping. Después suren sonidos muy Animal Collective en High rotations, vuelan muy alto en Don’t make it right y terminan con Colours of Paradise, de nuevo con el estilo de la banda de Panda Bear, pero con un aire a lo que podría ser un tema de la banda sonora de La Playa. Sí, todo un tanto regular, pero también fascinante.

Puntuación: 7,5

Black Marble – It’s Immaterial

La oscuridad atrae, nos guste o no, y desde 2012 la banda nacida en Brooklyn no ha escatimado en ella. Su lo-fi synth es «darks» y además sigue manteniendo cierto halo entre lo primitivo y sofisticado; una contradicción que se ha afinado todavía más en este segundo disco, lo que le hace todavía más atractivo. También resalta una producción que, aunque mantiene cierto carácter difuso y por ende misterioso, resulta por lo general más directa y pulida. Quizás tenga algo que ver con la marcha de Ty Kube, la que era la otra mitad de la banda (lo que evidentemente no tiene nada que ver es la mudanza de Chris Stewart a la soleada Costa Oeste); y es que a veces la unión no hace la fuerza.

Con bien de new wave, post-punk revival, dark wave o simplemente synth pop, el disco navega por aguas tumultuosas, como lo haría Ian Curtis si hubiese nacido en los ochenta o noventa. Es como si en un local cochambroso y oscuro se oyese una música de la que desconoces su origen, hasta que al final atisbas a un músico en una esquina, únicamente con un débil rayo de luz enfocando a su rostro mientras alterna guitarra y sinte. Para quedarse anonadado.

Puntuación: 8

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