The 1975 – I Like It When You Sleep, for You Are So Beautiful yet So Unaware of It
En un mundo donde Spotify y demás plataformas de streaming, además de YouTube, han cambiado los hábitos a la hora de escuchar música, donde las playlists tanto propias como ajenas se han convertido en el formato ideal para muchos, el álbum como unidad musical no vive sus mejores momentos. Es cierto que si alguien quiere que le tomen en serio, debe publicar un largo, y ni todos los EPs del mundo bastan. Pero ya casi solo influye en la reputación, porque a la hora de la verdad los discos se fragmentan hasta el infinito. Siempre ha sucedido: si no te gustaba equis canción, pulsabas «next» y tan feliz; y sin embargo a día de hoy la tendencia ha llegado hasta sus últimas consecuencias. ¿Hay solución posible si es que alguien la exige? Una de ellas es la creación de un disco tan heterogéneo que casi se asemeje a una playlist.
Así funciona el segundo disco de The 1975, I Like It When You Sleep, for You Are So Beautiful yet So Unaware of It, un título tan excesivo como su variedad estilística. Su debut gozaba de cierta pluralidad sonora, pero nada que se saliese de lo establecido. Desde el minuto uno podemos comenzar a apuntar en la libreta nombres y subgéneros de lo más variopinto. La intro, casi exacta a la del anterior disco, evoca a los M83 más épicos, y que de repente se corta, literalmente y de manera bastante brusca, para que Love me y su homenaje divertido homenaje a Talking Heads se abra paso. Un tema muy en la línea de lo que ya se conocía de ellos que enlace de manera coherente con UGH!, un número mucho más desgarbado y desenfadado en su sonido (aunque hable de los problemas con la drogas), con bien de funk entre clásico y moderno.
Después vuelven a desconcertarnos con Change of heart, que aunque se asemeja a Robber de su debut, resulta mucho más delicada y emocional, recordando a Crazy for you de Madonna, a pesar de que la letra tenga bastante mala leche («You look shit and smell a bit, you’re mad thinking you could ever save me, not looking like that»). De nuevo el funk de guitarras donde se muestran tan dicharacheros, esta vez con She’s american, con una lírica punzante («If she says I’ve got to fix my teeth, then she’s so American»). Le sigue el r’n’b de los ochenta, a veces más George Michael, a veces más Prince, y el más contemporáneo (Autre Ne Veut, por ejemplo) en I believe in you, a la que le sobra un par de minutejos. Y de repente un interludio que no lo es tanto (dura más de 4 minutos) con un título muy ellos en su descaro, Please be naked, pero que se trata de una preciosidad ambient (casi) digna de Brian Eno. Con el culo torcío te quedas.
Luego le toca el turno al post-rock de los primeros M83 con un poquito de Sigur Rós en Lostmyhead, que casa estilísticamente con el anterior corte, pero poco con el resto del álbum. A continuación vuelve a los ochenta con The ballad of me and my brain, que remite a un Peter Gabriel puesto de anfetaminas, con aura emo, especialmente al final, que puede remitir a Blink 182. Entonces le toca el turno a posiblemente la mejor canción, Somebody else (que casualmente, o no, es la más escuchada del disco en Spotify), entre el chillwave, synth y art pop, que tampoco desentona con la estridente Loving someone, muy indietronica con un toquecito glitch. Más glitch todavía es el tema titular, instrumental, que comienza intimista para terminar casi house, pero con un halo etéreo y aldea global (pero en plan bien).
Tras giros y más giros vuelven a redil con The sound, el himno buenrollista del disco que lo quieras o no te hará levantar del asiento. This must be my dream es 100% radiofriendly ochentero, con letra de amor desafortunado y saxo incluido. También se revuelca en la década, como buena parte del disco, en la bonita Paris, que hace gala de una guitarra con algo de The Police, que abre la sección final de baladas que finiquita con Nana, dedicada, sí, a su abuela (no todo iban a ser drogas y polvos de una noche), y She lays down, donde muestra su lado más desnudo instrumental (es un directo en acústico) y sentimentalmente.
Entonces, ¿cómo se come todo esto? Lo que otorga cierta cohesión al disco es su líder, Matthew Healy, que es puro carisma y nervio, con una personalidad tan contradictoria como atractiva, al igual que un trabajo que puede parecer un collage sin mucho sentido. Pero hasta los momentos más extremos, como Please be naked o Lostmyhead, tiene poco envidiar de sus influencias y se deja ver a un chaval veinteañero al que no sabes si hostiarle, amarle, irte de fiesta con él o, simplemente, admirarle desde la distancia. Porque ha tomando la filosofía playlist antes comentada y le ha otorgado cierto empaque que, por ejemplo, muchas popstars no saben plasmar en sus álbumes. Es lo que tiene implicarse y gozar de una actitud y presencia (no me lo quiero imaginar sobre un escenario) que, te puede gustar más o menos, pero resulta intachable.
The 1975 estarán actuando el 3 de febrero en Barcelona y 5 en Madrid.
Puntuación: 8