La marginación de las bandas alt-pop: prohibido ser feliz, joven, synth…

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La foto que ilustra este artículo es de St. Lucia, a los que desde su nacimiento siempre les hemos dado cancha. Al fin y al cabo de trata de una banda que no reniega del pop más pegadizo pero no por ello zafio y vulgar, por lo que la etiqueta alternativa no sobra (quizás hace veinte años no serían considerados como tal, pero el contexto actual no tiene nada que ver). Sin embargo no todos los medios parecen opinar lo mismo, ya que una gran mayoría de ellos les ignoran y los que no tampoco es que les otorguen una nota demasiado alta. Se trata de una banda afincada en Estados Unidos, como la mayoría de sus miembros (aunque su líder, Jean-Philip Grobler, es sudafricano), por lo que los medios de su país deberían ser más proclives a hablar sobre ellos. La realidad es que solo hay que echar un vistazo a Metacritic para comprobar que su primer disco ni aparece reseñado y el segundo solo cuenta con cinco críticas, y con una media bastante baja además.

¿Las razones? Unas cuatas y muy variadas. De primeras su descarado carácter pop: no lo esconden y lo explotan hasta el infinito. A veces parece que para dedicarte al pop más desprejuiciado y ser medianamente valorado has de ser una estrella del pop con todos los cliches que ello conlleva. Si formas parte de una banda de colegas, estás perdido. La mayor justificación es que, inconscientemente, todavía prevalece en muchos la idea de que un grupo solo puede estar enfocado hacia el rock y derivados. Pero el quid de la cuestión se basa en el género: si es un grupo de mujeres, no hay problema, si es de hombres, serán el hazmerreír de otros hombres, heterosexuales, claro, porque ya se sabe que la crítica, como muchos otros ámbitos, está dominada por ellos.

Del escaso prestigio de las bandas de pop masculinas debido a este tipo de prejuicios ya hablé hace un tiempo, centrándome en Maroon 5. Pitchfork es el mayor ejemplo de esta dañina filosofía, y el tratamiento de la banda de Levine es evidente. En los últimos tiempos ha habido más menciones porque han trabajado con Future y Kendrick Lamar, dos raperos que adoran, pero poco más, y eso que la publicación se ha abierto a artistas pop que antes no tocaban ni con un palo. Pero obviando este ejemplo, que además difícilmente se le podría considerar alt-pop, y volviendo a St. Lucia, en Pitchfork solo encontramos una reseña a unas de sus canciones. Al final, al tratarse de medios dominados por hombres heteros, este tipo de propuestas casi no tienen cabida. Y me reitero: el pop más puro solo es para chicas y gays, y si un hombre hetero se dedica a ello, especialmente en formato banda, será considerado un «pussy». ¿Creíais que el mundo indie sería más abierto? El heteronormativismo no opina lo mismo.

Otro factor muy importante es estar en tierra de nadie. No son formaciones con un sonido que grite indie, pero tampoco mainstream, o al menos no de manera evidente. Los medios se mueven entre el blanco y el negro y los grises quedan en un segundo plano. El público, tres cuartos de lo mismo; y es que si de vez en cuando cuelan algún éxito en listas (generalmente porque suenan en anuncios), los que no van más allá del top 40 no vuelven a saber de ellos, mientras que los indies más puretas les tachan de intrascendentes entre otras lindezas. Por suerte hay un sector entre medias, quizás más cercano al indie, que sí que optan por ellos, aunque suelen verse representados en los medios. Y gracias a este sector sobreviven y pueden permitirse el lujo de actuar en festivales y hasta realizar giras por salas.

Tampoco hay que descartar de la ecuación el carácter synth, ya que, aunque suena a argumento de los años ochenta, todavía muchos asocian el concepto de banda con el empleo casi exclusivo de guitarras. Pocos te tomarán en serio si un perfil es similar al de St. Lucia, como tampoco si su sonido es luminoso y optimista. Porque muchos odiarán lo emo, pero parece que si no es un alma en pena ya no merece la pena escucharlo. Y es que lo negativo siempre vende más que lo positivo, ya se sabe. Pero como cantaba Angel Olsen en Widows : «what’s so wrong with the light». Nada, obviamente. Hay situaciones en las que, a pesar de esa intrascendencia que muchos les echan en cara, resulta necesario inyectarse un chute de vitalidad sonora. No importa, si eres synth tendrá que ser «darks» al estilo Depeche Mode, si eres «happy» tu rollo deberá sostenerse en el guitarreo. Por supuesto hay excepciones como Passion Pit, que generalmente son alabados por crítica y público, aunque en lo que se refiere a temática no todo sea felicidad y confeti. A Ra Ra Riot tampoco les va mal, aunque su recibimiento suele ser más tibio, pero al menos sus menciones son más altas que la media.

Quizás la publicidad, que utiliza canciones de este tipo de grupos, tampoco ayude a que se forjen una buena imagen, ya que se pueden terminar relacionando a comercial y ausencia de autenticidad, cualidades intrínsecas del ámbito. Además, al petarlo por obra y gracia de la publicidad resulta más fácil que puedan ser considerados como meros one-hit wonders de cara a la masa, y el rechazo se dispara. Y es que ya se sabe que este tipo de fulgurante figura pop nunca ha estado demasiado bien considerada. Y estos anuncios están protagonizados por chavales, porque, para qué negarlo, estas bandas suelen vincularse a este tipo de público, apelando a emociones que (parece que) solo puedes vivir cuando eres descaradamente joven. Y aunque este viaje al pasado pueda llamar la atención a talluditos que echan de menos tiempos mejores, otros echarán pestes por la falta de madurez musical que supuestamente implica esta elección. Porque la juventud se asocia a lo liviano, y, claro, todo siempre ha de ser superprofundo, tía.

La mayoría de estos grupos suelen ser americanos, como Foster the People, Grouplove, Walk the Moon, Givers, Bleachers, Parade of Lights, Smallpools o The Naked and Famous, y estos prejuicios están menos arraigados en Europa, pero como en su país son medianamente marginados, aquí tampoco llegan a modo de onda expansiva, como sí sucede con otros coetáneos (Foster serían la excepción, aunque la crítica no les adore). Y salvo excepciones como The Royal Concept o Handsome Poets, bandas de este corte no están tan extendidas en el antiguo continente, aunque Phoenix o Two Door Cinema Club podrían entrar por los pelos en este estilo, y los primeros están muy bien valorados a todos los niveles. ¿Y España? Pues pasamos también de ellos, al menos de los americanos, porque ni si quiera los festivales les dan una oportunidad, apostando por otras opciones (giras por salas ni se plantea). En el contexto nacional podríamos incluir por los pelos a Dorian, que sí que gozan de gran éxito, aunque su tono se inclina más hacia lo melancólico, y sobre todo a Grises, que sin petarlo tanto, no faltan en ningún festival y musicalmente son la alegría de la huerta.

Así, este pop sin pretensiones está lastrado por un heteropatriarcado que reduce sus posibilidades de éxito. Por suerte también otros géneros y orientaciones (¡e incluso algunos hombres heteros!) prefieren disfrutar sin prejuicios de canciones que, sí, puede que hayan protagonizado un spot de Vodafone, pero que también te pueden alegrar la existencia en equis momento gracias a su ritmo infeccioso, tono exultante y mensaje tan facilón como efectivo. Y vale, algunos no dan para un disco entero y solo nos quedaremos con los singles de turno, pero estos, y no el puto Mr. Wonderful, sí que son útiles para escapar, aunque solo sea un poquito, del día más sombrío. Y para muestra, una playlist.

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