Slowdive – Slowdive
Que Slowdive hayan decidido titular su primer disco en 22 años de manera homónima, al igual que su primer EP, puede tratarse de una declaración de intenciones sobre el futuro de la banda, a modo de reinicio de su carrera. O no, porque no es menos cierto que siempre han llevado consigo un aura de misterio y ambigüedad, sin necesidad de esconder sus rostros o similar, estilo Daft Punk, que sigue provocando esa incertidumbre acerca de cuáles serán sus siguientes movimientos. En realidad esta actitud, cero forzada, forma parte de su difusa personalidad, sustentada en un carpe diem del que estás disfrutando en un momento como desaparece al siguiente. Esa volatilidad de sensaciones ya se percibía en su enorme Souvlaki, que parecía que se iba a desvanecer de nuestras manos en cualquier momento.
Esta sensación se multiplica en Slowdive, ya que en temas como el single Star roving han tomado una senda más acelerada de lo que nos tenían acostumbrados. Esta vez no solo tendremos que dejarnos llevar mientras flotamos, también alcanzarles entre ventoleras de guitarreo expansivo; ese viento que te desestabiliza lo justo y te hace sentir vivo y pleno. Lo que resulta casi utópico en un comeback tras tanto tiempo de silencio, todo hay que decirlo. Ellos, más de dos décadas más tarde, y a pesar del maléfico poder de aburguesamiento de la edad, han sabido mantener la esencia y sobre todo la magia de aquellos años, sin venderse, haciendo lo que más les gusta, pero yendo un poquito más allá, y sin pilotos automáticos que valgan.
El álbum, como la mayoría del shoegaze, no pierde su condición de bloque sonoro. Sin embargo saben aportar heterogeneidad a esta epopeya musical que comienza con el preciosismo de Slomo, suspendidos entre nubes gracias a esa línea synth de primeras y donde poco a poco vamos descendiendo, sin llegar a aterrizar nunca del todo, primero gracias a la frágil guitarra y después por las armonías vocales de Neil y Rachel. A continuación llega la mentada Star roving, haciendo gala de uno de los mejores riffs de guitarra del año, sino el mejor, encajado a modo de subidón de drogas («Said she’s feeling love for everyone tonight»). Le sigue uno de sus estribillos más vigorosos en su tono, aunque bastante agridulce en su letra, en Don’t know why, que se templa en la melancólica Sugar for the pill y su «esto es lo que hay» en relaciones marcadas si un fin claro, basadas en disfrutar del momento (de nuevo, carpen diem).
Al igual que muchos coetáneos, no se cortan a la hora de plasmar su opinión acerca de los últimos y desastrosos acontecimientos políticos en Everyone knows («America, you can’t stay with me»). Pero no tardan en volver a las relaciones infructuosas en clave más envolvente en No longer making time, que enlaza con Go get it, que entre estrofa y estribillo juega muy bien con el concepto calma-abrasión entre una interpretación casi fantasmal (e incomprensible) de Neil. El cierre, Falling ashes, es el tema más desnudo, construido sobre un incesante piano con el que es fácil visualizar a cámara lenta esa lluvia de cenizas a la que alude el título, como inevitable rendición ante la muerte. ¿Un presagio del futuro cercano de la banda? Con ellos, nunca se sabe. Y se agradece.
Slowdive actuarán en Mad Cool 2017.
Puntuación: 8,5