¿Ha perdido valor la música de PWR BTTM?

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En los últimos días Ben Hopkins, miembro de PWR BTTM, ha recibido un reguero de acusaciones relacionadas con varios abusos sexuales hacia una mujer (aunque hay voces que indican que podría haber más víctimas). A partir de ahí todo ha ido cuesta abajo: un miembro de la banda con la que giran se ha largado; sus teloneros se negaron ir de gira con ellos, gira que han cancelado también; su sello ya no vende su nuevo disco y no está disponible en la mayoría de plataformas de venta digital y streaming; su agencia de representación les ha dejado tirados, etc. Y fans y medios por supuesto ya no les ven como la revelación queer punk que hasta hace una semana eran.

Es extraño, porque no estamos acostumbrados a que en el mundo LGTB+ se hagan públicos este tipo de sucesos, y, como poco, choca. Haberlos haylos, obviamente, pero se trata de un acto tan asociado al heteropatriarcado que incluso cuesta ligeramente mostrar la misma actitud de reprensión hacia él de la misma manera que lo haríamos hacia un hombre heterosexual cisgénero. Pero si así ha sido, hay que hacerlo, por supuesto. Y quizás todavía más en este caso, cuando crees que alguien que está de tu parte, que forma parte de ese espectro de seguridad donde te sientes a salvo, traiciona parte de los ideales que supuestamente compartíais.

Sin embargo no todo es blanco o negro, y también llama la atención como todos han dado de lado a su proyecto en un pis pas, sobre todo su sello, tras unas acusaciones muy graves, sí, pero que todavía no han sido investigadas lo más mínimo, a pesar de que no es menos cierto que en este tipo de casos, debido a su naturaleza, a veces resulta complicado disponer de pruebas. Es verdad que tampoco ha ayudado un mensaje en su Facebook de lo más ambiguo y hasta absurdo, pero parece que darles la espalda se basa más una estrategia destinada a no manchar sus respectivas imágenes de marca que de intentar hacer justicia aclarando lo ocurrido, sin dejar de apoyar a las personas afectadas. Aunque, efectivamente, el asunto apesta de lo lindo.

Lo curioso es que este suceso está alterando las críticas de un disco, Pageant, que de primeras tildaban de excepcional. Ahora algunos medios ni si quiera se plantearán reseñarlo. Y la pregunta es, ¿una obra ha de tratarse de manera independiente respecto a su autor o no? No obstante el problema de este caso es que ambos están intrínsecamente ligados, ya que ellos nunca han dejado de demostrar que su actitud vital siempre ha virado hacia lo queer, por lo que se antoja muy difícil separarlos. Pero por una parte se trata de un dúo, y también es el álbum de Liv Bruce, que lo que se le puede echar en cara es de apoyar a su colega, por otra parte una reacción normal hasta que el asunto se aclare (si es que llega a suceder, claro).

Muchas personas que habían conectado con su música, especialmente queer, se sentirán profundamente decepcionadas y con pocas ganas de volver a disfrutar de su obra. Incluso aunque se demostrase su inocencia, siempre perdurará ese poso de desconfianza hacia Ben, lo que es lógico. Se trata de un ejercicio de disociación complicado, sí, y más en este caso por el contexto. Sin embargo su escueta discografía sigue gozando de vigencia porque son sus fans los que la han hecho suya. No deberían dejar ese sentimiento de integración y libertad quede empañado, porque en lo más profundo de su ser sigue siendo puro y auténtico. Y eso no se lo puede quitar nadie, ni las acusaciones más vergonzantes.

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