El pop es la cura
Cualquier tipo de atentado, y no solo los que se producen en suelo occidental, duele. Es verdad que, debido a lo rápido que se suceden, parece que cada vez nos afecta menos, por mucho hashtag o foto que compartamos. Es normal, el ser humano funciona de esa manera. A veces incluso nos molesta que sea así, pero resulta casi inevitable. Y digo «casi» porque en ocasiones el contexto nos despierta de ese letargo emocional y la tragedia nos afecta sobremanera. En este web ya nos pasó el pasado año con la masacre de Florida, porque la mayoría de redactores somos homosexuales; y aunque al atentado de Eagles of Death Metal no dedicamos un artículo, también nos caló bien hondo. Porque tocan lo que más queremos, la música, donde supuestamente deberíamos sentirnos como en casa, sanos y salvos.
La música, como cualquier otro tipo de cultura o entretenimiento, te invita, hasta cierto punto, a entrar en su mundo, evadiéndote de la realidad y de los problemas del día a día. A veces de la manera más facilona posible, sí, pero qué bien sienta conectar con algo más allá de los dramas. Entramos en un mundo aparte donde nada ni nadie debería interrumpir esa experiencia. Nada más lejos de la realidad, ¿quién no se ha quejado alguna vez de un pisotón en un concierto?, ¿o el típico pesado que no se calla? Pero en el fondo son minucias que no suelen empañar la maravillosa sensación de que el artista te hace partícipe de su arte. Una conexión irrompible… o al menos hasta que sucede lo imposible.
En el caso de Eagles no es menos cierto que su música no es nuestro rollo, y aunque suene políticamente incorrecto y algunos nos podrían tildar hasta de malas personas, no empatizamos tanto en su momento como hoy con las explosiones en Manchester tras el concierto de Ariana Grande. Sin ser grandes fans de la cantante, aunque su último disco gustó por estos lares, al final hablamos de pop, género estrella de esta web en todas sus vertientes. Y más si hablamos de pop petardo (en el buen sentido), que para eso somos homos (¡marchando una de clichés!). Por eso duele tanto que una vida se pueda truncar, sobre todo en un momento tan mágico, y más para muchos niños y chavales que asistían a su primer concierto, casi hasta un momento que jamás olvidarían. Por ello lloramos a los muertos y rezamos por los heridos, pero no hay que olvidarse del trauma en los que han sobrevivido.
Un trauma que no solo azotará su vida cotidiana, sino su sana relación con el pop. Se encontraban en un lugar seguro y de repente todo se vino abajo. El pop, que les había prometido un lugar donde pudiesen ser ellos mismos, disfrutar, vivir plenamente su ingenua juventud, se desmoronó. El escapismo que prometía se esfumó. Porque la cualidad que más le define habrá perdido todo el sentido para esos chicos y chicas a los que les costará volver a recuperar la confianza en él. Incluso a los que no estábamos ahí, pero que vemos el pop casi como una forma de vida, nos ha afectado de tal manera que no sabemos si depositar nuestras ilusiones en la siguiente celebración pop que más podamos ansiar. En mi caso, sin ser verdaderamente pop, pero teniendo en cuenta que forma parte de esa cultura popular llamada indie, la semana que viene asisto a un lugar tan embriagador musicalmente hablando como es Primavera Sound, y la verdad es que noto un pequeño nudo en el estómago.
Sin embargo voy a disfrutar como el que más, porque el pop en su tropecientas facetas, y la música en general, forman parte de su nuestro día a día y, aunque suene a frase hecha, nadie podrá arrebatárnoslo. Sin embargo yo tomo esa actitud porque soy adulto y hasta cierto punto me considero racionalmente crítico, pero un chaval que haya vivido un acto criminal como este se sentirá absolutamente herido e incapaz de enfrentarse, al menos por un tiempo, a un evento de estas características. Pero confío en que, con el tiempo, dejen sus miedos a un lado y vuelvan a apoyarse en esa cultura que, sí, desde nuestra vida adulta a veces tildamos casi hasta de ridícula (Lady Gaga y sus discursitos, por ejemplo), pero que a ellos les da la vida. En ocasiones hasta se las salva. El mismo pop del que ahora desconfían, se convertirá de nuevo en una de sus razones para sentirse plenos, ellos mismos. Porque el pop es la cura.