¿Están las popstars haciendo (relativamente) lo que les da la gana?
Después de años de reinado, dominando el pop contemporáneo, para bien o para mal (hay de todo en la viña del Señor), las divas y no tan divas del pop se están en horas bajas. O al menos eso es lo que muchos argumentan basándose en las supuestamente escasas cifras de ventas o bajas posiciones en listas. Porque la calidad va por otros lares y a veces parece que se queda en un segundo plano por culpa de fans que solo saben contabilizar números uno e intentar hundir en la mierda a la supuesta némesis de su popstar favorita. Incluso algunos medios han entrado en esta diatriba tan superflua que, sí, reesulta divertida por momentos, pero a la que no habría que tomarse demasiado en serio.
Por el otro lado los chicos del pop, que estaban de capa de caída, han ido retomando posiciones. Ahí están los Justins, Bruno, Abel, Pharrell, Shawn, Nick o los que ha surgido de One Direction. Incluso saltaba la noticia hace unas semanas que que era la primera vez en 26 años que el top 10 del Billboard Hot 100 no contaba con una sola presencia femenina. Hay que tener en cuenta el factor hip-hop y estilos afines, casi exclusivamente masculinos (y eso resulta alarmante, pero ese ya es otro tema), y con amplia presencia en la lista, y del que no consideramos pop, al menos en Europa, aunque en Estados Unidos se considere cultura popular. Así, tomando únicamente a los artistas pop, un género donde la presencia femenina siempre ha sido tendencia, el panorama es desolador.
Pero si nos fijamos en los chicos, todo tiene cierto tufo a naftalina que tira para atrás. ¿Con lo que lo han petado recientemente Justin Timberlake y Pharrell Williams? Con Can’t stop the feeling y Happy, dos canciones tan cuñadas que hasta resultarían excesivas para una convención de Ciudadanos. Justin Bieber es pura contemporaneidad, pero no modernidad, y lo único que ha hecho es juntarse con la gente adecuada que ha apuntalado un género, el pop de corte tropical, que ya venía pegando fuerte. Bruno Mars vive de una moda retro que parece que nunca se acaba, sonando a tropecientos iconos a la vez. Shawn Mendes es pop blandito mojabragas que nunca pasa de moda, pero que ya en el mismo momento del lanzamiento suena caduco.
De los One Direction solo Harry Styles está haciendo algo que, sin ser rompedor en un contexto general, sí que lo es para el panorama pop. Los otros, nada nuevo bajo el sol, porque a pesar de que el debut de Zayn resultaba ligeramente más interesante que el r’n’b comercial habitual, da la sensación de que con su nuevo single solo quiere parecerse a Drake. Y Drake, cuanto se acerca más al pop, puede resultar refrescante (Passion fruit), pero también reiterativo (One dance). Nick Jonas quiere ser Timberlake, pero se queda a medio camino, un camino tan transitado que ya carga (salvo, quizás, por ese Close). The Weeknd innova lo justo, porque Starboy brillaba en ese sentido, pero el resto de singles no tanto, sin salirse del tiesto (sin resultar el caso más alarmante, eso sí). ¿Será que vivimos en una época conservadora? Más todavía de lo acostumbrado, porque ya se sabe que el pop nunca ha destacado durante los últimos años por su atrevimiento.
Sin embargo ellas parece que, dentro de un límite, están rompiendo los grilletes que las condicionaban y se podría afirmar que están haciendo lo que les viene en gana. ¿En serio Lady Gaga pensaba que lo petaría con un Perfect illusion como primer single? Lo dudo. Y en Joanne quizás solo había potencial comercial en alguna balada, confirmada por el éxito moderado de Million reasons. Y en un estilo folk similar ha reaparecido Miley Cyrus con Malibu, a la que parece que no le está yendo mal del todo. La apuesta era arriesgada. Y eso sin olvidar la rareza de Dead Peatz. Katy Perry ha sorprendido con Chained to the rhythm, un número disco impensable en el mainstream; Bon Appétit, un tema de eletro-pop con trazas trap y tropicales, pero sin pecar de reiterativo; y Swish swish, que solo chirría por recurrir a Nicki Minaj, pero que su manera de explotar el house más retrogay no es muy común. Y un Anti de Rihanna tan poco comercial, triunfando con un dancehall tan minimalista que casi no tiene ni base (Work) o una balada sesentera casi impensable de ver en listas (Love in the brain).
Selena Gomez no ha presentado nada original junto a Kygo, pero el minimalismo de Bad liar, ya en solitario, ha dejado a algunos con el culo torcido. Y ya hace casi tres años Good for you se desligaba de sus competidores gracias a su onírica producción (aunque luego el resto de Revival no destacase por su transgresión). Lorde ha roto esquemas tanto respecto a lo que se escucha en listas como a su escasa carrera, con Green light, un tema tan difícil de clasificar como exuberante. Nelly Furtado ha tomado una dirección completamente opuesta al ámbito comercial en su último álbum. Tove Lo no ha recurrido al pop más accesible en su Lady Wood, y por eso no le ha ido muy allá, aunque sorprende que a una canción tan espesa como Cool girl no le haya ido nada mal. Gwen Stefani solo quería hacer un disco de pop cuasi puro, de ese que casi no se lleva. Lo mismo que Carly Rae Jepsen, que solo ya por reivindicar también ese concepto, a día de hoy se erige como toda una amazona pop.
Por supuesto no hay que obviar a Beyoncé, que aunque su r’n’b no es Nikes de Frank Ocean (un ejemplo masculino que ha pasado de todo, eso sí, no heterosexual), ya solo por no apostar por lo facilón tanto a nivel artístico como de estrategia comercial, sustentándose en el concepto disco más allá del single, y aun así vender un par de millones, es para hacerle la ola. E incluso por su mensaje, aunque por momentos sea de chichinabo, marca la diferencia. Britney Spears, que a pesar de un disco bastante pop con varios singles potenciales, va y adelanta un medio tiempo muy bien ejecutado, pero con pocas posibilidades comerciales. Lana del Rey es ya de por sí un rara avis en el Billboard Hot 100 (así sus singles duran lo que duran), por lo que, a pesar de no cambiar de tercio de un disco a otro, no le hace falta para sobresalir. Y Ariana Grande te saca una balada como Dangerous woman, no tan evidente como una de Adele (ella sí que es conservadora), pero sobre todo un Into you que reivindica el dance cuando estaba ya medio muerto en listas americanas.
A veces esta innovación se queda en los singles y poco más, sí, y los álbumes se mantienen en la zona de confort, incluso a veces el resultado artístico se antoje más deficiente,; y aun así ya supone un paso más en comparación con la mayoría de sus coetáneos hombres. Porque a los hombres (heterosexuales) se les exige menos, lo que les permite acomodarse y, aunque vendan menos, la palabra «flop» no suele acuñarse a ellos. Su estatus se mantiene casi inalterable. Sin embargo ellas tienen que estar al pie del cañón día sí y día también. Pues, en cierta medida, en su mayoría han dicho «basta». Harán lo que les plazca, con vistas a triunfar, pero con riesgo de por medio, o simplemente plasmando lo que más desean sin tener en cuenta las consecuencias. Y todo ello rebajando considerablemente las dosis de carne, por lo que (esperemos) muchos dejen de tratarles como simples trozos de carne. Visto lo visto la revolución (pop) será femenina o no será. Puede que no sea contemplando los resultados comerciales, pero la intención seguirá ahí.