Crónica de Primavera Sound 2017
La peregrinación anual de los indies, alternativos, melómanos o «whatever» comenzó la semana pasada de manera oficial, y todavía más de manera oficial el jueves en el Forum: Primavera Sound 2017 daba el pistoletazo de salida.
Jueves
Triángulo de Amor Bizarro siempre son una apuesta segura y congregaron a un buen puñado de público para lo que se suele esperar de los artistas nacionales en este festival. Sus clásicos, los grandes temas de su último y enorme Salve Discordia y una actitud muy agradecida a todos los fans y no fans ahí presentes sobresalieron. Quizás al sonido le faltó un poco de potencia en comparación con otros directos recientes (en las fiestas de San Isidro, por ejemplo), pero nunca decepcionan y los pogos estaban asegurados.
Frank Ocean es como un marido, pero a falta de él, nos quedamos con el amante, que sería Miguel. Y no nos podemos quejar. Sexualidad en estado puro, incluso yendo vestido un poco de andar por casa y con unas trenzas que ca a ser que no. Esos movimientos te compraban sí o sí (incluso cuando los exagera, como al abrirse de piernas sobre el suelo). Él se come el escenario, sin artificio alguno con lo mejor de sus Kaledoscope Dream y Wildheart, con algún tema antiguo, aunque, como sucede con muchos directos r’n’b, prescindiendo de la sección synth que tanta importancia tuvo en su último disco, lo que se notó sobre todo en el hit y cierre Coffee. También brilló el momento de reivindicación política, con discurso, conciso y acertado, y una preciosa Candles in the sun.
En cambio lo de Solange, dentro de su estilo pulcro y escueto (una gran esfera en tonos rojizos, al igual que la vestimenta de ella y sus músicos, coreografías elegantes), se podría considerar más espectáculo. O al menos de manera más medida. Aunque daba gusto de ver y escuchar, la primera mitad del show quizás pecó de encorsetado y poco espontáneo. No es un concierto de, pongamos, Madonna, por lo que no hace falta ser tan sofisticado, hasta frío (a pesar del color predominante). Después se despendoló, sin llegar al nivel de caballo desbocado que es su hermana, pero transmitiendo algarabía a través de lo mejor de su alabado a Seat in the Table y sorprendentemente recuperando varios temas de True, además de Tony de sus primeros años. Este giro en la actitud también mejoró la relación con el público, que llegó a la cumbre cuando se dio un un garbeo por los pasillos del foso.
Lo de Bon Iver fue, como era de esperar, un preciosidad. Pero quizás también un poco de bajón para esa hora, y más si lo enlazabas tras Solange, que tampoco es que fuese un fiestongo. Pero obviando este factor, no se le podía poner tachas a hora y media de folk mutante donde su último 22, a Million fue la estrella. Las proyecciones a modo de coloristas distorsiones ayudaba a dar empaque visual al sonido de estas canciones que quizás no emocionen como un Calgary (que en realidad sonó algo desangelada), pero demuestran que su ambición en estudio no se adocena sobre el escenario, incluso se potencia, sin la necesidad de epatar con los que solo buscan su pasado llorón. Pero sí, no faltó Skinny love para alegría de estos, y por supuesto la clavó, únicamente iluminado por un foco, él y su guitarra. Con maquinitas o con cuerdas, se gana nuestro corazón.
Los cuatro integrantes de S U R V I V E se colocan delante de sus meses en fila al más puro estilo Kraftwerk para presentar su reciente RR7349. Al final beben mucho de esa electrónica analógica, pero su cinematografía les acerca todavía más a John Carpenter. Pero, a diferencia de este el pasado año, que incluyó proyecciones de sus películas que complementaban a la perfección su música, aquí la puesta en escena resultó demasiado vacía. Con ese aire tan cinematográfico, se echan en falta imágenes de acompañamiento, incluso aunque realmente no formen parte de la banda sonora de una película. Aún así el sonido cristalino y las atmósferas sonoras tejían un ambiente que favorecía para hacer uno mismo el payaso interpretando escenas que casarían en cada tema. Ah, y no, no hubo rastro del tema Stranger Things.
Si tanta gente lucía camisetas de Aphex Twin por algo sería. Y es que la vuelta del inglés era de las más esperadas y para nada decepcionó. Un set a veces complicado hasta para bailar, otras tan extremo a nivel sonoro que uno no sabía si aplaudir o clavarse bolis en los oídos, pero siempre exuberante y experimental, sin dejar indiferente a nadie y rastreando buena parte de los géneros electrónicos que han marcado la música de su país durante las tres últimas décadas. Y con unos visuales para mear y no echar gota, incluyendo el recurso ya visto en otros directos suyos de enfocar al público y deformarles a base de efectos y filtros que ríete tú de los de Instagram. Te hace partícipe de su locura y tú tan contento (si tenías la suerte de estar en las primeras filas). Así que sí, todas las camisetas del mundo en señal de respeto hacia él están más que justificadas.
Aunque quizás la tarde hubiese sido el contexto ideal para un directo de Tycho, su electrónica orgánica de carácter expansivo también encandiló a las tres de la mañana. Un sonido perfecto que ayudaba a sentirse a veces en un desierto, otras en una nave espacial, que quizás para los que querían bailar no resultaba demasiado alentador, pero que para el resto suponía el súmmun de la sugerencia sonora. Y si hacías el esfuerzo de no cerrar los ojos (no por sueño, sino para que la sensación de flotar fuese total), las proyecciones eran un gran aliciente para completar la experiencia inmersiva.
Viernes
Mitski representa todas esas mujeres rockeras de los noventa a las que les importaba una mierda que las tildaran de intensas o hasta poco femeninas. Porque ella podría ir monísima con su vestido de flores, pero eso no quita que si hay que berrear se vaya a cortar un pelo, todavía más en directo que en estudio, por lo que se mostró más visceral. Eso ella, porque el sonido perdía enteros y algunas canciones se desinflaban, incluso la «bigger than life» Best american girl.
Otra importante propuesta r’n’b de esta edición fue Sampha que, a diferencia de Miguel, que actuó el día anterior, resultó algo anodina. Sobre todo por él mismo, que resulta demasiado correcto sobre el escenario. Eso sí, a diferencia del americano, sí que respeta el carácter más electrónico de sus composiciones (es una de las grandes diferencias del género entre Estados Unidos y Reino Unido). Pero a los hits de su debut les faltaba brío, y casi lo más destacado fue él al piano en el cierre con No one knows me (like the piano). Pendiente de revisión.
Que Mac DeMarco es el novio que ningún padre y madre querría para su hija está claro, y en directo, como siempre, lo lleva hasta las últimas consecuencias, quedándose en tanga al final del mismo (aunque su batería tocó totalmente desnudo durante la hora y pico que duró). Sus jocosos y jugosos comentarios entretienen hasta a los que tampoco comulgan con él, pero por suerte las canciones también acompañan, abriendo con su clásico Salad days y continuando con This old dog, My kind of woman, Moonlight on the river o Chamber of reflection. Se echó en falta, quizás por la comedia del momento, un primer single tan sencillo y emotivo como My old man, que da título a su último disco. Pero no era momento, ya que todo era jarana y desparrame. Aunque quizás no debería tener miedo a mostrar su faceta más emotiva en directo.
Añadir más barroquismo a su sonido sin traicionar su lado minimalista ha sentado bien a los directos de The xx, que se benefician de mayor dinamismo. Inclusos temas clásicos como Shelter, más tralleros, salen ganando. VCR, Islands, Intro y sobre todo la desnuda y siempre emocionante Angels se ganaron a los que ansiaban sus primeros éxitos, pero los temas de su nuevo I See You por lo general se los comieron con patatas, especialmente Say something loving, que derritió miles de corazones, y su último hit On hold. Pero la reina de la fiesta fue, por inesperada (Jamie actuaba luego en solitario), y porque levantó a toda la masa gracias a una enorme Romy, fue Loud places (y con el precioso arcoiris proyectado). Así que los que siempre se quejaban de que el trío les dejaba a medias sobre un escenario tuvieron que comerse sus palabras.
Run The Jewels salieron, como es habitual, arrollando, pero un repentino corte de sonido arruinó la testosterona del ambiente y se nos cayó el alma al suelo. Tras unos minutos volvieron a tomar las riendas del espectáculo y no les costó demasiado remontar gracias a la contundencia de un setlist que, aunque lo desconozcas, te invita a bailar y a cagarte en Trump las veces que haga falta, algo que por supuesto también no faltó entre canción y canción.
Quizás por el bajón que supuso la cancelación de de Frank Ocean, muchos esperábamos que lo de Jamie xx fuese algo más que un dj set, y más con ese pedazo de disco que es In Colour, y teniendo a sus colegas por la zona. Pues no, la compensación no fue la que ansiábamos, y al final todo quedó en una sesión sin que Oliver o Romy se pasaran si quiera a saludar. Por otra parte el set, sin ser «mind blowing», resultó tremendamente entretenido, con I know there’s gonna be (good times) o una tuneadísima Gosh, amén de un guiño a Ocean con Nikes.
Sábado
El directo de Weyes Blood era el ideal para disfrutar alrededor de las seis tirado en la colina de hierba delante del escenario Primavera. O al menos esa era la teoría, porque la chica se ganó nuestros corazones gracias a su folk pop etéreo y emocional y muchos se acercaron al foso, interpretando temas tan enormes como Seven words o una elevadísima Generation why. Una sutil instrumentación que acompañaba a una voz de otro planeta que venció cualquier tipo de resaca o sol del infierno (a esa hora pegaba de lo lindo).
Agorazein parece que siempre llevan consigo una troupe de fans enfervorecidos en cada concierto que celebran. Y eso que Primavera Sound no es caldo de generación Z o similar, que en parte es su gran público. Y aun así congregaron a un buen número de españolitos (y algún guiri perdido) con un show con la palabra «SIEMPRE» de fondo (tema que por supuesto sonó al final) en donde no faltaron el flow, la chulería y el desparpajo de siempre, amén de mucha actitud (y hasta gestos) a lo Drake por parte de Tangana, además de samples varios, claro.
El trío Swet Shop Boys, capitaneado por la estrella de Hollywood en ciernes Riz Ahmed, mezclan con tino el típico hip-hop yanqui con sus raíces indias y pakistaníes, por lo que se desatan ritmos de aquella zona como en la despampanante Need moor, que no daba tregua para quedarse quieto. Como futura estrella que es, Ahmed fue el auténtico protagonista, con un inspirado (aunque algo cliché) discurso a modo de spoken donde desligaba los terribles atentados recientes de la verdadera esencia del Islam.
Cualquiera que haya escuchado algo de ‘Los Ángeles’, el proyecto de Rosalía y Raül Fernández habrá pensado lo poco y mucho que pega para el cartel de este año, siendo así el verdadero punto de interés que significa su propuesta al flamenco. Muchos de los asistentes quisieron empezar la tarde en el Auditori Rockdelux, donde su puesta en escena minimalista y austera, siendo solo dos sillas en mitad del escenario, deslumbró en intensidad gracias a la voz de la jovencísima catalana y a la virtud de Refree con la guitarra, desgranando cada pieza con la sensibilidad de hacer llorar a cada corazón de los asistentes. Sobre todo por algún bebé que consiguió interrumpir la performance – luces encendidas incluidas – dejando fatal a los padres, pero la nada misma en comparación del rumbo verdadero al que nos querían llevar con sus canciones, cuya emoción era casi un delirio delicioso tras otro. Más de uno salió con la sensación de haber visto parte de lo mejor del festival entero, aunque solo fuese por escuchar ‘Catalina’ y no es para menos.
Angel Olsen hizo acopio de una prodigiosa voz, aunque no es menos cierto que mostró cierta timidez, y canciones descaradas como Shut up kiss me no resultaron tan redondas. Por ello la segunda parte del set, más intimista, con temas como Sister o Woman, se adecuaban más a esta actitud, aunque se echó en falta la preciosa Windows, que además de ser single en su momento, últimamente goza de gran popularidad gracias a Por 13 razones. Pero este cambio de registro también supuso un arma de doble filo, porque mucha gente abandonó el escenario Ray-Ban. No fue un concierto para todos.
Apostar por Teenage Fanclub siempre supone un acierto. Sus directos, sin noquear, nunca flaquean, porque saben deleitar con estribillos power pop que aunque desconozcas acabas tarareando. Un sonido guitarrero pulcro y una buena compenetración entre ellos (se nota que disfrutan de lo lindo), y una comunicación con el público fluida hacen el resto. Start again, The concept o Sparky’s dream no han perdido fuelle con el paso de los años, y sus nuevos temas se entremezclan con ellos como si casi también fuesen clásicos.
Lo de Grace Jones es de otro planeta. Porque con 69 años está mejor que tú y yo y todos juntos. Vino a Barcelona con el mismo show que lleva interpretando durante varios años, con ella en tetas con todo el cuerpo pintado en plan tribal y cambiando de complementos en cada canción. Y estos parones para nada resultaban un inconveniente, porque mientras se va al backstage puedes disfrutar de sus chascarrillos a través del micro, que ella es muy diva (para bien). ¿Y la música? Pues grandes éxitos (y un tema aún no grabado): sus consabidas versiones de Nightclubbing y Love is the drug, Libertango, My jamaican guy o Pull up to the bumper, además de Slave to the rhythm mientras gira un hula hoop durante minutos. Mención especial cuando se acercó por el pasillo del centro, con las masas corriendo de un lado a otro como si el mundo se fuese a acabar. Un show total. O más bien, ella es el show.
Todavía sin disco, aunque en camino, Arcade Fire hizo como en BBK Live 2016: un greatest hits en toda regla. Un repaso a todos los discos casi exacto al del año pasado (del Neon Bible quitaron Keep the car running e incluyeron el tema titular), variando ligeramente el orden, con clásicos contemporáneos como No cars go, Reflector, Afterlife, Rebellion (lies), Ready to start, Sprawl II o Neighborhood #3 (power out), además de empezar por Wake up, lo que sorprendió porque suelen despedirse con ella. Tampoco faltaron el single recién estrenado Everything now y un nuevo tema, Creature comfort, de lo más synth. Estuvieron eufóricos y brillantes, aunque se echó en falta un poco más volumen, algo que parece que se resolvió en parte en el último tercio. Gritos, lágrimas y mucho brazo en alto para los U2 de lo alternativo, pero, a diferencia de estos, con la dignidad intacta.
Siendo un dúo hay que asumir que ellos se lo guisan y ellos se lo comen, pero el directo de Japandroids adolece de cierta carencia de esa fuerza arrolladora que plasman en sus discos, pero sobre todo por un sonido mucho más homogéneo que en estos, especialmente en los temas del más variado Need to the Wild Heart of Life. Y unos parones entre algunas canciones que tampoco aportaban a enaltecer el bravío del momento. Pero por otra parte no se les puede quitar mérito, y su eufórica propuesta daba juego para votes y pogos varios, que a esa hora de la noche de agradecía.
La gran sorpresa del festival fue la actuación de HAIM cuando en ningún momento estuvieron anunciadas. Un directo algo breve, eso sí, pero ciertamente intenso, donde repasaron los hits de su debut y algunas de sus nuevas canciones, empezando por I want you back y terminando con Right now, que fue posiblemente el highlight de su repertorio a pesar que de primeras no se anticipara como tal. Con una marcada actitud feminista como bandera y una conexión total con el público, se entregaron absolutamente, con una energía y presencia que parecía que este no era su segundo disco. Un gustazo.
Colaborador: Sergio Gonzalo Martínez Hurtado de Mendoza