Lorde – Melodrama

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Entre las 10 razones por las que Lorde molaba (y mola), no incluí una capital: en Pure Heroine, que giraba alrededor de las idas y venidas de la adolescencia, la presencia del tema pop por antonomasia, el amor, era nula. Por ello, aunque Green light era un temazo de tomo y lomo, me resultaba algo chocante oírla hablar sobre desamor cuando aquella época destacaba por justo lo contrario. Escuchando ahora Melodrama en su totalidad y contemplándolo desde otra perspectiva, lo que saco en claro es que trata sobre la vida después del amor, y no solo la etapa de desamor, sino también más allá. El resultado no se queda en el «ya no te quiero más» o el «no puedo olvidarte», lo que eleva su obra una vez más por encima de cualquier popstar actual. Sin embargo, obviando el tema tratado, y aunque la lírica se mantiene a un alto nivel, ha perdido cierta chispa respecto a su debut, quizás debido a que el compositor de aquel, Joel Little, no ha regresado, y ahora es Jack Antonoff con el que comparte labores.

Pero lo que pierde, relativamente, por un lado, lo gana en términos de cohesión, siendo Melodrama un disco más conceptual, que sigue un línea más o menos argumental (una fiesta). Porque si el anterior sugería cierto carácter compacto era más debido a una producción homogénea, todo lo contrario que en este disco, donde encontramos mayor variedad sonora y aun así no provoca sensación de collage musical sin ton ni son. Quizás también porque Lorde ha ganado en presencia y personalidad, y eso que ya en su debut se podía comer a sus competidoras en este aspecto. En este sentido también ha ampliado su paleta interpretativa porque encontramos más estados de ánimo, cuando en su antecesor su tono solía ser desde un prisma más cínico. Aquí muestra diversas facetas de su persona, pero sin bipolarismos, todo congruente, creíble (hay artistas que plantean su carrera como un personaje, otra opción plausible, pero otros a veces venden la moto de «mi disco más personal» y al final lo es tanto como regalar a tu pareja una caja de bombones comprada en un chino).

Se trata de un álbum donde pesa más el concepto que los hits, y quizás por ello algunos le pueden echar en cara la casi ausencia de estos, salvo quizás Perfect places, que se postula como próximo single. Sin embargo la realidad es que la mayoría ya intuíamos en su momento que su futuro no se iba ajustar a las reglas de mercado, al menos de las que obligan a los artistas a venderse al estribillo más zafio con el único fin de coronar la mayor cantidad de listas posibles (el comentario de Bowie acerca de que ella el futuro de la música no iba a caer en saco roto). A los que no les importe no bailarla en la próxima fiesta u Orgullo de turno o que reine en el Billboard Hot 100 verán en sus 11 temas pequeños hits, personales, íntimos, que en su conjunto recrean una eléctrica experiencia que desprende toneladas de vida en un periplo emocional a través de la juventud, su juventud, nuestra juventud, incluso aunque la hayamos dejado atrás hace ya un tiempo (aunque ahora se es joven hasta los 40, ¿no?).

Green light es la euforia y la incertidumbre de una nueva etapa; Sober y Homemade dynamite la desinhibición, el baile, la fiesta; The Louvre el recuerdo feliz, pero con final amargo; Liability, su reprise y Loveless la volatilidad del amor y lo complicado que resulta encontrarlo y mantenerlo a día de hoy; Hard feeling, la ruptura, la decepción; Sober II (Melodrama), la depresión postfiesta y el «¿y ahora qué?»; Writer in the dark, la despedida, la tragedia, pero con una actitud de autosuficiencia en la recta final; Supercut, la idealización de la relación, pero terminando por asumir que solo se trata de una versión adulterada de la realidad; y Perfect places, donde toma y acepta lo bueno, lo malo, lo regular, y lo erige como algo único, irrepetible, indestructible. Un final por todo lo alto para un trayecto vital que, se complementa a la perfección con su predecesor, situando a Lorde como la estrella pop que el mainstream necesitaba (también por otros factores como su feminismo). No venderá ni la mitad del anterior, y ni falta que le hace.

Puntuación: 8,5

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