Crónica del FIB 2017
Cuando hace unos años parecía que este clásico de los festivales nacionales se tambaleaba, nadie esperaba un resurgimiento de tal magnitud. Pero sí, FIB 2017 se puede proclamar como un éxito total, congregando a casi 180 mil personas durante los cuatro días, lo que no es moco de pavo, no. Pero más allá de cifras, lo que prima es la experiencia, incomparable con cualquier otro festival. Aunque sea simplemente por sentirte en Bristol o cualquier otra ciudad británica.
Jueves
El concierto de Ride no es para público casual, ni si quiera británico. De primeras no tienen ni un hit claro, y segundo, su repertorio se sustenta en buena medida sobre el shoegaze, por lo que no da el juego de un directo pop o rock a la vieja usanza y se antoja monótono (aunque tampoco es que sean tan espesos como unos My Bloody Valentine). Por ello solo las primeras filas mostraban verdadero entusiasmo. Pero sin problema, porque se trató de un directo competente, y los que más o menos conocen su obra, salieron (salimos) la mar de satisfechos. Incluso los temas de Weather Diaries, sobre todo Lannoy point y All I want, sonaron de aupa. Aunque el momento de magia absoluta recayó sobre la inmensa Dreams burn down, que además no se se trata de una canción tan, tan evidente de su repertorio.
Pensar que vi a The Weeknd en un reducido escenario Pitchfork en Primavera Sound y ahora es un ídolo pop con todas las de la ley. Y como tal, arrasó durante esta jornada, con un repertorio bastante bien ajustado, sobre todo centrado en Starboy: primero su faceta r’n’b y trap, para luego pasarse a la intensidad de sus potentes baladas y terminar con sus números más funky y bailables. Sin embargo se echaba de menos alguna mención a su primer disco oficial y algún tema más de sus mixtapes (solo cayó Wicked games), y quizás acortaba en exceso algunas canciones. Un Abelcon madera de estrella mostró una buena actitud que además se apoyó en un sonido con un saludable equilibro entre lo electrónico y orgánico (no como en el del Primavera, que, como muchos artistas de r’n’b, no respetan en carácter sintético de la obra original en directo). Y para colmo, una puesta en escena que, sin excesos, resultaba ciertamente atractiva.
Que un artista electrónico como Bonobo no limite su directo a un par de teclados y una mesa de mezlca es para hacerle la ola durante la hora y pico que duró el concierto. Y es que se trae a toda una banda para que la experiencia no peque de enlatada, porque aunque a esas horas ya nos vale mortadela en vez de jamón serrano, tampoco somos lerdos y sabemos valorar las buenas maneras. También se valora que nos haga bailar, sí, pero la presentación de su último Migration no se quedó en el concepto rave; y es que no es raro presenciar a artistas que sobre el escenario potencian en demasía el chunda-chunda y se pierde parte de la esencia del estudio. Este no fue el caso y, además de menearnos, pudimos flotar gracias al halo chill de varias de sus canciones.
Viernes
Mykki Blanco era la obligación del día, y obviamente no decepcionó ni dejó indiferente en su presentación de Mykki. Porque él, que ya de por sí cuenta con una presencia arrolladora, no se conformó y convirtió su directo en un tour de force físico. El escenario que le tocaba lo pisó más bien poco y se pasó buena parte del concierto correteando por diversas zonas del festival mientras todos le seguíamos como podíamos, y solo le frenó cuando su micro no daba para llevarlo más lejos. La pregunta es: ¿realmente necesita tanta performance? La verdad es que, con sus canciones y personalidad, no, pero hay que admitir que como experiencia más allá de la música, lo pasamos como nunca.
Y de desfase a desfase, porque luego le tocaba el turno a Joe Crepúsculo y su enlatado show (como el de Mykki), factor que tampoco importa tanto cuando hay tanto hit de por medio. Además ya se sabe que Joe es una animal escénico (y cuando se despelota, casi literalmente). No faltaron amigos como Luciana de Svper, Tomasito o L-Kan, que adornaron un set que comenzó tranquilo, pero que en su traca final incluía pelotazos como La canción de nuestra vida, Maricas, A fuego o Mi fábrica de baile. Tampoco se puede decir que sus conciertos destaquen por la calidad técnica u otros factores que algunos echaran en falta, y en una sala quizás decepcione, pero en el festival más fiestongo de España, como que se agradece.
Islamabad es uno de los himnos del año, y Los Planetas abrieron fuego con él, cuando además es un tema que les saca ligeramente de su zona de confort, pero todo fue un espejismo. En su retorno al FIB parecía que estaban en piloto automático. Sonaban grandes éxitos, sí, pero parecía que hicieran lo justo para no decepcionar a sus fans, pero sin esforzarse para empatizar con el resto (no los guiris, obviamente, pero al menos el público español). Y estos lo daban todo, gritaban cada letra, y al final, por eso de que todo se pega, te traspasaban parte de su entusiasmo, y más si llevabas alguna copa de más. Sin embargo, para conectar con la banda de J en directo, casi hay que hacer una tesis sobre ellos. Y aparte, ¿no se escuchaba algo bajito si te alejabas un poco?
Hubo una temporada que enlacé varios directos de Austra en directo y la verdad es que acabé hasta el gorro de ellos. Sin embargo su notable nuevo y notable Future Politics me hizo recobrar el interés, y aunque no fuese el directo del festival (ni del viernes), me reconcilié con ellos. Y además se estaba de lujo porque todo el mundo se dirigía a Foals, que obviamente no iba a ver de nuevo tras el Mad Cool (enough is enough). La mágica voz de Katie y un equilibrado setlist hicieron el resto en un directo donde el baile está más que permitido, pero en el que además hay cierto poso de trascendencia que otros no son capaces de transmitir.
La verdad, sin considerarme fan de La Casa Azul, hay que reconocer que sus recitales son todo jolgorio y buen rollo, y quien no se divierta es que está muerto por dentro. A diferencia de Los Planetas, Guille sí es que capaz, y además lo desea, conectar con los que no comulgan con su estilo. Porque hay cosas que no cambian, y, mira, casi mejor: su puesta en escena era espectacular, como siempre, y el setlist, para quitarse el sombrero (con que estés un poco puesto en indie nacional, te suenan la mitad), y él, también como siempre, un encanto. Si estabas cabreado con él porque su disco todavía no llega, su show es capaz de hacerte perdonarle incluso aunque a través del micro admitiese que hasta el 2029 no saldría a la venta.
Sábado
Si se va a Liam Gallagher es para escuchar los clásicos de Oasis, y eso lo sabemos todos (su disco aún no ha salido y obviamente nadie se acuerda de Beady Eye). También era de dominio público que la locura guiri en estos momentos iba a ser de juzgado de guardia (y lo fue, hubo desmayos por doquier por lo visto). Sin embargo, a pesar de basar la mitad de su repertorio en su mítica banda, con clásicos como Wonderwall, Rock’n’roll star o Slide away (aunque sin saber nadie muy bien qué pintaba Be here now), algo fallaba. Podías cantar hasta quedarte afónico, sí, por comulgar con el resto y tal, pero no todo estaba en su sitio y la emoción no era la que esperabas. Y de nuevo, ¿no sonaba algo bajo?
No es nada nuevo que una banda como Red Hot Chili Peppers no sigue la línea de esta web, pero mira, al final estamos ante un grupo mítico y es fácil conocer buena parte del setlist (y era hora y media, no las dos y media de Green Day y Foo Fighters en Mad Cool). Pero lo cierto es que hits incontestables como Otherside o Scar tissue no hicieron acto de presencia, y sin embargo tocaron varias versiones que no venían a cuento. Y otra vez, ¿qué pasa con el sonido?, ¿sería problema del escenario principal? Si era necesario acercarte a las primeras filas y morir entre hordas de histéricos fans para escuchar convenientemente, que no contaran conmigo. O quizás tenga que ir a GAES, quién sabe. Pero oye, que la actitud era pasarlo bien, y sin duda el ambiente de fiesta rezumaba diversión y desfase.
El disco homónimo de Mura Masa se lanzaba el día anterior, por lo que obviamente no dio tiempo a empollárselo, aunque por suerte ha publicado una buena remesa de singles previos, por lo que había ganas. La duda es que si pecaría de enlatado. Por una parte, sí, en la parte sonora, pero en este caso está bastante justificado, y al menos, a diferencia de otros coetáneos como Flume, sí que se llevó una voz, esta vez femenina, para entonar lo que fue un hit tras hit. Y ella era todo amor y estaba encantada de estar frente a una pequeña masa que se retorció entre ritmos ciertamente movidos y bastante más originales que la media electrónica de este tipo de festivales.
Domingo
El día más pop del FIB comenzó con Dua Lipa, que sin actitud de diva o mamarracha máxima, sí que convencía gracias a su soltura y ganas de agradar al personal, y que sin duda se ganó a buena parte de un público que estaba hasta el gorro de tanta testosterona guitarrera (sí, yo entre ellos). Es verdad que a su repertorio le faltan temazos, porque quieras que no, se limita a un buen debut, algo cortito por momentos, eso sí; sin embargo no se pueden poner pegas a trallazos como Hotter than hell o Be the one, que sirvió de cierre a un show sin casi adornos y directo a la yugular de los grandes amantes del pop con cuatro claves esenciales: buena voz, sonido, presencia y melodías.
Years & Years llevan dos años sin disco, desde el adictivo Communion, y por ahora no hay anuncio del siguiente, por lo que no, no hubo novedad alguna en su setlist (aunque por suerte han cambiado la puesta en escena respecto al año pasado, más elegante esta vez). Pero tampoco importó, porque Olly Alexander, muy carismático y vestido como una moderna del Elástico circa 2008, te compra, a pesar de que por momentos se le vaya un poquito la voz. Y los bombazos pop como King, Desire, Take Shelter, Shine o Real, también. Y es que, salvo alguna balada insulsa de por medio, el pop fluyó que daba gusto. Un directo muy de cantar, muy karaoke, y eso solo con un disco.
The Blaze presentaron su primer y exitoso EP de debut, Territory, tras una pantalla translúcida, se supone que para mantener el misterio (lo que les gusta a los franceses ocultarse). Ambos con sendos micros (sí, cantan) y detrás de sus mesas y teclados, ofrecieron un directo impecable, donde no faltó el baile y el buen gusto. Y sin utilizar sus espectaculares vídeos de fondo, y eso que algunos les han echado en cara que sin ellos su música no sobrevive. Anda que no.
A Kaytranada llegué tarde porque coincidía en parte con el dúo francés, pero tampoco supuso una gran pérdida, tampoco voy a mentir. A diferencia de su coetáneo Mura Masa, él sí que tiró de enlatamiento 100% en lo que se pudo considerar más una sesión más que un directo (¿no os jode cuando os encontráis con eso?). Divertida, sí, pero la realidad es que tras varios días de festival, y sin la euforia de los primeros, resulta bastante decepcionante que no te motiven más allá de un individuo pinchando ritmos movidos, cuando sabes que la cosa podría dar más de sí.