Lana del Rey – Lust for Life
Contaba Lana del Rey en la reciente entrevista en Pitchfork que durante la creación de Lust for Life ha ido improvisando, sin seguir un concepto definido, y se nota. En él podemos encontrar un popurrí de la Lana antigua además de algunos nuevos registros, tonos y temáticas, como ya reflejó su primer single Love, que iba mucho más allá que una vuelta a sus orígenes. La inclusión de diferentes invitados, muy heterogéneos entre ellos, también alimenta esta declaración. Sin embargo ya sabemos que cuando ella evoluciona o innova, tampoco es que se marque un Dover, por lo que, a diferencia de otras estrellas del pop, no estamos ante un collage caprichoso y aleatorio de sus apetencias pasajeras. Su personalidad es una de las más reconocibles y potentes del panorama pop actual, incluso aunque en cada nuevo lanzamiento muestre nuevas facetas de la misma.
Una de ellas es ese carácter más social y político que se aleja ligeramente del egocentrismo imperante en la mayoría de sus composiciones. Su enorme y emocionante hasta la médula Love fue el primer ejemplo de ello, de manera más sutil y acertada que en Coachella – Woodstock in my mind, donde resulta más evidente su intención, aunque queda algo extraña esa correlación entre ambos festivales, su intención de ayudar a cambiar el mundo y las lágrimas sobre el sufrimiento ajeno. Y es que hay extractos de la letra como «Cause what about all these children, and what about all their parents?» que se acercan más a algún baladón de Michael Jackson en plan Heal the world. When The World Was At War We Kept Dancing sobresale por no andarse con las ramas en el aspecto político, en este caso a través de un repaso bastante pesimista por el Estados Unidos contemporáneo con multitud de aciertos líricos y frases para enmarcar (que Lana tiene muchas, pero casi todas relacionadas con chuloputas).
También se enmarcaría en esta tendencia Beautiful people beautiful problems junto a Stevie Nicks, en un tema que quizás podría haber sido más grande, pero en el cual simplemente poder disfrutar de ambas voces en armonía ya supone toda una gozada. God bless America – and all the beautiful women in it , que empieza como Chiquitita de ABBA, podría haber ido más allá en su concepto melódico, pero en lo que se refiere a contenido se agradece su compromiso con el feminismo tras decir años atrás que ella no se consideraba parte de él, porque nunca había sufrido el machismo, cosa que, sinceramente, dudo; en tal caso no lo reconocería como tal. Se desconoce si últimamente lo habrá sufrido en sus propias carnes o simplemente la victoria de Trump y todo lo que ha traído consigo le ha hecho despertar, pero este es un ejemplo más de que por momentos su visión del mundo va más allá de lo que ella haya vivido.
Por supuesto, a pesar de estos ramalazos feministas, no faltan las canciones con connotaciones machistas en la que todo gira alrededor de un chico malo. Ahí están Cherry y White Mustang, dos de las canciones más de relleno (sí, sobran un par de cortes en el disco), donde el hombretón de turno lleva una vida llena de excesos, a ella le afecta, pero sigue enganchada a él. Sin embargo es Groupie love junto a A$AP Rocky el más claro ejemplo de esta temática (el título ya lo dice todo), donde además explota su faceta más hip-hop. Siempre se le podría echar en cara esta actitud, pero la ideología no debería arruinar la obra, y más cuando Lana siempre ha mostrado un personaje muy ligado a la ficción. Por suerte no todo es dorar la píldora al chico y también sabe mandarle a la mierda, como en In my feelings, que cuenta con un deslumbrante puente final y ciertos arreglos tan desconcertantes a la primera como acertados a la segunda. O simplemente se dedica al amor puro, como en el primer single, o en Tomorrow never came, que en este caso se derrumba, pero sin pistolas y chungueces varias de por medio, y que suena a clásico instantáneom, mostrando tanta afinidad entre ella y Sean Lennon que es fácil imaginárselos juntos.
Antes alababa su capacidad de alejarse de su persona en ciertas canciones, pero hay que reconocer que el trío final, donde se centra en ella misma, sin hombres de por medio, es de órdago. En Heroin y Change habla sobre momentos oscuros de su vida de los que pudo escapar, y ambas tienen un calado emocional casi inédito en su discografía, y donde por cierto hace gala de un registro vocal precioso y sorprendente. En Get free y sonido 100% sixties luminoso aboga, en un disco que por momentos, al igual que en sus antecesores, siempre se inclinaba hacia el pesimismo, por una perspectiva vital más positiva. Positividad que también se refleja en la canción titular junto a The Weeknd, donde rompe el estereotipo de morir joven porque «se lo está pasando demasiado bien». También sobre su vida personal, esta vez centrada en su drama con los paparachis, es 13 beaches, en la que, volviendo al tema del registro vocal, dejará embobado a más de uno gracias a una interpretación de pelos de punta en el estribillo en donde hasta resulta hasta difícil reconocerla. Una maravillosa salida de su zona de confort.
Más que nunca tenemos a una Lana poliédrica, más completa, mezclando su lado más ficticio con el más real, y contentando así a todos. Sin embargo esa no ha sido su finalidad, porque ella, como dijo en la entrevista a Pitchfork, se ha dejado llevar. Quizás antes se imponía barreras culpa del miedo a exponerse y solo dejaba aflorar aquellas fantasías basadas en e imaginario yanqui donde podía haber mucho de su personalidad, sí, pero no era 100% ella misma. También ha recolectado sonidos de su pasado, potenciado otros, matizando algunos, puliendo la mayoría, en el que es su disco mejor producido, y donde más variedad sonora ha presentando, siempre sin dejar a un lado la coherencia, además de los mentados nuevos registros, donde se explaya más allá de su típica (y tan adorada)adormilada interpretación. Es, en definitiva, una Lana amplificada, engrandecida, esplendorosa, pero sobre todo auténtica. Al final sí hay un concepto: ella misma.
Puntuación: 8,2