Especial reseñas: 5 discos que no debes obviar (agosto 2017)

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Gordi – Reservoir

La australiana ama tanto a Bon Iver que, aunque no ha incluido la versión de 00000 million en su debut, sí que ha contado con S. Carey, miembro de la banda de Justin Vernon. Los parecidos siguen saltando a la vista, pero ella ha optado por una receta más pop y asequible, cercana al debut de este más que a la experimentación de su último disco (aunque haya versionado un tema de este), o incluso a London Grammar. Por ello ha decidido mantener su tema más celebrado, Can we work it out, que quizás con un poco más de promoción podría convertirse en un hit en listas.

Sí, su pop folktronico goza de gran potencial comercial, y eso es justo lo que a veces chirría, ya que por momentos parece que ansíe esa meta y en algunas canciones se limite a buscar ese estribillo emocionante y pegadizo a través de vías algo forzadas. Sin embargo, cuando acierta, lo hace de pleno, como en su mentado pequeño hit, Bitter end, Aeon, Heaven I know o Myriad (con este autotune tan… Bon Iver). Y hay más aciertos que deslices, por suerte, y no se trata de un disco de los que se olvidan a la semana. Hay chicha, mucha. La chica muestra un potencial portentoso y en el futuro es probable que termine en un gran sello. Solo hay que rezar para que no se deje vender.

Puntuación: 7,2

Briana Marela – Call It Love

Esta chica de Seattle, tras un debut algo desaliñado y confuso, ha definido su personalidad musical en un segundo disco donde ha contando con la producción de un par de miembros de Small Black. Por ello su sonido resulta mucho más etéreo, a su vez más reforzado, detallista y preciosista, pero sin eclipsar en ningún momento a su intérprete, que suele mostrar una faceta ciertamente pizpireta, algo tímida, pero coqueta y juguetona también.

Give me your love tiene ese lado picarón de Björk de los noventa, mientras que Be in love demuestra, pues eso, lo que es estar enamorado, flotando entre nubes, en lo que podía ser la canción de un anuncio de compresas de corte indie (eh, y no es despectivo). Menos animada (obviamente), pero sin dramas impostados, se muestra en I’m sorry, y en Feel what I feel, que podría estar hablando de drogas, nos da la mano para acompañarla, y a ver quién le dice que no. Pero también hay canciones donde pone el piloto automático en clave onírica y disperso en las cuales se explota en exceso su fórmula, en donde es fácil desconectar. Por suerte siempre hay algún giro o elemento inesperado que consigue recuperar nuestra atención.

Puntuación: 7

Cymbals – Light in Your Mind

Con tres discos a sus espaldas, y con el último de 2013 como el mejor recibido, el dúo londinense londinense (antes cuarteto) sigue apostando por un pop de pátina electrónica, pero esta vez más ligero, sin dejarse llevar tanto por la influencia de la new wave. Tras enfrentarse a su adicción a las drogas y un divorcio, Jack Cleverly podría haber optado por un sonido más oscuro, pero no ha sido así, como bien insinúa el título, y parece que ha escogido, por lo general, «the bright side of life».

Decay abre la veda con un pop electrónico medianamente bailable y de fuertes influencias balearic que, junto al interesantísimo Asmr, supone el número más sorprendente y experimental del disco. Car crash es una canción fresca y divertida y Talk to me es posiblemente la que más mira hacia los ochenta con acierto. A pesar de la menor presencia de la new wave, la magnífica Splitting sigue rindiendo cierta pleitesía hacia The Cure. Y la emocionante balada a piano a modo de cierre, Lifetime achivement award, pone la guinda a un disco variado pero coherente que les reafirma en el panorama indie.

Puntuación: 7,8

The War on Drugs – A Deeper Understanding 

Por ahora Adam Granduciel ha optado por seguir con la premisa de «si algo funciona, por qué cambiarlo». Sin embargo podía haber simplificado la fórmula para hacer de sus nuevas canciones más radiofriendly después de que tras el éxito de Lost in the Dream haya paladeado las mieles del éxito. Pero no, se mantiene fiel a sí mismo, y eso que ahora están en una major, y las canciones son más largas que un día sin pan, pero, como sucedía en su antecesor, de manera más que justificada (casi siempre). Su synth-rock no pierde ese irresistible puntito hortera tan inherente al género (recomendable reportaje de Pitchfork sobre el mismo, por cierto) y puede resultar digerible tanto para padres de familia como el asistente habitual a Primavera Sound. Y, gracias a Dios, tampoco se deshace del halo dream rock que es lo que realmente hace la banda tan especial.

Puede que al inicio se haga un poco cuesta arriba debido a su duración, pero ya desde el primer tanteo podemos captar la grandeza de temas como Holding on, In chains o Up all night. Es, como su anterior largo, de digestión pausada, en el que en cada nueva escucha se revelan nuevos arreglos que diferencian unos temas de otros, a pesar que de primeras desprenda cierta sensación de homogeneidad. Y, por supuesto, mantiene su espíritu «bigger than life» y no es complicado que se gane el título de banda sonora de nuestra vida. ¿Como es que no hay más series y películas que exploten sus canciones? No saben en Hollywood lo que se están perdiendo.

Puntuación: 8,2

Warm Digits – Wireless World

Estos dos chicos de Newcastle, después de un disco y un EP que pasaron bastante desapercibidos, se han querido poner las pilas con este nuevo lanzamiento. Para ello han contado con la presencia de Field Music y Sarah Cracknell de Saint Etienne, y un par de invitados más no demasiado conocidos, para aportar el toque pop para al menos una tercera parte del disco, porque en el resto de cortes su rock electrónico mantiene intacto su origen 100% instrumental.

A veces suenan más rock, como en la apertura Two to four degrees, que pasa de la contundencia casi heavy a lapsus espaciales. Después está  End times, que recoge de manera evidente el legado de The Rapture, y se trata de todo un trallazo para la pista, a la que le sigue la algo «neworderiana» en clave acelerada Wireless world. Vuelven a un rock entre rior grrrl y Blondie en Better friction para continuar con un big beat mutante en Victims of ideology, como también plasman en Fracking blackpool más adelante. El tema de Sarah tira por el electro-pop más ligero de primeras, para ir envolviéndose en una capa más noise conforme avanza. El electro-clash de The rumble and the tremor suena algo desfasado, aunque el kraut rock final de Shallow the city, con un poquito de OMD, levanta la líbido. Sí, algo intrascendente sí que es, pero mientras dure, que no pare la fiesta.

Puntuación: 7

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