LCD Soundsystem – American Dream

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Aclarado todo el embrollo de su falsa retirada, que al final se basó en una táctica para agotar las entradas de sus conciertos en el Madison Square Garden en 2011, ya es hora de quitarse cualquier tipo de enfurruñamiento de encima hacia James Murphy y compañía y abrazar un regreso que se agradece. El nuevo disco de LCD Soundsystem es puro ellos, y durante estos siete años poco ha cambiado. Un poquito menos punk, bastante más sintéticos, pero la fórmula se mantiene en American Dream, más para bien que para mal. Quizás si se note un poso más adulto (ahí la casi total ausencia de sentimiento punk), por lo que resulte menos bailable y a veces hasta algo autocomplaciente, pero siguen gozando de una frescura que, incluso afianzando la actitud de madurez, pocos llegan a conseguir en un cuarto disco.

También llama la atención respecto a su obra previa la manera en la que han manejado la emoción más pura en varias de sus nuevas canciones. Quizás sin llegar al nivel de la enorme Someone great, pero casi, Oh baby es todo un «bigger than life» en forma de baladón synth que pone la piel de gallina. Nunca habían comenzado un disco con un tema tan relajado en BPMs, pero sí la madurez era esto, no voy a ser yo quien se oponga. También se percibe en la ya conocida canción que da nombre al disco, que podría haber terminado sonando en el Bang Bang Bar de Twin Peaks, y que durante sus seis minutos (sí, el extenso minutaje sigue siendo marca de la casa) plasma la atmósfera enrarecida pero también romántica de la serie, conjugándose a la perfección con la idea de aburgesamiento y apatía que conlleva el paso de los años mientras supuestamente se vive el sueño americano. Y el cierre del álbum, Black screen, te pondrá con el corazón en un puño, y ya no solo por su melancolía synth al más puro estilo The Cure, sino también porque va dedicada a su amigo Bowie. ¡Y hasta rozan lo trágico en la sentida I used to!

Viendo los resultados, ¿por qué antes no lidiaban tanto con este tono? La realidad es que se encumbran como los mejores temas del álbum, y además esta vez en su faceta más descarada no siempre aciertan de pleno. Quizás porque ya no resulta tan descarada y sobre todo desfasada como antaño. Aquí es donde la madurez se torna más problemática. Sin embargo, aunque Other voices no sea Get innocuous, su acertado prisma sobre la sobreexposición de ideas contrapuestas en la cibersociedad actual resulta interesante, al igual que la presencia de Nancy Whang, que nunca recibe todos los elogios que merece; y Emotional haircut no decepciona como continuación no oficial de Drunk girls, pero tampoco es para tirar cohetes. En cambio el electro-despiporre de Tonite les sienta de lujo, con una lírica que transita entre el optimismo más utópico («todos los hits dicen lo mismo, solo nos queda esta noche, que la vida es finita, pero parece que es para siempre») y el choque contra la cruda realidad («te lo prometo, te estás haciendo más viejo»).

El ramalazo U2 de Call the police, por mucho que odies a U2, mola, y aunque los nueve minutos de How do you sleep, dedicada a la tortuosa relación con Tim Goldsworthy, co-fundador de DFA, pesan demasiado, su inusitada oscuridad es nuevo terreno a recorrer por la banda. Así estamos al que es posiblemente su disco más variado en lo que se refiere a tonos, aunque por lo general, incluso cuando más luminosos se muestran musicalmente, siempre encontramos un poso agrio en sus letras. Sin embargo la razón por la que, como aludía en el primer párrafo, se mantienen fieles a su naturaleza, va más allá de aspectos formales o de contenido, o al menos en su vertiente más definida. Si mantienen su espíritu casi intacto es porque de alguna manera siguen haciéndonos sentir vivos. Incluso aunque no estemos ante su mejor disco.

Puntuación: 7,8

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