Cut Copy – Haiku form Zero
Cuando pedimos que nos hagan bailar generalmente no somos demasiado exigentes con la trascendencia de la música que nos pinchen. Una melodía pegadiza, un ritmo machacón y si resultamos ser un tanto tiquismiquis, una buena producción (depende del grado de alcohol en nuestro cuerpo, también). Sin embargo Cut Copy, sin presentarse como una versión movida de, no sé, Bob Dylan, siempre han emanado ese halo de cierta trascendencia que hacía que bailar sus canciones fuese una experiencia más allá de lo antes mencionado, que por supuesto siempre lo han tenido, y bastante por encima que la mayoría además. Hasta temas culebronescos como Hearts on fire, que en teoría se podría considerar como un vehículo de dance sentimentaloide vacuo, no pecaba en ese aspecto y sabía imbuirnos tan bien en drama lacrimógeno como en el elemento fiestero.
Sin embargo en Haiku to Zero se ha perdido parte de esa trascendencia y el sabor que deja, aunque delicioso, resulta algo liviano. No goza del concepto de Free Your Mind o de la solidez compositiva de Zoonoscope, aquejando de una actitud demasiado voluble para los cuatro años que han pasado desde su último disco. También da la sensación de que han tomado retazos de obras previas y los han mezclado con nuevos elementos en un trabajo por momentos algo deslabazado. Y a pesar de todo, tampoco decepciona, porque la banda posee una esencia tan definida que es capaz de reunir al final los diferentes afluentes de un mismo río. De lo que tampoco han perdido un ápice es de encanto, tan magnético como siempre. Sí, hay que empezar siempre por las malas noticias, pero buenas las hay, y son las que más.
Algunos les echaban en cara que el primer single, Airborne, no destilaba la fuerza melódica de hits de antaño, lo que es verdad, pero tiene madera de grower, y los arreglos funky le vienen de perlas al sonido de la banda, como también sucede en Counting down, más típicamente Cut Copy que esta. A Standing in the midde of the field, segundo adelanto, le pasaba algo similar, pero su tropicalismo bien entendido es capaz de revertir cualquier mueca de insatisfacción. Vuelven a estribillo infeccioso pero para nada simple en Black rainbows, mientras que Stars last me a lifetime es esa típica canción plana y monótona típica de los australianos que de primeras pasa algo desapercibida y que con el paso del tiempo sobrevive por encima de otras más evidentes. Y porque algunos les consideran dance-rockers, sacan a relucir esta faceta con acierto en No fixed destination, donde los tan vilipendiados «oh-ohs» aquí suenan a gloria.
También nos topamos con el consabido relleno, en este caso Memories we share y Living upside down, que tampoco desentonan, pero que sin duda necesitan de un rescate que, increíblemente, llega en forma de balada. Ya demostraron en el anterior disco con Walking in the sky a modo de cierre que las baladas tampoco se les dan mal, y ahora con Tied to the weather lo reafirman y además saben finiquitar el álbum con alma. Ese alma que a veces no está tan presente como debería, sí, que es lo que pasa factura a la mentada trascendencia. Y sin embargo, por lo general, encontramos canciones como soles, aunque no estaría del todo seguro si alguna podría entrar en su top 10. Porque es que otra cosa no, pero de hits van sobrados.
Puntuación: 7,2