Fever Ray – Plunge
Es casi imposible no hablar de The Knife cuando se quiere hablar de Fever Ray. La irrupción a principios de los 00’s de la música de los hermanos Dreijer supuso una renovación de la idea que teníamos sobre el electropop. Procedentes de Suecia, el dúo se abrió paso con su LP debut homónimo (2001, Rabid Records), pero no fue hasta la publicación de su segundo álbum, Deep Cuts (2003, Rabid Records), cuando empezaron a llamar la atención gracias a esa mezcla de pop empalagoso y casero sobre una base de electrónica experimental que desprendía cierto bouquet a tradición sueca eurovisiva. Con Silent Shout (2006, Rabid Records), el sonido de The Knife fue consagrado por la crítica pero empezaba a virar; si su predecesor se mostraba como un disco sentimental y plástico, este último recorría una atmósfera más postindustrial y árida, donde empezaba a calar un discurso socialdemocrático. Los hermanos, hasta entonces reticentes para dar conciertos, decidieron dar un pequeño paso para la humanidad pero un gran paso en su historia: Silent Shout: An Audiovisual Experience. Los directos contaron con las visuales de Andreas Nilsson y el dúo jugaba con la identidad, el anonimato y la estructura del escenario. Finalmente, su concierto en la ciudad sueca de Gothenburg fue grabado, editado y distribuido para dar fe de la que posiblemente fue una de las puestas en escena más rompedoras de principios de milenio.
En los siguientes años The Knife se desvaneció progresivamente. Poco se sabía del paradero de los hermanos salvo que Olof Dreijer (parte masculina del dúo) producía bajo el alias de Oni Ayhun. No fue hasta el año 2009 cuando Karin Dreijer dio señales de actividad. Esta vez volvía en solitario bajo el nombre de Fever Ray. Su álbum de debut y homónimo nos hablaba desde una crisis personal, una depresión postparto concretamente, al mismo tiempo que una crisis financiera empezaba a azotar a la sociedad occidental. Fever Ray (2009, Rabid Records) se alejaba bastante de todos los trabajos previos de The Knife. En estos inicios, la música en solitario de Karin ahondaba en un sonido más orgánico y oscuro, rico en percusiones tribales, y su voz se introducía en un espectro sobrenatural a base de pitch-shifting. Más allá de conformar un maridaje de sonidos atmosféricos y africanos y letras lisérgicas, Fever Ray era capaz de hacerte sentir la respiración de un fantasma en la nuca y ponerte los pelos de punta. Ciertamente el prisma de la depresión se dejaba entrever en algunas letras. Quizás la más intensa se encuentra en When I grow up, donde se nos habla de las cosas que hacemos para distraernos de nuestra propia soledad, la sensación de haber perdido el tiempo en algo y de las ideas mágicas que todos tenemos sobre el destino o envejecer (“waiting for it to embrace me”/”waiting for it to come back to me”/”you’ve got cucumbers on your eyes/too much time spent on nothing/waiting for a momento to arise”).
Este primer periplo en solitario de Karin Dreijer terminó tras una serie de conciertos de despedida. Simultáneamente a su fin, la música de The Knife y Fever Ray empezaron a calar en la cultura popular. Ya no hablamos solamente de un cover de José Gonzalez que alguna compañera tuya de universidad procedente de un colegio privado del Opus Dei postearía en su Tuenti. Ni de la recogida de premio más lady-gaguiana sin ser protagonizado por Lady Gaga. Ni del abuso que ha hecho Xavier Dolan de su música en sus películas como aquí , aquí o aquí. Si no su aparición en producciones destinadas a un público más amplio como en Breaking Bad, en el videojuego Pro Evolution Soccer 2011 o más recientemente en la intro de Vikings.
Visto en perspectiva parece que el laboratorio sonoro y compositivo de los hermanos Dreijer nunca se detuvo. Llegamos así ya al año 2010 cuando presentaron una ópera electrónica basada en la Teoría de la Evolución de Darwin y que contaba con la colaboración de Planningtorock y Mt. Smits. En Tomorrow, In a Year (2010, Rabid Records) la experimentación sonora de The Knife estaba a pleno rendimiento para, unos años más tarde, dar lugar al que hasta ahora ha sido su último trabajo como dúo: Shaking the Habitual (2013, Rabid Records). Los cantos de aves metálicos que salpicaban Tomorrow, In A Year y las pistas de Oni Ayhun pegan un salto a este nuevo álbum. En Shacking The Habitual abundan también los ritmos africanos y percusiones contundentes de Fever Ray pero electrificados. Aquí ya no hablamos de evolución biológica sino de teoría queer. The Knife no solo abrazan a Michel Foucault si no que muestran un manifiesto anticapitalista, en defensa de las libertades individuales, el feminismo y el ecologismo y un discurso basado en el empoderamiento y la identidad fluida en el que la música actuaría como catalizador para un cambio estructural. Todo ello surge en una Europa convulsa por una larga crisis económica, con los primeros síntomas de homofobia en Rusia y la escalada de los partidos de extrema derecha en toda Europa. Esta vez sus directos se convirtieron en una confusa pero colorida bacanal tribal repleta de bailes, pregrabados y cambios de género en alguna de sus canciones, confirmando así la vertiente performativa de ambos hermanos.
Tras tres años en barbecho, una serie de vídeos en la página de Facebook de The Knife anunciaban este año la publicación del directo Shaking the Habitual en Live at Terminal 5. Lo que nos pilló a todos por sorpresa fue la noticia de que Fever Ray tenía preparado un nuevo álbum para el 27 de octubre llamado Plunge (2017, Rabid Records), acompañado de un manifiesto en el que se afirma que la “decisión de caer es más dura que la caída en sí misma”. Como adelanto presentó el single To the Moon and Back, y las primeras reacciones inundaron la web, siendo lo más destacado el cambio estético y de registro que Fever Ray había abrazado.
Ocho años separan a Fever Ray de Plunge. Hasta ahora, The Knife se mantenía como un grupo en constante cambio y Fever Ray se sentía como un oasis materno en plena evolución sonora. Pero ya no. Si la música de la bandarepresenta una politización gradual y la antigua Fever Ray una visión instrospectiva, en esta nueva obra la visión se quiebra y queda parcialmente obsoleta. En Fever Ray ahora hay un movimiento rupturista con su pasado en solitario y hay un cambio de mensaje desde lo romántico y bucólico hacia uno político y crudo como nunca antes había demostrado ella. En general, Plunge se siente como un álbum mucho más rabioso, volviendo al deleite de los sintetizadores y cajas de ritmos de los primeros álbumes de The Knife pero con un mensaje más cercano al de Shaking the Habitual. Así, en This country ella canta “Free abortions and clean wáter/ Destroy nuclear” o “Every time we fuck we win/This house makes it hard to fuck/ This country makes it hard to fuck”.
Si la antigua Fever Ray estaba obsesionada con el amor y las relaciones madre-hijo, en Plunge las obsesiones de Karin parecen apuntar más bien al deseo (en estado muy crudo), al amor y al placer sexual desde una posición que sorprende por su honestidad y naturalidad. Parte del revuelo que sucedió al presentar el single vino al escuchar “I want to run my finger up your pussy” tras disculparse de su ausencia con un “Hey, remember me?/ I’ve been working like crazy” y con una línea instrumental que recuerda al sonido de The Knife en Deep Cuts más que en el que teníamos encasillada a la antigua Fever Ray. El videoclip, dirigido por Martin Falck, profundiza en la dimensión sexual y evolutiva del personaje haciendo uso de una estética BDSM y cibernética.
No obstante, dentro de este cambio hay espacio para paisajes más sosegados y misteriosos como en Mustn’t hurry, Red trails o Mama’s hand. Estos contrastan con el deseo, el tabú social y el peligro que sobrevuelan este álbum. Ella dice muchas cosas, algunas más explícitas y otras más encriptadas o solapadas con el ruido, pero las dice. Plunge es duro la mayor parte del tiempo, a veces llegando incluso a ser disonante como sucede en An itch. Fever Ray ya no abusa del pitch-shifting y combina su virtuosa voz con sonidos estridentes como se puede apreciar en Wanna sip o acompañando a la viola en Red trail. La voz está a veces desprovista de filtros y en otras ocasiones saturada de reverberación. Uno de los momentos álgidos del álbum sucede en Falling y la construcción de un muro sonoro a base de alarmas y pitidos que Karin intenta escalar con su voz como superando un tabú mientras canta “She makes me feel dirty again/ That old feeling of shame”. También el electro latino que nos dejó Shaking The Habitual parece manifestarse aquí rotundamente en IDK about you, del que llama la atención la voz de Karin desgarrada que parece sacada de Kino.
El álbum termina con Mama’s hand, con una base electrónica parece una fusión de Forest Families con Echoes from Mamori de Olof Dreijer y se retoma la temática de la maternidad y la familia que parecía extinta en la actual Fever Ray. Estos acordes y este mensaje parecen difundir al resto de temas de este álbum dándole otro sentido, como la última pieza del puzzle que falta por encajar y sobre la que ella nos hace especial hincapié para que pensemos en el lugar que ocupa el amor en todo este conjunto: “The final puzle piece/ This little called love/ The missing thing called love/ A little thing called love”. De alguna forma ella nos está dando los detalles encriptados y nosotros debemos adivinar o insinuar la historia que hay detrás.
Plunge es ante todo un álbum sobre la libertad que proporciona la transformación. Esta transformación aquí tiene lugar a dos niveles: el estilístico y la asunción de una postura política explícita crítica. Plunge es también un mal trago por lo políticamente correcto como método de censura. La violencia en público, en cualquier vertiente, parece despertar menos rechazo que una afirmación sexual sobre la libertad del individuo y Fever Ray aquí juega con esto y contigo.
Puntuación: 9