Bonobo en Wizink Center, Madrid
Esta era la tercera vez de Bonobo en España durante 2017, tras agotar en Madrid y Barcelona a comienzos de año en salas grandes y después de congregar en FIB a una gran masa de gente. Ahora volvía a la capital de la mano de Houston Party en un recinto todavía más grande, el formato ring del Wizink Center (¡Palacio de los Deportes «4eva»!), y de nuevo con todo vendido. Nadie esperaba hace un año que el británico fuese capaz de congregar tal cantidad de aforo, pero puede, y más de una vez si hace falta. Quizás haya tenido que ver el buen recibimiento de Migration, o, más posiblemente, el boca a boca, porque su presencia en medios o festivales nunca ha resultado excesiva y ha sido con 40 años cuando el mundo ha sido realmente consciente de su valía.
Comenzando con puntualidad inglesa, ya se sabía que su espectáculo electrónico no se basa en él tras una mesa y a correr. Por momentos reunía hasta siete músicos más él sobre el escenario, porque a pesar de que muchos sonidos no se puedan reproducir orgánicamente, actualmente hay una peligrosa tendencia de enlatar hasta las guitarras. Varios vientos, guitarras, batería o diferentes teclados se unen a la voz de una vocalista, Szjerdene, que entona los temas cantados de su discografía, incluyendo las voces masculinas, como en No reason de Nick Murphy (uno de los momentos cumbre de la velada, por cierto). Por supuesto se produjo algún que otro momento para lucimiento único y exclusivo de Simon Green, sobre todo para esa sección del público que esperaba algo más cercano al concepto dj solitario.
Y hablando del público, más concretamente de ese tipo de público que esperaba una rave, no encontraron, salvo excepciones, lo que esperaban, por lo que no era complicado escucharles vociferar sus aventuras diarias como si estuviesen en la fiesta naranja y el chunda chunda fuese a eclipsar sus comentarios para el resto. Y es que hubo hasta baladas, porque, sí, la experiencia que presenta Bonobo puede perfilarse como bailable por momentos, pero sobre todo se trata de una experiencia escapista y de corte etéreo, por muy electrónica que resulte. El problema es el de siempre: enlazar electrónica con fiesta, y, aunque hasta cierto punto resulte comprensible, hay grises o cambios de guión, por lo que, como público, también tenemos la obligación de saber adaptarnos al contexto. Pero como siempre, hay gente que parece que no sabe dónde se ha metido, y su relación con la música suele destacar por la polarización.
Al menos las preciosas proyecciones ayudaban a escapar de estos inconvenientes. Con una definición de imagen espectacular, buena parte de los visuales se basaban en entornos naturales con fuentes de luz artificiales, muy de la mano de la estética general del proyecto, y que define su espíritu como pocas imágenes: naturaleza pero con un toque místico y misterioso. Los juegos de luces estaban a la altura, conformando una puesta en escena que ya querrían para sí otras figuras relevantes de la electrónica internacional. Se nota que el gran formato en un recinto como este le viene de lujo de cara a potenciar su fuerte propuesta visual, que una sala, por mucho que sea de gran tamaño como La Riviera, no puede ofrecer. Todo destila un buen gusto que redondea la experiencia musical.
Sin embargo, todo es tan elegante que por momentos el conjunto puede pecar de agradable en su peor definición. Como si todo siguiese una patrones del buen gusto tan cuadriculados que se echara en falta algo que realmente impacte o sobresalga. Quizás también se trate de algo que se le pueda echar en cara a su faceta en estudio. ¿Electrónica aburguesada? Puede, y no obstante, ¿cuál de las que llena grandes recintos no lo es? Al menos él opta por otra vía que se aleja de la vena rave e intenta (y lo consigue) trasladar el espíritu del álbum al directo. Además, momentos como Kerala, Cirrus, Kong, la mentada No reason, Samurai o Break apart, merece la pena vivirlos in situ. Y más con un sonido que, sin resultar perfecto (a veces algún elementos como los vientos o la voz quedaban enterrados), acompañaba.