Especial reseñas: 5 discos que no debes obviar (noviembre 2017)

bjork

Baths – Romaplasm

Tras la oscuridad de Obsidian, la luz se abre camino (aunque como paso intermedio, su EP Ocean Death). Sin embargo, a pesar del cambio de tono, que también se ve claramente reflejado en su lírica, no se puede decir que este tercer álbum haya variado en exceso la esencia de su predecesor, al menos en lo que se refiere al sonido. El californiano sigue apostando por el pop electrónico de corte glitch, aunque quizás esta vez ha sido el concepto pop el que más se ha visto reforzado. Yeoman, el pizpireto primer single, apuntaló esta idea, que por lo general se mantiene en el resto de un álbum que exuda placer.

Los adorables cambios de ritmo en Abscond; el intimismo de Human Bog con un colchón glitch al 200%; el alocado bubble gum de Adam copies; el delicado interludio Lev; el inesperado techno experimental de I form; o la indietronica dosmilera en Out y Boradback conforman un álbum menos arisco y digerible que el anterior (lo que para algunos ha supuesto un problema). Una fantasía pop escapista, ideal alejarse de la cruda realidad.

Puntuación: 7,5

Björk – Utopia

Tras el disco postruptura en Vulnicura, la islandesa abraza la vida. Todo tipo de flautas y el piar de los pájaros (de su país, por su parte, y de Venezuela, por parte de Arca) transmiten esta actitud en un disco donde de nuevo la naturaleza goza de un importante papel, en este caso con función sanadora (aunque también hay mal rollo, como en Sue me, donde se queda a gusto soltando mierda contra su ex).

Por supuesto, como no podía ser de otra forma en un disco firmado por ella, los pasajes sonoros son increíbles, repletos de detalles y ciertamente evocadores; sin embargo, como le sucede de unos años a esta parte, muchas de sus canciones no saben hacía dónde tirar melódicamente. Una cosa es no contar con una estructura pop definida y hasta cierto punto cliché, y otra algunos excesos que rozan el caos más absoluto. En su predecesor ya sucedía, pero también encontrábamos temas grandiosos; aquí también, pero hay bastante más cortes y se pierden entre ellos. Y la lírica tampoco es que sea del otro mundo. Y a pesar de todo hablamos de una artista quemerece ser escuchada da igual que no siempre para un disco enorme. Incluso aunque estos a veces nos superen.

Puntuación: 6,5

Liima – 1982

Mientras que Efterklang siguen en «stand by», sus tres miembros oficiales se han unido a Tatu Rönkkö en este proyecto que no hay duda de que les debe de estar satisfaciendo, porque en poco más de un año han publicado dos álbumes. Se mantiene el gusto por las atmósferas de su banda madre, pero también se encuentra algo más orientado al pop. O al menos por momentos: 1982, la canción, es un himno de art pop ambiental, pero David Copperfield resulta mucho más enredada en su estructura y maneras como para calificarla como pop. O a veces mezcla ambas vertientes, como en Life is dangerous, que comienza oscura y esquiva, y que luego deriva en un synth ochentero casi new romantic.

A pesar de la importancia de esta década en el concepto del álbum, en ningún momento se acerca al homenaje vacío o pastiche. El kraut expansivo de People like you, el pop cósmico en 2-hearted o el sophisti-pop de Jonathan, I can’t tell you son excelentes temas que miran hacia esos años, pero no pierden de vista el presente. Aunque muchos echen de menos a Efterklang, con este cuarteto la espera no molesta.

Puntuación: 8

Taylor Swift – Reputation

Tras darnos a entender que la víctima es ella en Look what you make me do, la (¿ex?) novia de América tampoco es que reafirme demasiado esa idea y otras similares en el resto del disco. Al final, como sucedía hace poco en Witness de su archinémesis Katy Perry, el supuesto concepto del álbum, en este caso poner las puntos sobre las íes a su ejército de enemigos, se diluye con canciones en su mayoría sobre amoríos, flirteos y demás. Ya se sabe que «álbum conceptual» y «popstar» son dos términos casi antagónicos, por mucho que lo intenten. Y tampoco pasa nada, ya que, a pesar de carecer del encanto y la frescura pop de 1989, (la pátina pop’n’b es evidente: el pop más puro no se lleva), Taylor acierta de nuevo.

Es verdad que la agresividad del ciertas producciones, especialmente en su primera mitad, no casa con sus limitaciones interpretativas (no le va demasiado lo de chica mala, y no sabe demostrarlo vocalmente); y sin embargo su valía en la composición, con gran cantidad de ganchos, es intachable. Hay mucho temazo como Ready for it, Dress, Getaway car, This is why we can’t have nice things, Delicate o Dancing with our hands tied, e incluso moñadas como King of my heart y Gorgeous terminan, por una razón u otra, conquistando. Así que, a pesar de que su persona no nos mate, como artista pop mainstream no tiene demasiada competencia a día de hoy.

Puntuación: 7,2

Lost Horizons – Ojalá

Asumiendo que Cocteau Twins no volverán jamás, al menos se agradece que sus miembros, aquí el bajista Simon Raymonde, sigan adelante con interesantes proyectos como este. Con las voces de artistas como Marissa Nadler o Sharon Van Etten, va tejiendo junto a Richie Thomas un cancionero indie soft rock acogedor y algo melancólico ideal para días otoñales como los que nos acompañan.

Esta etiqueta por supuesto se queda algo corta, ya que hay ramalazos de Dead Can Dance (con los que compartían sello Cocteau Twins) en The tide, un poso entre post rock y melodías sesenteras en The engine, el folk crepuscular de She led me away, o la balada a piano en Frenzy fear, pero por lo general, y si juntamos a la gran cantidad de vocalistas, las canciones comparten un mismo let motiv. El mayor «pero» es que quizás sobran algunos temas de sus setenta minutazos, ya que culpa de ello a veces la escuchar puede quedarse en una experiencia simplemente agradable si llegamos a desconectar. Y hay mucho donde rascar.

Puntuación: 7

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