10 cosas que nos sorprendieron (para bien o para mal) en 2017
2017 llega a su fin y no todo iban a ser listas y más listas. Bueno, sí, esto de alguna manera también lo es, pero en verdad se trata más una exposición de la realidad musical del año, más allá de artistas, álbumes o canciones, a través de diez puntos que marcaron un antes y un después y que en muchos casos lo seguirán haciendo.
Operación Triunfo al final sí ha sido para tanto
Con la primera gala todos nos echamos las manos a la cabeza por el nivel de caspa circa 2001 que transmitía, y tras esta la audiencia se desplomó. Pero gracias a la frescura de los concursantes, que muestran a una juventud mucho más abierta y ecléctica que el formato original, al empuje de las redes sociales y el canal 24 horas (convergencia digital total) y a cierta renovación en el repertorio, ha conseguido no solo salir a flote, sino convertirlo en el éxito televisivo de la temporada (y no solo respecto a la audiencia, sino a los consiguientes discos o conciertos). La caspa no se ha volatilizado del todo, véase la gala de Navidad con los miembros de la primera edición, pero al menos la evolución resulta palpable.
El regreso del shoegaze
El género nunca ha destacado por sus picos de popularidad, y aunque siempre ha estado bien considerado, nunca suele terminar en lo más alto de las listas del año o encabezando festivales (por lo general, cualquier estilo de corte onírico). Y sin embargo este año se ha producido un comeback, cuando los comebacks se suelen quedar a medio gas, tan increíble como el de Slowdive. El de Ride no ha resultado tan espectacular, pero también debe ser reivindicado. Y Wolf Alice, dentro de su variedad sonora, ha hecho acopio del género, como en Heavenward, una de nuestras canciones favoritas del año. No hay que olvidarse de lo nuevo de Jefre Cantu-Ledesma, que ha dado una vuelta de tuerca al género. Hasta en España hemos tenido a Ghost Transmission. Un buen año, sin duda.
Popstars a contracorriente
Ahora que sus años dorados ya no lo son tanto, en parte por la eclosión de estrellas masculinas, las chicas y no tan chicas del pop están haciendo un poco lo que les viene en gana. Miley Cyrus y su vuelta al country; Kesha abandona el pop petardo; Katy Perry con singles que se desmarcan de modas actuales y un disco bien modernete; Lorde rompiendo con las ataduras comerciales con un discazo; Selena Gomez, entre dos aguas, eso sí, pero muy a su rollo en los singles sin productores EDM; Tove Lo dinamita sus posibilidades de éxito con un disco escurridizo; Nelly Furtado da por perdida su carrera comercial; y ya el año pasado Beyoncé, Rihanna o Lady Gaga hicieron acopio de ello, aunque luego haya habido atisbos muy comercialoides como The Cure o Wild thoughts durante 2017 (tampoco se van a convertir en Patti Smith de la noche a la mañana).
Bienvenidos a 1999: lo latino lo invade todo de nuevo
A finales del siglo pasado estrellas como Ricky Martin, Marc Anthony o Jennifer Lopez, que reivindicaban los ritmos latinos, rompieron las listas anglosajonas. Ahora vivimos un renacimiento de la cultura latina en la música, con hits de Luis Fonsi, Maluma, J Balvin o un Enrique Iglesias que no falta ningún verano, y tropecientos artistas nuevos o no tan nuevos que trufan las radios y playlists con sus canciones. Sin embargo, a diferencia de aquellos años, todo está basado en singles, y estos nombres no se consolidan con discos, un escenario que en realidad refleja la actual tendencia del mercado musical, ni mas ni menos. Y sí, la mayoría son hombres cantando y haciendo gala de su machirulismo o machismo.
El acoso sexual, también en la música
Lo increíble es que no haya ocurrido en el submundo latino, donde el machismo campa a sus anchas, y sea este el que protagonice este tipo de noticias. La pregunta es, ¿no sucede o todavía no ha estallado al estilo Weinstein? Habrá que esperar, pero donde ha sorprendido (vivan los prejuicios) ha sido en el indie, con casos como el de Matt Mondanile de Ducktails (y nos enteramos del por qué se fue de Real Estate el pasado año) o el más sorprendente, por eso de su cultura queer de corte claramente progresista, de PWR BTTM. Y la pregunta que surgía de este caso, el más doloroso, era, ¿su música sigue manteniendo los valores que pregonaba? Una cuestión con chicha. Y el triunfo jurídico de Taylor Swift o la acusación hacia Miguel también han copado titulares en el ámbito mainstream. Para bien o para mal.
El pop, herido, pero no de muerte
Este año, como viene siendo por desgracia habitual, los atentados siguen aterrorizando medio mundo, y por si fuera poco esta nos tocó a nosotros (en esa Barcelona por la que muchos lloraban en agosto, pero aborrecían tan solo un mes después…). En mayo muchas personas, incluyendo menores, perecieron o quedaron heridas a la salida del concierto de Ariana Grande en Manchester, lo que se suma al trauma del resto de asistentes. Una tragedia que también apuntó hacia el pop y todo lo que representa en la cultura occidental (en el cual no todo siempre es positivo, claro). Y sin embargo, a pesar del daño, y puede que por nuestra memoria caduca, o porque las ganas de disfrutar de la vida sean más grandes que el miedo, el pop resucitó. Y siempre lo hará.
El trap, el nuevo pop en España
Y en todo el mundo. Pero en países más acostumbrados a que el hip-hop y similares reinen en las listas no resulta un factor extraño, ya que el trap nace de este. Sin embargo en España, donde los ritmos negros más agresivos nunca han cuajado a nivel comercial, 2017 ha supuesto el culmen de una cultura que nació hace unos años y ha ido extendiéndose paulatinamente hasta conquistar a muchos y a muchas (y generar toneladas de odio por igual), y sobre todo hacerse un hueco en la cultura popular nacional. Incluso artistas latinos como Maluma han aportado su granito al género para que traspase la marginalidad. También ha provocado que muchos fans se bajen del carro, como ha sucedido desde que C. Tangana firmó con Sony. La sobrexposición es lo que tiene.
Trump y todo lo demás
En 2016 ya surgieron enérgicas protestas hacia la candidatura del multimillonario a un peluquín pegado, pero cuando realmente ganó (lo que nadie esperaba), la presencia política en el ámbito musical no mermó. Eso sí, los ánimos y la fiereza, sí, y el pesimismo se adueñó de muchos, pero no de todos. Lana del Rey, Miguel, The National, Belle & Sebastian, Katy Perry, Broken Social Scene, Father John Misty o Austra expresaron sus ideas sociopolíticas, a veces más allá de Trump y Estados Unidos. Muchos no creen que la música debería darse de la mano con ideologías y política, pero al fin y al cabo todo ello forma parte de nuestra vida diaria y afecta a todos sin excepción. Las canciones no siempre van a girar en torno al amor y desamor, ¿verdad?
¿La caída de un mito?
Arcade Fire, tras cuatro discos impecables (o casi, Reflektor tuvo sus detractores), ha pinchado este año con un trabajo tan irregular como Everything Now, capaz de lo mejor y de lo peor. Tampoco es un drama, pero hay fans que se lo han tomado fatal y otros han aprovechado para unirse al linchamiento, porque ¿qué mejor que ayudar a desmontar a un grupo mítico? Lo curioso es que, cuando sucede esto en el ámbito indie o alternativo, suele ser porque se acercan peligrosamente a terreno comercial, pero este no es el caso (aunque el popero primer single levantase ampollas entre algunos). Tampoco ha ayudado una errática y polémica campaña de marketing. Y vas sumando y sumando y voila, un «tú antes molabas» en toda regla. ¿Injusto? Sí, y puede que hasta triste.
La salida del armario de los problemas de salud mental
Año tras año se va desestigmatizando las enfermedades mentales, pero todavía queda un largo camino por recorrer. Por suerte cada vez son más los que se unen en esta lucha, como Jay-Z, Selena Gomez o Demi Lovato, expresando sus problemas públicamente (aunque algunos digan que solo es por llamar la atención), Michael Angelakos, reafirmando su compromiso con la creación de Wishart Group, y hasta uno de los temas más exitosos de estos últimos meses, 1-800-273-8255 de Logic, trataba sobre el suicidio de manera directa y sin tapujos. Y por desgracia la muerte de Chris Cornell y Chester Bennington deja constancia de que la peor consecuencia de algunas de estas enfermedades sigue siendo una de las grandes pandemias de la sociedad actual.