10 años de «Oracular Spectacular» de MGMT: lo que supuso para el indie millennial

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Oracular Spectacular de MGMT nació un 22 de enero de 2008 (¡qué viejos somos!), por lo que esta semana se cumplen diez años de su publicación, lo que además casi coincide con el lanzamiento su cuarto disco, Little Dark Age, con fecha para el 9 de febrero. Quizás no lo hayan querido hacer coincidir del todo por eso de que las comparaciones, más allá de calidad de ambos, son odiosas. Y es que tras aquel exitoso debut, sus discos han ido cuesta abajo tanto en ventas como en popularidad (incluso aunque para muchos Congratulations se erija como su gran obra). La banda sufre el síndrome del primer disco, y si me apuras, de los primeros hits: todo el mundo que se acerca a uno de sus directos es lo que ansía escuchar. Tanto que, en algunos conciertos de la gira de presentación de su segundo disco, interpretaron dos veces Kids para que la masa se quedase tranquila, lo que no decía mucho acerca de su confianza hacia su propio repertorio.

No es nada nuevo que durante la escasa historia de la música popular contemporánea, durante son los grandes éxitos suelen pesar más, algo menos en los fans más acérrimos, al 100% en los casuales. Dentro del indie por supuesto también ha sucedido y sucede, pero también es cierto que debido a su propia naturaleza, la diferencia entre singles y discos en términos de popularidad no se antojaba tan abismal. Pero tras la llegada del nuevo milenio y la radicalización de la música comercial y su exposición, muchos, ante tal empacho de mamarrachadas, comenzaron a indagar en otros estilos, pero sin despegarse demasiado de sus antiguos hábitos: los álbumes, ya si tal, que se los escuche otro. El indie se convirtió, en parte, en mainstream, la burbuja festivalera comenzó a hincharse y no resultaba extraño oír a tu amiga choni decir que le gustaban MGMT (una o dos canciones, obvio).

Del álbum se publicaron tres singles, Time to pretend, Electric feel y Kids, cada uno con más éxito que el anterior. Y no un éxito que surgió de un día para otro, claro, porque el indie no funciona de la misma manera que el ámbito comercial, ya que no goza del mismo apoyo de radios, medios y demás parafernalia, y menos si hablamos de unos debutantes. Fue un crecimiento lento pero seguro, muy seguro, tanto que, echando un ojo a las escuchas en Spotify de los tres temas, cada uno por separado supera a la gran mayoría de éxitos comerciales de aquel año, como Womanizer, I kissed a girl, Just dance, If I were a boy o 4 minutes. Que algún artista de origen indie tenga la suerte de petarlo con un single es para ponerle un piso, que MGMT lo consiguiesen con tres, es un milagro que por ahora no se ha vuelto a repetir.

Lo curioso es que parece que también convenció a los que prefieren el formato álbum, porque se estima que hasta hoy ha vendido cerca de los dos millones de copias. Se dice pronto, y muchos artistas comerciales matarían por estas cifras. También es verdad que cuando se publicó y, pongamos, los dos años siguientes, cuando sus ventas estaban en alza, el streaming se encontraba todavía en pañales, por lo que no chirría que muchos de sus fans casuales, los que solo les interesaban los singles de turno, lo adquiriesen. Pero no hay que desestimar el logro: tanto por el lado de singles, como por el de álbum, construyeron una estrategia tan perfecta como posiblemente involuntaria.

Y por supuesto hay que reconocer que, a pesar de pecar de cierta irregularidad, el disco molaba y ha envejecido bastante bien, por lo que se entiende el fervor de algunos a la hora de defenderlo y que las ventas acompañasen. Entre los singles Time to pretend es lo mejor que han hecho y posiblemente harán en su vida; un himno que funciona tanto en una faceta emocional como irónica. Kids, aunque hayamos acabado un poco hasta el gorro del riff de teclado, es un hit de tomo y lomo, y el rollito de los primeros Scissor Sisters plasmado en Electric feel sigue siendo irresistible. Canciones con pegada como la muy Rolling Stones Weekend wars, la pseudoacústica Pieces of what o  The Youth y sus interesantes giros de tono se entremezclan con otros temas no tan inspirados, pero que al final conforman un conjunto muy digerible y sobre todo entretenido.

Algunos dirán que en realidad The Strokes fueron pioneros en traspasar las barreras del indie más sectario, y en parte es cierto, con un debut muy bien vendido que incluía dos hit singles (pero no tres, ¡ja!). Sin embargo Is This It se publicó siete años antes, cuando la piratería no era el pan de cada día, y aun así las ventas entre ambos álbumes fueron similares. Además el panorama comercial no resultaba todavía tan distante respecto al indie como a mediados y finales de la década, lo que indudablemente benefició a Casablancas y cia.; aunque gracias a Dios, con la nueva década, la polarización entre ambos «bandos» disminuyó (¿tendrían MGMT algo que ver con ello? Sin duda). La realidad es que al final The Strokes, ya que al menos publicaron un segundo álbum muy bien recibido por crítica y público, siguen siendo cabezas de cartel de grandes festivales y MGMT no, porque ni si quiera su debut tuvo el beneplácito de la mayoría de la crítica. Y eso que el dúo les sigue superando en escuchas y los discos de los neoyorquinos no remontan desde hace década y media (ni sus directos), pero el aura de leyenda que algunos medios implantaron sobre sou obra les sigue acompañando. Y aun así fueron MGMT con su Oracular Spectacular los exponentes más evidentes de este boom indie, ayudando establecer puentes entre el mundillo indie y comercial. Un boom algo efímero para ellos, eso sí.

Por cierto, MGMT actuarán en el próximo Mad Cool 2018.

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