Lana del Rey en Vistalegre, Madrid: delicatessen pop (casi) fagocitada por los fans

Por el título parece que yo no fuese fan de Lana del Rey, todo lo contrario. Pero no me paso todo el concierto berreando como si me fuese la vida en ello, eclipsando la propia voz de ella. O literalmente grabar constantemente, lo que implica que generar un obstáculo visual para los que tiene detrás. Pues así estaba yo. Se notaba que se trataba de algo general, porque, especialmente al comienzo del concierto, da igual lo que Lana hiciese, que una horda de gritos anulaban cualquier tipo de estímulo sonoro. Y en las canciones más populares se antojaba ciertamente complicado escucharla (en un momento dado comentó que casi no se oía a sí misma). Pero ella también alentaba a ello cuando apuntaba con el micro hacia el público unas cuantas veces. Gracias a Dios en algunos de estos hits hacía una de sus salidas de guión interpretativas y así a la masa le resultaba más complicado seguirla.

Aunque todo esto suena un poco a actitud de polla vieja, el fenómeno fan juvenil está un poco desbordado y en este caso lastró un concierto por otra parte muy disfrutable. Hubo un buen equilibrio de canciones entre sus cuatro discos, lo que no quiere decir que siempre escogiera la opción más obvia. De Ultraviolence y Honeymoon obvió los singles, aunque West coast la ha interpretado en muchos conciertos de la gira, incluyendo Barcelona. Una elección para algunos quizás arriesgada, pero tal y como estaba el percal, casi mejor que el personal se supiese el menor número de canciones posibles. Y rescatar Old money, aunque fuese a la mitad (qué manía de cortarla, como en Vida 2014), y sobre todo Terrence loves you no tuvo precio.

Sin embargo de Lust for Life únicamente se limitó a cuatro; aunque en la gira del Ultraviolence solo interpretó dos de aquel disco, así que ya estamos acostumbrados a este tipo de selección. Lo que sorprendió, para mal, fue la ausencia de Love. La canción, nuestra favorita de 2017, ha representado su mayor éxito desde las de su debut, es la principal carta de presentación del álbum que supuestamente presentaba y como colofón final hubiese sido la repanocha. Y sin embargo la ha obviado en los últimos conciertos de su gira. ¿Caprichos de diva? Si no, no se entiende, porque tan quemada tampoco está.

Más coherente, y por lo tanto evidente, se mostró a la hora de escoger las canciones de Born to Die, y no se echó en falta ningún clásico. Videogames, con ella sentada en un columpio, como siempre, una delicia. Blue jeans y Born to die, al ser tocadas al comienzo, el público todavía estaba demasiado on fire y resultaron algo intrascendentes. Ride se erigió como uno de los momentos álgidos, y Summertime sadness ya significó el «singalong» definitivo, pero aquí resultaba justo y necesario. National anthem fue muy flojita, sobre todo culpa de una Lana como carente de cualquier tipo de fuerza, y de sus temas más hip-hop Off the races le dio sopas con ondas, a pesar de que como elección de cierre chirriaba (ahí es cuando Love debió hace acto de presencia). God & monsters, como canción de culto, también brilló, al igual que Yayo, con la que nos deleitó con un solo de guitarra.

Este setlist, entre la coherencia más estricta y el más absoluto caos, no sería nada sin una Lana que desde la última gira ha mejorado como intérprete a todos los niveles, especialmente a lo que se refiere al plano vocal. Y además exprimía una deliciosa puesta en escena muy californiana, cómo no, con palmeras, rocas, columpios, hamacas de playa, etc. Ella subía, bajaba, iba, venía, y a modo de detalle, pero muy bien recibido, muchas veces cedía más protagonismo a las coristas en lo que se refiere a disposición sobre el escenario, mostrando esa sororidad tan necesaria a día de hoy.

Así, con muchos más pros que contras (y el contra más importante no era culpa suya), Lana ha demostrado una vez más que no le sobra la etiqueta de diva, en el mejor de los sentidos (salvo el capricho de Love). Como ella misma comentó, sus canciones no suelen sonar en la radio, pero ahí estaba llenando grandes recintos. Eso es gracias a una carrera redonda, canciones que perduran y una presencia escénica apabullante dentro de su estilo sereno (no solo se llena un escenario soltando gritos y bailando como una posesa), además de una personalidad única. Una pena que, como ella dijo, nos veríamos de nuevo en cinco años  (¿es que ya lo tiene tan planificado?). ¡Esperemos no sea tanto ,Lana!

fotos: Juan Diro

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