Nudozurdo en la Sala Copérnico, Madrid: una batalla bien contada

Justo diez años después del álbum debut Sintética me encuentro en la acogedora sala Copérnico de Madrid con el aforo casi completo de gente de pasada la treintena; para rememorarlo sin estar en plenas facultades mentales, que es como quizás mejor se pueda acudir a un concierto de Nudozurdo.

Un directo en dos partes: la primera enteramente -y respetando la composición original del disco- dedicada desde los primeros atrayentes y decadentes compases de Mil espejos a Sintética, rotos por la voz (“trepa por mi cuerpo y dame de comer, dime que estoy muerto, que no nos pueden ver”…) del único componente original de la banda: el cantante, letrista -alejado normalmente de lugares comunes- y guitara Leopoldo Mateos, tras el abandono de los tres restantes precisamente después de la gira del álbum que hoy empezamos a disfrutar.

Una contundente Negativo, donde Meta, el bajista, ya insustituible, monta la carcasa del barco donde el resto comienza a soplar; una más sosa Ganar o perder y la recuperación del pulso al concierto con una envolvente Kamikaze (para mí la mejor de la noche quizás por eso mismo) daban cuenta de que es probable que en estos años hayan dejado atrás algo de ingenuidad y pasión juvenil pero al mismo tiempo lo han ganado en madurez y exactitud. Como la vida misma.

Sin ningún tipo de comunicación hablada, enlazaron con Hijo de Dios, que como bien saben ellos mismos es de las canciones más esperadas y así la extienden para recrear esta especie de himno donde todos se pueden sentir partícipes y gritar.

Otra vez y No hay nadie dieron aire a otra de las mejor acogidas, mejor cantada y la verdad, preciosa, Ha sido divertido.

La instrumental Ido cerró el primer telón.

Al volver a la escena nos enmarcaron en una segunda parte extensa de siete bises, los dos primeros junto con una de las hermanas de Leo Mateos (creo reconocerla por la voz pero no me hagas mucho caso), destacando la deliciosa balada a dos voces El diablo fue bueno conmigo.

Láser Love dio paso a otro de los momentos álgidos de la noche para los asistentes con Prometo hacerte daño.

Tras dosis modernas se despidieron con dos temas de su último trabajo: una delicada Úrsula hay nieve en casa, y la homónima Voyeur amateur.

No creo que nadie se haya arrepentido ni un momento de estar aquí hoy. Es lo mejor que puedo decir del concierto de Nudozurdo, dejándonos a todos con algo de barro para afrontar el resto de la noche.

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