Crónica Paraíso Festival: primer e importante paso para un gran festival de electrónica en Madrid

Paraíso comenzó con mal pie tras retrasarse su apertura más de un par de horas debido a problemas con el acceso a las salidas de emergencia. Por suerte la programación solo se vio afectada en media hora. La primera parada fue Kelly Lee Owens, en un solo show donde los fuertes bajos eclipsaban su angelical voz. Solo en los momentos donde estos cesaban podíamos disfrutar de su grandeza en un directo por otra parte competente y, como era de esperar, más bailable que el disco. Por otra parte eché de menos su lado más ambiental. Pero no fue la única vez donde sentí esto.

Tras el baile etéreo, Danny L Harle dio paso al baile cafeínico. Una sesión que descolocaba: y es que parecían las 5 de la mañana. Muy PC Music todo, con ramalazos pop como una Ariana Grande apitufada, un Years & Years hipervitaminado o un Luis Fonsi pasado por la minipimer electrónica. Quizás pudo tener más en cuenta en su set su propia obra. Y es que cuando comenzó a sonar Supernatural, pero a los pocos segundos pasó a otra cosa, me quedé con ganas de más. Se puede ser un poco más egocéntrico, tampoco pasa nada.

El tema de optar por la vertiente más bailable y dejar la faceta más atmosférica a un lado es casi obligada en cualquier festival de electrónica, pero a veces resulta demasiado traicionera esta actitud. Y es que aunque de una sesión de Apparat no espere algo que tenga demasiado que ver con su discografía, tampoco espero algo tan diametralmente opuesto como una propuesta demasiado «chunda-chunda», genérica y sobre todo monótona. Y salvo atisbos de Caribou o The Knife, de IDM más bien poco. Después de esto, solo deseo que vuelva de nuevo a su maravilloso formato en vivo.

Un poco de ingrediente pop era necesario, y Gus Gus en ese sentido cumplieron su cometido. Podías bailar (a esa hora tocaba sí o sí), pero también cantar si conocías alguna de sus canciones. Y si no, su techno pop podría agradar a los que echan de menos unos Depeche Mode más desbocados en la pista. Daniel se entregó como frontman, ya no solo vocalmente, sino hasta dando botes por el escenario, ataviado con un look con un estampado muy de cortina, mientras que un Birgir en tacones se encargaba de que el sonido brillara.

Lo de Yaeji fue un poco timo. Sus EPs anticipan un fiestón con una interesante mezcla de géneros. Sin embargo ella en directo parece que le faltan ganas de vivir. Bueno, y directo por llamarlo de alguna manera y porque era lo que aparecía en la programación, pero más bien fue un dj set donde ella cantaba de cuando en cuando sobre su voz pregrabada y poco más. El concepto directo se diluye en ciertos contextos electrónicos, y parece que muchos tragan, pero yo por ahora no.

El día siguiente comenzó sin imprevistos, todo a su hora, y a lo primero que llegué fue a Ibeyi. Un show muy pop en todos los sentidos (que ya me apetecía). Las hermanas, con un look muy cortina (era el must del festival, por lo visto) son muy de hablar, animar al público para que cantasen o aplaudiesen (aunque nada nunca les parecía suficiente) y desgranar su pop fusión mientras cantan y tocan diferentes instrumentos. No necesitan a nadie más porque su música resulta bastante minimalista, pero increíblemente cálida, y todavía más en directo.

Acompañado de una de las proyecciones más llamativas del festival (como un Grand Theft Auto en clave surrealista), Henry Sainz y su banda optaron por un set 100% bailable en el que de nuevo se optó por marginar la vena más ambient, muy importante en su obra. Entiendo que haya que hacer bailar al personal, pero siendo las 8 de la tarde tampoco hace falta pasarse. A pesar de esta carencia, no se puede decir que no aporten matices en directo que aporten heterogeneidad a sus temas, lo que se agradece.

Aunque con menos gente sobre el escenario que en anteriores giras, Tune-Yards siguen demostrando un directo ecléctico y sobre todo muy divertido. Lo mejor es que sobre el escenario su pop mutante resulta todavía más accesible, incluso para los desconocedores del proyecto de Merrill Garbus. Y ella sigue siendo el alma de la fiesta, una fiesta donde todo tipo de géneros y orientaciones están invitadas. He de decir que, aun agradeciendo su sentido de la jarana, agradecí el momento más íntimo de ella y su banjo.

Muchos se sorprendes que Cumhur Jay sea el proyecto de uno de los Zombie Kids. Y es que su techno resulta elegante y se distancia de la parranda electrónica de festival del dúo. En directo afianza su lado más contundente, en mi caso echando de menos ese puntito synth-wave o retro-synth del estudio. Pero bueno, es la tendencia y ya sabíamos a lo que veníamos. Sin embargo, como Henry Saiz, los arreglos eran lo suficientemente diferenciadores para no sentirnos en un bucle eterno de bases potentes y poco más.

Puede resultar paradójico, pero el representante del EDM en el festival, Petit Biscuit, fue el único que confió en trasladar su propuesta más ambiental al directo (un EDM, eso sí, mucho más refinado de lo habitual). Por supuesto también hubo baile para dar y tomar, pero en diferentes dimensiones, con él a varios instrumentos, en un show muy variado y sobre todo escapista. En esto, además de su música, ayudaba una brillante puesta en escena con unas proyecciones espléndidas. A modo de anécdota, resultó curioso y divertido que incluyese su remezcla de Stay de Zedd.

En el show de Róisín Murphy el mamarracheo estaba más en sus esperpénticos looks, que en el setlist. Obviando casi por completo sus dos primeros discos, solo nos regaló una aplaudida You know me better. Se centró en sus dos últimos, pero a su favor hay que decir que optó por los temas más salerosos y que más juego iban a dar en directo. Por ello no se le pudo poner peros al show, con ella pidiéndonos comprensión porque era la apertura de la gira. No hacía falta, cumplió con creces y ella estuvo estupenda tanto vocalmente como de actitud, entre accesible y diva excéntrica. Y la versión minimal de Sing it back, sin ser yo muy fan del tema, me llevó al cielo.

Después de la ex Moloko la propuesta no me llamaba demasiado, no voy a negarlo, demasiado electrónica pureta tanto para mí como para este site, y decidí volver a casa. Como primer gran festival de electrónica de Madrid Paraíso ha sido una buena puesta de largo. Hay fallos que corregir, pero lo normal en una primera edición. Ahora el objetivo sería crecer y ofrecer a la capital un evento si no a la altura de Sónar, casi. Después de tantos años, Madrid se lo merece.

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