William Orbit y el (fallido) intento de reorientar el pop comercial

Cuando publiqué el especial de 20 años del Ray of Light de Madonna, por supuesto alabé las virtudes de su séptimo disco de estudio, y obviamente no me olvidé de la otra mitad que hizo posible el resurgimiento de la italoamericana. Porque William Orbit fue el artífice de un sonido que de primeras supuso una bomba en el panorama comercial. Tampoco se podía decir que el inglés fuese un total desconocido, pero su sonido no casaba con los cánones del pop convencional, apartándose de cualquier receta en boga durante aquellos heterogéneos noventa. La electrónica iba ganando terreno, pero, salvo hits contados, nunca llegó a dar el gran salto al mainstream absoluto. Y parecía que Ray of Light podría ayudar. Pero los 2000 fueron años muy crueles.

Los noventa por lo general supusieron una década mucho más abierta, por lo que el pop se vio algo resentido, y por ello alguien como Madonna debía acercarse a su género predilecto desde otra perspectiva. El sonido expansivo y ambiental de Orbit resultaba perfecto. Anteriormente, salvo en un disco, Superpinkymandy, de su novia por aquel entonces, Beth Orton, solo podía haber plasmado su verdadera esencia sonora en su propia obra. Bueno, miento, en el álbum Spirit de la desconocida Caroline Lavelle se puede comprobar el germen del pop electrónico y etéreo que sería su seña de identidad y por el que muchos le adoraríamos. Pero aparte de electrónica, también era y es multi-instrumentalista, y por ello en su trabajo también sobresalían esas guitarras nítidas, cristalinas, que tras su disco con Madonna resultaban tan reconocibles en posteriores producciones.

Parecía que un sonido tan único, que nunca había llegado a ser vox pópuli, no podría trasladarse a otros artistas sin que oliese a plagio o recordase demasiado al disco de la Ciccone. Pero Pure shores de All Saints llegó y se convirtió en uno de los mayores hits de 2000 y por supuesto en el mayor de la banda (por mucho que en el momento no lo petase tanto en Estados Unidos como Never ever, solo hay que mirar los streamings a día de hoy, a ver cuál ha perdurado más). Habíamos superado el milenio, parecía que este pop comercial, sí, pero también ambient, podía perdurar. Pero no, todo fue una ilusión. Y en parte fue culpa del propio Orbit, que dentro de este estilo solo se podría incluir la intimista Dice de Finley Quaye, que fue un éxito gracias a The O.C., y Electrical storm de U2, que al menos en sus estrofas sí que daban ganas de quedarse flotando boca arriba en el mar mientras caía la tormenta.

Y es que no solo de la electrónica elevada vivía el inglés; la psicodelia también le pirraba, como demostró con la maravilla que siempre ha sido y será Beautiful stranger de Madonna, y que más tarde repitió con menos gracia en Amazing y I’m a sinner (aunque también eran buenas composiones). Y después con P!nk en Feel good time y Go! de Melanie C, y algún atisbo en 13 de Blur. Porque también contó con trabajos donde las guitarras eran las protagonistas, como en el mentado de la banda de Damon Albarn, y la personalidad que derrochaba en la electrónica aérea y la psicodelia picantona se desvanecía, no al 100%, pero en buena medida. Y el electro y synth pop inane con No Doubt (Making out) y Robbie Williams (Summertime y Louise) podría haberlas producido cualquiera.

Parecía que su género predilecto y secundario habían pasado a mejor vida. Quizás creyó que no resultaba conveniente explotar en demasía un sonido tan reconocible, que podía colar alguna vez, como con Pure shores, pero no más (además, después este enorme hit, el disco de ellas, en parte producido por él, Saints & Sinners, fue un poco flop y no alcanzó ni de lejos las cifras del primero). También en cierto que no se prodigó demasiado durante los 2000, e incluso estuvo cuatro años sin producir a nadie. Es probable que no atisbara demasiado futuro a un estilo quizás ya muerto para el pop comercial desde el comienzo, que solo fue contemplado como un capricho que dejaron suceder, pero al que no se le daría demasiado bombo.

Quizás si Madonna le hubiese fichado unos cuantos años antes, este tipo de pop se hubiese asentado algo más. O puede que hubiese desaparecido de la misma manera, ya que con el nuevo milenio y la aparición de Britney las reglas del juego cambiaron y el pop más petardo se hizo amo y señor del cotarro, con muchas miras puestas hacia el r’n’b. Tampoco es plan de echarle la culpa a ella, damos gracias porque nos lo descubriera, y los noventa fueron una época propicia para ello. Si hubiese sucedido más adelante, a día de hoy, por ejemplo, posiblemente se hubiese comido los mocos, incluso aunque en un mundo paralelo Madonna aún tuviese 30 años o en el mundo real lo hubiese llevado a cabo una popstar al alza como, qué sé yo, Selena Gomez. El ámbito comercial está demasiado encorsetado y poco ávido de nuevas emociones, estilos y tonos como para haber asumido algo así.

Lo que podría haber sido un subgénero dentro del ámbito comercial, nunca llegó a materializarse, y además no hubo ningún seguidor claro de este sonido (¿Kleerup quizás?). Sí que se contemplaron ciertas influencias en canciones sueltas, como se comentó en el especial de Ray of Light, pero siempre por parte de artistas alternativos y más recientemente que en aquellos años. Y quizás ha coincidido con la nueva década, donde regresó, tampoco de manera demasiado activa, eso sí, y recuperó su electrónica azul en varias canciones pop (azul, sí, porque, puede que esté influenciado por el artwork del disco de Madonna, pero, ¿no os parece que este sonido está asociado al azul? 100% Kandisnky y su teoría del color). Especialmente evidente en Love spent de Madonna, Alien de Britney Spears y Don’t wake me up de Chris Brown (la original era para su musa, pero finalmente llegó al americano y tropecientos productores metieron la mano, pero todavía se notaba el toque Orbit y la remezcla de él mismo añadió nuevos matices muy él).

Y tras otros cuatro años de silencio, hace unas semanas volvió a la actualidad por su presencia en un par de temas del último disco de All Saints (muy notable, por cierto), donde, especialmente en After all, recupera aquel sonido tan personal e intransferible. ¿Será un regreso en condiciones o se quedará en una simple anécdota? Con 62 años y sabiendo que no se prodiga demasiado, no hay motivos para mantener las esperanzas. Quizás Madonna, como supuestamente ha hecho con Mirwais (otro que debió cambiar el pop, pero nada sucedió), le pegue un telefonazo para su próximo disco. O puede que nos tengamos que conformar con su no tan extenso legado. Una parte del mismo lo tenéis en la playlist de Spotify de debajo.

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