Conner Youngblood en Costello, Madrid: fragilidad y belleza al detalle

Obviamente Conner Youngblood no iba a actuar en una gran sala porque, por desgracia, no es tan popular, pero aun así la Costello estaba hasta los topes (y por ello hacía un calor del infierno, porque aire acondicionado, poquito). Tras el IDM de Borifax, el norteamericano subió al escenario a las 22 horas en punto junto a un batería y un siempre sonriente bajista (daba gusto mirarle). Siendo superficial, lo primero que llamaba la atención era su belleza, pero por suerte su talento en directo va a la zaga.

De primeras se mostró algo callado, pero más tarde contó alguna que otra anécdota, como si incapacidad de hablar español aunque lo estudió en su momento o que a sus hermanas no les hacía mucha gracia que su canción My brother’s brother hablara de lo que echaba de menos tener un hermano para hablar con él sobre cosas de chicos. Y bueno, también apuntó, de manera muy clara, que basicamente iba a interpretar su nuevo disco. Finalmente no fue en su totalidad, pero casi (eché de menos Yellowknife, con esas guitarras, primero tan Mazzy Star, luego tan Cocteau Twins).

Lo más destacable de un concierto por lo general muy delicado en su sonido, fue el mimo que Conner aporta a la hora de cuidar los matices de su obra en directo, sin dejarlos en manos de lo enlatado, con gran cantidad de instrumentos y gadgets para conseguirlo. Y salvo algún lapsus en el sonido (especialmente en la grandiosa The birds of Finland, que la deslució un poco), por lo general no hubo peros, aunque hay que decir que un poco más de volumen en su voz hubiese venido de perlas, ya que de tanta fragilidad, a veces costaba disfrutarla.

Y aunque la sutileza del conjunto propició momentos maravillosos, he de admitir que, sorprendentemente, mi momento favorito de la velada fue paradojicamente el más contundente (contundente para lo que es él, claro). Y es que Red.23 fue un emocionante in crescendo que dejó patente que si un día le diese por algo más guitarrero, acertaría de pleno también. Así, y tras hora y veinte de concierto (se agradece que un debutante pase de la hora), Conner nos dejó con ganas de que algún festival el año que viene apueste por él y disfrutarle de nuevo (asumo que no volverá a salas españolas hasta dentro de un tiempo).

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