El boom del k-pop refresca, pero no revoluciona el pop
El panorama pop mundial está cambiando. Ya no solo en lo que se refiere a estilos y sonido, que obviamente van amoldándose a la moda de turno, sino también de nacionalidad. El fenómeno de la música latina no hay quién lo pare y no parece que vaya a ser flor de un día (a diferencia del tan efímero boom de 1999 a 2001). Sin embargo lo latino, gracias a este primer acercamiento hace un par de décadas al mercado anglosajón, que quieras que no, sigue dominando el mundo, lo ha tenido más fácil para asentarse a día de hoy. Y al fin y al cabo, hablamos de Occidente. Lo que pocos esperaban es que desde Oriente llegase al resto del planeta una maquinaria pop tan bien engrasada que está generando auténticas olas de histeria colectiva, especialmente entre la juventud, como era de esperar.
Desde hace un par de años las bandas de chicos y chicas coreanas se están convirtiendo en un must del pop internacional, aunque de primeras no aparezcan de manera tan evidente en ciertas listas (aunque ya sabemos que las listas en infinidad de ocasiones no reflejan toda la realidad). Millones y millones de reproducciones, especialmente por parte BTS y Blackpink, que por cierto acaban de anunciar concierto en España y han sido trending topic, demuestran la movilización que provoca el k-pop. Y ellas no son la únicas en llegar ya que, Dios sabe por qué, en los últimos días no han parado de aparecerme en Facebook anuncios de artistas coreanos más pequeños, pero con una base sólida de fans, que iban a actuar en nuestro país o peticiones para que lo hagan. Y es que para que el The New Normal del Primavera Sound fuera completo, solo les faltaba incluir algún nombre de este estilo (cosa que Coachella ha hecho con Blackpink).
Un fénomeno que se aleja del «malotismo» del trap y el reguetón, del machismo o sexualización de este, y reivindicando un concepto pop más puro (pero a su vez mezclado, como ahondaré luego). Aquí lo»cool» se basa es ser más excesivo y excéntrico que nadie, con vestimentas, expresiones y bailes imposibles, que se pasan por el forro los cánones estéticos occidentales. Incluso, sin ser muy evidentes con el tema (ya se sabe sabe como son los orientales con la sexualidad), sí que muestran ciertas actitudes pansexuales o gender fluid, y más viniendo de un país más duro con este tipo de asuntos que, por ejemplo, Japón. También forma parte de la manera de ser de ese tipo de culturas, más bien sutiles y discretas en lo que se refiere a vida privada. Así que, sí, se agradece esta frescura a la hora de mostrarse. Pero, ¿y qué hay de la música?
En este caso la revolución pop no lo es tanto. O al menos en el caso de los que más ruido están haciendo. Y es que a diferencia de sus vecinos japoneses, que con su j-pop sí que suelen marcar la diferencia, haciendo gala de una esencia perfectamente reconocible, el k-pop es más de tomar diferentes influencias del pop mundial de los últimos años, meterlas en la batidora, y voilà, ya tienen un hit. Quizás les diferencia respecto al pop anglosajón es que no se cortan a la hora de incluir tropecientos elementos y ganchos, resultando más recargado que este generalmente. Que sí un poco de dance, una pizca de trap, otra de latino, gotas de bubblegum, ramalazo tropical, etc. Todo vale, pero salvo por el idioma (y no siempre, ya se sabe que hay fragmentos en inglés) y el comentado barroquismo, tampoco se podría afirmar que cuente con un estilo demasiado definido.
Lo realmente rompedor hubiese sido el triunfo del j-pop, y sin embargo ha sido el k-pop porque son unos maestros de crear productos perfectos (sí, productos, y a diferencia del pop anglosajón, no esconden su naturaleza), hechos para arrasar allá por vayan. Y al final lo han conseguido. Ahora solo queda saber si le sucede como a la primera ola de latineo y dentro de equis años vuelve para quedarse o si ya ha venido para quedarse y expandirse todavía más. Yo apuesto más por la primera opción. Lo que me pregunto es si, en la posible segunda venida, explotarían una vena más puramente coreana que la actual, como ha sucedido con el boom latino en esta década (a diferencia de la primera, donde la herencia latina resultaba más tibia). Así que, al menos por ahora, más que New World Order, Old World Order.