Hayley Kiyoko en The Black Box, Madrid: entusiasmo pop, pero sobre todo entusiasmo LGTB

Acostumbrado a conciertos de popstars repletos de maricas como yo, resultaba refrescante asistir a uno en el que la mayoría de personas homosexuales eran mujeres y no hombres. Y es que Hayley Kiyoko es un icono LGTB, pero especialmente lésbico. No resulta extraño que muchas la conozcan como la «Lesbian Jesus». También me parecía curiosa la media de edad, bastante baja, para no ser una artista tan, tan joven (en nada cumple 28). Obviando estos factores (o puede que justo por ello), el ambiente era de total libertad y fraternidad, y, no sé si tendrá que ver, más educado de lo normal (los únicos que realmente me resultaron molestos justo eran un marica y posible-amiga-hetero, que no se callaban ni a tiros).

En el plano musical destacó que la estadounidense interpretarse su debut en su totalidad (exceptuando la intro y el interludio), recuperando además tres canciones previas, Girls like girls, Cliff’s Edge y Gravel to tempo. Se nota cierta ausencia de hits, pero es verdad que su primer largo funciona mejor como conjunto. Aun así Girls like girls fue muy himno para corear, y en What I need y Curious se dejó la piel bailando acompañada por sus dos bailarines (más en la primera, porque en los estribillos no cantaba), aunque yo casi me quedo con el climax de despiporre que generó la segunda. Y también a título personal he de reconocer que me atrapó más en sus momentos introspectivos, sobre todo Mercy / Gatekeeper y Molecules.

El sonido no fue el fuerte del concierto, pero tras unos primeros titubeos, en los que casi ni escuchábamos su voz, finalmente recuperó brío. Sin embargo hay una gran «pero» para mí, que no es exclusivo de su show, sino que podemos sufrirlo en cualquier directo de una estrella del pop americana. Y es que el disco goza de una producción synth bastante sutil y elegante, pero en directo se pierden un montón de matices, especialmente debido a la sustitución de arreglos e instrumentos por la guitarra. Y esa manía de incluir riffs que se regodean en el horterismo, además de redobles de batería, que les acercan más la Orquesta Diamante o a una banda cliché de rock que a un espectáculo de pop (hace poco vi el Reputation Tour, y tres cuartos de lo mismo en algunos temas). Tampoco fue un drama, pero su seña de identidad pierde lucidez (más drama resultó cuando vi por primera vez a The Weeknd, por ejemplo).

Pero al final todo se queda en pequeñeces, porque el ambiente era puro amor; ella, majísima y muy emocionada contando que era la última parada de su gira; y la bandera y reivindicaciones LGTB iban y venían. Sus discursos eran un poco lo mismo de siempre, y para mí, que estoy un poco curtido y muerto por dentro, pues tampoco me llegaban como a la chavalería, lógicamente, pero comprendo la importancia de que artistas como ella hagan uso de ellos. Porque a la ellas, como me hubiese pasado a mí si hubiese podido pillar un artista LGTB con 20 años, les cala. Y he de reconocer que también me transmitieron parte de ese entusiasmo, que bien hace falta cuando dos días antes se abucheaba nuestra bandera en el evento de VOX a unos pocos kilómetros de ahí. A pesar de que no supusiese el concierto de mi vida, me sentí feliz me haber podido compartir con ellas, artista y público, un momento así.

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