Crónica Tomavistas 2019

Mi jornada comenzó con los siempre efectivos Triángulo de Amor Bizarro después de cola considerable para entrar. Tan efectivos que de primeras me parecieron un poco en piloto automático (¿o será porque les he visto un montón de veces?). Pero al final siempre conquistan gracias a su retahíla de temazos y un par de ellos nuevos que pintan la mar de bien. Y no faltaba Rodrigo para animar al personal, que quizás no estaba todo lo despierto que debería. Puede que por la media de edad del festival, que es mayor que la media, que también se notó en el hecho de que no hubo atisbo de pogos, y sus canciones dan para terminar magullado. Quizás se debía también en parte porque el sonido no fue todo lo atronador que se esperaba.

Como Cala Vento no son muy de mi gusto, me planteé ir a pedir, pero la cola del comienzo se extendía a cualquier puesto, de comida, bebida o intercambio de tuentis. Parece que este año el éxito del festival les ha desbordado un poco (por suerte, se subsanó en buena medida el sábado). Seguí con Cigarettes After Sex, que resultaba un concierto perfecto para verlo tumbado en las gradas de césped. Reconozco su valía, pero, como en estudio, a veces me resultan algo planos. No se les podría reprochar, eso sí, un sonido fantástico, sensible y envolvente, y una iluminación sencilla pero efectiva. Y sin embargo en mí no calaba lo suficientemente. Quizás sea más un directo de vivirlo agarrado en pareja (y yo de eso no practico).

Después, otro pasito, y volví al escenario principal para Beach House, que, aunque practiquen dream pop como Cigarettes, no hay duda que su directo es más vivaracho y nunca llega a resultar tedioso. Como siluetas, casi etéreas, porque es difícil verles con esa iluminación y casi ni interactúan con el público, Victoria, Alex y Christopher (¿se puede considerar al batería como el tercer miembro?) dieron un magnífico recital haciendo un repaso en su carrera más que centrarse en su último disco. Levitation, Lazuli, PPP, Walk in the park, Myth, Master of none o Lemon glow fueron highlights indiscutibles. Bueno, en realidad todo el concierto en si mismo lo fue. Sin embargo, después de estas dos bandas necesitaba un poco de jarana. Por suerte la encontré.

Toro y Moi insistió en la vena funky de su último disco, sin demasiadas concesiones al pasado (aunque por suerte no faltó Girl like you). No pensaba que fuera a ser un concierto tan multitudinario, y sobre todo con un público que parecía bastante conocedor de su setlist. Mientras que otras propuestas chillwave han quedado en un segundo plano, Chaz sigue brillando y su directo reafirma su estatus actual. No es un directo avasallador, ni él el frontman del año, pero desprende suficiente desparpajo como para llevarse de calle al personal. Y a modo de anécdota, se agradece que, a diferencia de otros que reniegan de cualquier concesión relajada, y más a esas horas de la noche, interpretará 50/50, el baladón de su último disco.

A pesar de que nadie optaría por ellos como preferencia principal a la hora de terminar un festival, en la práctica Digitalism siguen siendo una buena opción para ello. Con una puesta en escena muy a lo Etienne de Crezy, el dúo opto por un estilo bastante más machacón que su último disco, que aunque ciertamente bailable, cuenta con un sonido más elegante. Pero como aquí lo que manda es la fiesta, los matices se van por el sumidero y la zapatilla manda. Es respetable, pero a mí me termina saturando. Y sin embargo entiendo que la gente lo dé todo. Lo que no tiene mucho sentido son detalles como comenzar una canción con la batería de Song 2 de Blur, para a los 15 segundos hacer como si no hubiera pasado nada. Parecía como que ansiaban conectar con el público con un guiño que poco tiene que ver con ellos. Si el personal ya lo estaba dando todo.

Al día siguiente comencé con Carolina Durante, que conquistan a la chavalería y a los no tan chavales. El disco además lleva apenas un par de semanas en el mercado, pero no eran pocos los que se sabían las letras de pe a pa. Pero no hace falta habérselo empollado para disfrutar de lo lindo, porque tienen actitud y su show funciona como un reloj. Son precisos, directos y tremendamente divertidos, e incluso lo que podría ser un problema, y es que a veces suenen como a unos Hombres G más tralleros, les otorga un plus de encanto. Después de este concierto, el primero suyo al que asisto (y no será el último) comprendo el por qué de la fiebre generada. Y mención aparte sobre Diego: te entendemos, Amaia.

Hace 10 años vi a Spiritualized en el difunto SOS 4.8, y el concepto de concierto sigue intacto. Una banda enorme, incluyendo tres coristas, formando un semicírculo, y Jason Pierce al lado derecho, como uno más. No necesita ser un frontman carismático que arrample con todo el protagonismo. En teoría no es un directo fácil por este motivo y por la espesura de música y sonido, pero si consigues entrar en su propuesta, terminas ciertamente agradecido. Eso sí, no tocar Ladies and gentlemen es de juzgado de guardia.

A pesar de lo sesudo de su contenido, muy centrado en el clima sociopolítico actual, Mucho sabe llevar a cabo un concierto tremendamente divertido. E incluso emocionante, como en el bigger than life Las ventanas se encienden. Centrado en su excepcional último disco, en directo él y su banda suenan pulidos y eficaces, lo que no quiere decir que falte pasión, todo lo contrario, gracias en buena medida a su tan característica interpretación. Lo único y personal de su propuesta se traslada perfectamente en directo, y puede que a alguno le resulte cargante (no a un servidor), pero lo que nadie le puede negar es su visión tan especial del pop.

Como Spiritualized, Deerhunter nunca es un concierto fácil, y Cox no es un frontman que haga demasiado las veces de ello. Y, para qué negarlo, su último disco no es para tirar cohetes, y en directo no gana enteros. Por suerte siempre puede recurrir a su antiguo catálogo, con clásicos inmortales como Desire lines. Sin embargo el carácter arty de sus canciones se perdía por culpa de un sonido poco nítido, y terminaba siendo más indie rock del montón. Así, a diferencia de la mayoría de su carrera en estudio, el concierto fue majo, pero pecó de intrascendente.

Con Joe Crepúsculo, gracias a Dios, no hay sorpresas. De un tiempo a esta parte sus directos son una sucesión de hits sin parangón, incluso antes de que publicase su grandes éxitos. De Ritmo mágico a Con fuego, pasando por Maricas, Dime la verdad o Mi fábrica de baile, no faltó ni uno, y él, como siempre, sin resultar el mejor de los vocalistas, es toda una fiera sobre el escenario. Y el público entregado como si fuese el último baile de su vida. Quizás porque, después de Deerhunter, era justo lo que andaban buscando.

Que Friendly Fires en directo son una fiesta es algo de dominio público. Y es que Ed MacFarlane es pura dinamita sobre el escenario, moviéndose cuál salamandra con 5 cafés encima. El problema fue un sonido un tanto deslucido, especialmente al comienzo, cosa que sobre todo la enorme Jump in the pool sufrió sobremanera. Después parece que algo mejoró, pero sin excesos. Sin embargo parecía que al personal no le importaba demasiado y (como yo) se entregó a los ritmos frenéticos de todos sus hits más alguno inédito. Al final el carisma y la energía de Ed se contagia, y si hay temazos de por medio, los problemas de sonido quedan en un segundo plano.

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