RIDE en But, Madrid: nostalgia showgaze, presente incierto
Había que acudir aunque fuese por sentimentalismo a la gira de presentación de This Is Not a Safe Place –último trabajo de estudio de los británicos Ride– que acudieron con puntualidad y profesionalidad exquisita ante un aforo completo de señores y señoras.
Tras 18 años separados después de dos álbumes calamitosos (ni siquiera han salvado un tema entre los dos para su setlist) regresaron con su quinto, Wheather Diaries, y demostraron que no fue una vuelta absurda para engrasar la máquina del dinero sino que estaban dispuestos a crear música de una calidad aceptable.
Una vez escuchados los dos primeros temas que nos lanzaron en el concierto del sábado, Jump jet y Future love, y que forman parte del This Is Not a Safe Place, aun sonando nítido y elegante y con Mark Gardener y Andy Bell dejando atrás definitivamente su lucha de egos, me llevaron a un claroscuro donde puedo contonear tontamente el cuerpo y a la vez desear que termine la canción.
Leave them all behind y Unfamiliar, tercero y quinto tema, reconciliaron a todo el publico teletransportándolos a la época que habían venido buscando, y parecía que calentaba definitivamente el ambiente, pero una ronda de cuatro de cinco temas de su último trabajo comenzaron a dejar canales claros entre barras y pista; sonando bien, recordaban a una época pasada siendo un trabajo nuevo.
Se palpaba un final nostálgico y así fue: cuatro (Taste, Dreams Burn Down, Polar Bear y Vapour Trail) de las últimas seis canciones del concierto fueron del Nowhere, paradigma del shoegazing, así como Seagull, el ultimo de sus dos encores, y el tema más coreado de la noche que ponía punto final a una hora y media sin descanso de una banda que merece y se trabaja el reconocimiento de sus fans, pero que a la vez tendrá difícil atraer a las nuevas generaciones.