La fugacidad de las popstars de los 2000

Cuando en 1999 Britney Spears se convirtió en el fenómeno pop más rutilante desde Madonna, muchas cosas cambiaron. El pop, y especialmente el femenino, volvió por la puerta grande, arrasando con todo lo que se llevó en los noventa (rock y chicas blandas, básicamente). Y a partir de aquel momento las discográficas se volvieron locas y comenzaron a contratar a cualquier chavala mona que cantará medianamente bien para convertirla en la nueva sensación pop. Por supuesto ninguna alcanzó el estatus de Britney, ni si quiera su coetánea Christina Aguilera, y tendrían que pasar diez años para que un fenómeno como la de Alabama sucediese de nuevo (obviamente hablo de Lady Gaga).

Durante casi una década, y especialmente en los primeros 2000, un ejército de chicas, generalmente con el carisma de acelga, coparon, o lo intentaron, las listas de medio mundo. Algunas duraron más que la media de esta lista, como Jessica Simpson, que no se quedó en un solo éxito (aunque en realidad nunca tuvo un hit masivo), y que dependiendo de la ocasión se vestía de popera sin remilgos o de baladista en plan Celine Dion. Natasha Bedingfield también duró tres o cuatro años y pudo presumir de al menos tres éxitos y, lo más meritorio, también triunfó en Estados Unidos siendo inglesa. Un tiempo similar saboreó las mieles del éxito Leona Lewis, que parecía que se iba a comer el mundo a golpe de baladones y se quedó en agua de borrajas.

El resto, salvo alguna excepción, no se puede decir que corriera la misma suerte que estas. En la vertiente más «rockerilla» (un pureta lee esto y me mata), había varios exponentes, como Ashlee Simpson, hermana de Jessica, que, tras un número uno, una histórica y lamentable actuación en SNL sepultó su carrera, y que ni su giro pop posterior pudo rescatar. También medio rockerilla era Skye Sweetnam, que tan pronto la conocimos por un anuncio como la olvidamos. No iba de guitarrera, aunque sí de producto más auténtico (eso es lo que pensaría al versionar a Metallica), Lucie Silvas, que durante poco tiempo, gracias a Dios, nos aburrió soberanamente. Y siguiendo con bodrios, estaba la alemana Sarah Connor, nada que ver con la heroína de Terminator, y de la que, por suerte, después de un par de moderados éxitos, nunca más se volvió a saber de ella fuera de su país natal.

No hay que olvidar a las estrellas de High School Musical Vanessa Hudgens y Ashley Tisdale, que no consiguieron triunfar con canciones propias más allá de la trilogía. Más actrices que se pasaron a la música, como Holly Valance, one hit wonder de manual (aunque con otros temas muy reivindicables), que antes actuaba en Neighbours, el famoso culebrón australiano (Kylie, Dannii o Natalie Imbruglia «nacieron» ahí). De ahí también salió Delta Goodrem, esta vez más baladista en comparación con el guarripop de su compañera. Lindsay Lohan intentó sacar rédito de su éxito cinematográfico con una carrera musical que no llegó a ningún lado. En cambio a Hilary Duff el paso a la música no le fue nada mal y encadenó varios éxitos que, a pesar de que no dejaron tanta huella, son inolvidables para los adolescentes de la época.

Y ya que han salido a colación las actrices metidas a cantantes, hay varios casos inversos que empezaron con la música y vieron que el asunto no daba más y lo dejaron. Ahí está Billie Piper, la Britney inglesa, que terminó en Doctor Who o Diario de una call girl. Mandy Moore, que ahora vuelve a ser una actriz de éxito, comenzó también siguiendo los pasos de Britney, de manera descarada además, con una producción que sonaba 100% a Max Martin, para luego desaparecer… y obtener su mayor reconocimiento musical años después cantando para una peli de Disney. Y luego otras compaginaban ambas carreras, como Christina Milian, que en la música solo brilló con un pseudo hit r’n’b.

Ya que nos metemos en terreno r’n’b, ella no fue la única del género de esta mirada a atrás. Amerie tenía mucho potencial e incluso se merecía mucho más que otras, pero no pasó del one hit wonder. Ashanti en la primera mitad de los 2000 le fue muy bien, pero solo en Estados Unidos, ya que era un producto excesivamente yanqui; sin embargo en la segunda mitad hasta ellos se olvidaron de su flow. Samantha Mumba, al no ser americana, no era un r’n’b tan puro, sino más popero, y su primer disco contó con varios singles que gozaron de buena acogida, pero después nunca más se supo. JoJo, a pesar de que solo disfrutó de un par de singles con pegada en listas, ha seguido publicando discos (que ya es más de lo que pueden decir la mayoría) que aunque obviamente la mayoría del mundo desconoce, mantiene una base de fans importante y por las que otras mencionadas en este post matarían. Y además no están nada mal, e incluso le ha valido un medio hit en la anterior década. También r’n’b, aunque justo triunfaron con un tema disco y un mambo pop respectivamente, teníamos a las británicas Jamelia y Alesha Dixon, que después obviamente lo intentaron fuerte, pero no pudo ser.

En clave random, Agnes llegó a ras al final de la década con un tema muy trasnochado en su sonido y estilo, que luego modernizó en su siguiente disco, pero por desgracia ya la habíamos olvidado. Una nadería como Nastasha Thomas que llamó la atención gracias a un anuncio de colonia ya bastante tiene con que alguien la recuerde. Pixie Lott era el típico producto inglés tan tedioso como poco arriesgado y que además terminó haciendo un dueto con Bisbal. Otro muermazo era la sueca Emilia De Poret, todo un insulto a la tradición pop de su país. Stacie Orrico tuvo un par de éxitos con su debut de pop’n’b, tan 2000, pero tardó demasiado en publicar su sucesor y ya a nadie le interesaba. Y para terminar, una rica con un capricho: ser cantante. No se puede decir que el debut de Paris Hilton rompiera esquemas, pero nos quedaron un par de canciones más que majas.

Por supuesto que se me olvidarán unas cuantas representantes, porque mendigas del pop en los 2000 hubo a porrones, pero con este revival es más que suficiente si no queremos terminar saturados con tanta intrascendencia. Porque sí, por lo general eran productos algo vacuos, pero para muchos lo fueron todo durante un tiempo (en algunos casos no más de quince minutos). Éramos jóvenes e influenciables, y nos tragábamos casi todo lo que nos echaran, y si olía a pop petardo, más todavía. Y por eso, a pesar de que no habíamos pensado en ellas desde hace años, un post como este puede sacarnos más de una sonrisa de añoranza, como a mí al escribirlo. ¿Ocupan un hueco en nuestro corazoncito pop? Minúsculo, pero sin duda.

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