20 años de «Music» de Madonna: cuando el pop miraba hacia el futuro

«Music makes the bourgeoisie and the rebel» entonaba Madonna hace ya veinte años (!), toda una declaración de intenciones acerca del single y el disco que llamó simple y llanamente Music. Y a pesar de su carácter descaradamente popular, injustamente no tan recordado como Ray of Light, por lo que merece ser reivindicado. Un trabajo que nació después de que la artista arrasara con su octavo disco, con el que, debido a su actitud más «madura», muchos comenzaron a tomársela más en serio (como los dinosaurios de los Grammy). Una tara del mundillo de la música en la que se castiga el pop más desenfadado. Porque divertirse es síntoma de inmadurez, ya se sabe. Pero si te vuelves loca del coño con la Cábala, pues maravilloso.

Ella, que podría haber optado por tomar un camino similar al de aquel disco, esta vez cambió de tercio contando con los servicios de Mirwais, un productor francés underground que rezumaba modernidad en cada beat. Pero con este volantazo sonoro, cierto cambio de actitud se antojaba casi imprescindible. Porque a Madonna, incluso habiendo siendo madre de manera reciente y con otro churumbel en camino, le apetecía jarana (a diferencia de otras popstars que se preñan y no hay quien las trague). Lo que no quiere decir decir que no encontremos momentos de intimidad, que los hay, y muchos, en un trabajo donde ambas facetas son bienvenidas.

Sin embargo el honor de ser la carta de presentación recayó en un tema bailongo, que vino del futuro como la Neutrex. Tropecientas capas de sonido y arreglos de otra dimensión que, con una melodía y un leit motiv de lo más sencillos, pero efectivos, perpetraron uno de los bangers de 2000. Último número uno en su país de su carrera, la canción le sirvió a Madonna para dar un puñetazo en la mesa como reina, no solo del pop, sino de la vanguardia pop. O de la vanguardia musical en general. Porque un sonido tan rematadamente moderno como el de Mirwais casi ni se dejaba escuchar en el mundo independiente salvo por el creciente auge del electroclash. Lo curioso es que, años después, aquel género está bastante pasado de rosca, mientras que este hit en particular, y el disco en general, siguen sonando a futuro.

Bueno, matizo, en el caso del disco las producciones de William Orbit no han envejecido tan bien, aunque solo suponen un quinto del largo. Y es que el productor estuvo detrás de Runaway lover y Amazing, que aunque se alejaban de Ray of Light (una intenta subirse al carro del halo Mirwais fallidamente y la otra es un Beautiful stranger 2.0), quedan en un segundo plano respecto a la colorida imaginería sonora del francés. Eso sí, Amazing a nivel melódico fluye de manera pasmosa. El inglés también forma parte de la electro-folk Gone, pero co-produce junto a Mark «Spike» Stent y no participa en la composición, por lo que su impronta resulta más bien anecdótica.

Y hablando de folk, Madonna deseaba aportar al álbum una personalidad definida como había sucedido desde Like a Prayer. Y se decidió por la estética country. ¿Por qué? A saber, pero posiblemente motivada por los ramalazos en la mencionada Gone, I deserve it y las guitarras de Don’t tell me. La publicación de esta última como single y el vídeo sí que dieron más empaque al concepto, porque si fuera por Music, la canción, más bien poco (se plantó un traje country blanco en el clip y a correr). Lo que no sabemos es si fue antes el huevo o la gallina: si tomó de esos temas la inspiración country o si forzó la composición de ellos para que quedase justificada la parafernalia. Tampoco aportaba demasiado esta temática, pero hay que reconocer que los dos temas pseudo acústicos calaban y mostraban a una Madona cercana y vulnerable como pocas veces la habíamos visto. Y por otra parte fue divertido que un género y una forma de vida tan tradicional, hasta rancia, se empotrase con el brilli brilli y la actitud jocosa de esta etapa. Ah, y quería dejar constancia de que había aprendido a tocar la guitarra (más o menos) y el rollito country se prestaba a ello, claro.

Volviendo a la modernidad, aparte del tema titular, hubo otro epítome de ella en Impressive instant, que era vanguardista hasta la médula. Tanto que Warner se negó a que fuese el cuarto single, ya que querían que Amazing ocupase el puesto, y ella les mandó a la mierda cuando le pidieron rodar el vídeo. Posiblemente debido a su naturaleza, y siendo cuarto single, hubiese pinchado. Y así es como se convirtió en uno de los no-singles más queridos de la artista. Y tampoco se quedaba atrás la avant-garde Paradise (not for me), un tema contemplativo, posiblemente el más largo de su carrera, poco digerible de primeras, pero muy satisfactorio con el tiempo. Y regresando a Don’t tell me, a pesar cierto aura country, era pura innovación, con aquellas guitarras entrecortadas que no sabías si formaban parte de la canción o si el cd se había rallado. Y para algunos mejor canción que Music (como para Pitchfork, que la incluyó entre lo mejor de la década).

Por desgracia esa modernidad no se prodigó demasiado fuera de las fronteras «madonniles», incluso todavía menos que el sonido de William Orbit. Mirwais no destacó por su trabajo con otros artistas, por lo que no pudo expandir un sonido que pedía a gritos ser tendencia. Aunque quizás gracias a ello sigue sonando al futuro, ya que la explotación lo hubiese desgastado. Por suerte sí que pudimos disfrutar de un diseño de sonido electrónico y sofisticado en ciertas canciones de diversos artistas durante los primeros años de los 2000. Canciones que aún hoy suenan frescas, con la obra de Madonna como cúspide de una moda efímera que en el pop comercial derivó hacia el dance más vulgar o el r’n’b más reiterativo.

A pesar de no resultar tan compacto como Ray of Light, la heterogeneidad de Music es uno de sus baluartes, y aunque por ejemplo Impressive instant no tiene nada que ver con Gone, la personalidad de Madonna resalta y cohesiona el conjunto, a diferencia de otros últimos discos de la artista. E incluso algún relleno como Nobody’s perfect, un tanto vaga melódicamente, no lastra el tracklist. Diez cortes (si obviamos el bonus American pie) que generan un discurso poliédrico y honesto de una persona que ha sabido darnos grandes momentos en la pista de baile, pero también capas de profundidad que la mayoría de artistas mainstream no han podido alcanzar. Todo ello aderezado con la modernidad menos caduca, avanzada a su tiempo y que incluso dos décadas después no desentona; todo lo contrario, sigue siendo el futuro.

Compártelo:

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.