Menospreciando al aliado (mientras la ultraderecha campa a sus anchas)
El nuevo disco de IDLES, Ultra Mono, y la banda en sí se han convertido en estos días en uno de los temas más candentes de la escena indie, alternativa o llamadle equis. Y es que, aunque ya desde hace un tiempo se escuchaban voces al respecto, ha sido el lanzamiento del álbum cuando el sarao se ha animado lo suficiente como para generar cierto debate. Y es que nos encontramos ante una banda formada por hombres cis heteros blancos de clase media que en sus letras hablan sobre la injusticia social a diferentes niveles. Una banda que además en su nación, Reino Unido, gozan de bastante popularidad (el largo posiblemente alcance el número uno).
El origen, naturaleza y éxito forman parte de una polémica que no debería ser tal. Algunos medios, usuarios y artistas ponen en tela de juicio la validez de la banda a la hora de tratar este tipo de asuntos que conciernen a todos. Incluso aunque seas un hombre cis hetero blanco de clase media. No vamos a ser los que adulen a este tipo de perfil, pero tampoco vamos a rechazar su apoyo a causas feministas, LGTB, de clase o raciales, incluso aunque ellos no les afecte de manera directa. Por desgracia este perfil sigue dominando el mundo y hay que aprovechar que en él encontremos aliados que empatizan lo suficiente como para preocuparse y plasmar estos asuntos en su discurso. Pero estas voces han echado mierda sobre las intenciones de la banda, incluso habiendo atisbos de cancelación.
Yo, como parte del colectivo LGTB, entiendo que haya ciertas reservas cuando un hetero muestra apoyo hacia nuestro movimiento, porque siglos de represión no ayudan y, es verdad, te puede salir rana («me encanta que los gays se casen, pero adoptar no sé…»). Y sin embargo quizás tengamos que guiarles y enseñarles, pero no dejar de contar con ellos cuando, aunque en teoría y como concepto general forman parte del problema, en la práctica también pueden formar parte de la solución. Un hombre hetero nunca debe de estar al frente de una manifestación feminista o LGTB o una persona caucásica de una antiracista, pero les necesitamos, por mucho que a algunos les pese. Porque formamos parte de una sociedad dominada por ellos y lo más inteligente es quererles de nuestro lado. Pero lo cierto es que para muchos la tan ansiada pureza de equis movimiento, que va de la mano del orgullo, está por encima de cualquier carácter práctico.
Es la sempiterna lucha entre la izquierda, mientras la ultraderecha sigue ganando terreno. El debate y la crítica constructiva es positiva, pero ya sabemos por experiencia que suelen irse de madre, terminando con la izquierda fragmentada en grupos que se autoproclaman top 1 de la pureza ideológica. La realidad es que, sin tener que ponerles una alfombra roja, siempre se va a agradecer que una banda como IDLES haga de la justicia social su bandera. Incluso aunque a veces resulte un tanto forzado y chirríe, como cantar «so I raise my pink fist and say black is beautiful». Sí, Fat White Family, que han sido de los que más cera les han metido, tienen un poco de razón (y gracia) cuando declaraban que su letras parecían generadas por un algoritmo de The Guardian. Esa progresía de Instagram donde la lucha social se queda en un plano un tanto superficial.
Tampoco es que su obra se acerque un post de Dulceida sobre Black Lives Matter, pero quizás no resultan tan profundos y afilados como ellos desearían. Sí, hasta cierto punto presentan una propuesta adocenada revestida de un género, el punk, que supuso justo todo lo contrario. Y sin embargo creo que debemos centrarnos en lo positivo de la labor que realizan, incluso aunque no sean abanderados de ningún movimiento, ni hayan sufrido la injusticia en sus carnes (y sinceramente, hay veces que es peor que un miembro de la comunidad te represente: ahí está Pablo Alborán…). Además el discurso es sin duda acertado, y quizás falla en cómo lo presentan. Entonces se podía tener en tela de juicio su valía artística, pero no sus intenciones. No obstante también puede que muchos estemos por encima de ese tipo de discurso, algo manido y evidente, pero muchas personas no, y menos seguidores de una banda tan «unga unga». Porque además mezclan lucha obrera con feminismo o asuntos raciales, dos vertientes que la izquierda nunca ha querido o sabido aunar. Al menos ellos lo intentan.
Porque es eso, considerando que quizás podrían hacerlo mejor, la intención también cuenta a la hora de valorar una expresión artística u opinión sobre temas candentes, y más si tienen que ver con derechos sociales. Si se equivocan, aquí estamos para corregirles (como también nosotros podemos ser corregidos), no para hundirles en el fango cuando están actuando como aliados de una causa noble, nuestra causa. Hay que dejar el cinismo y purismo a un lado, y sobre todo ese orgullo que nos ciega cuando en realidad lo que proponen nos puede beneficiar. Toca darles la bienvenida (sin que ellos se conviertan en los protagonistas obviamente, que este no es el caso), dejar de cancelar a diestro y siniestro y apreciar algo tan escaso en estos días: la empatía. En un mundo cada vez más inclinado hacia la ultraderecha, es para aplaudir.