Cómo pasar de one-hit wonder a de repente tener un futuro
Seamos francos, los one-hit wonder huelen a kilómetros cuando escuchamos cierto tipo de canciones que copan las listas. Nadie esperaba una extensa y exitosa carrera de Lou Bega, Vanilla Ice o Las Ketchup, y no pasa nada, disfrutamos de ese hit (a veces hit y medio y todo) y si te he visto no me acuerdo. Sin embargo en ciertas ocasiones por suerte (¿o a veces por desgracia?) nos equivocamos. Eso es lo que nos ha sucedido con Lil Nas X, que tras reventarlo con Old Town Road, tampoco se supo demasiado de él (aunque es verdad que tuvo un par de mini hits, sobre todo en Estados Unidos). Y claro, ya le dábamos por muerto.
Sin embargo este año dio el campanazo con Montero, parece que con Insutrial Baby va por un camino similar y huele a que a That’s What I Want también le va a ir bien. Y lo mejor es que también hay vistas de que el disco, dentro del target en el que se mueve, va a funcionar la mar de bien. ¿Y por qué este plot twist? Posiblemente él mismo sabía de su etiqueta one-hit wonder y, o movía el culo, o se iba a quedar criando malvas comercialmente hablando. Y ha movido el culo, vaya que si lo ha movido, literalmente. Solo hay que ver sus vídeos, que han sido la punta de lanza de este volantazo a su carrera.
Cuando triunfaba con Old Town Road salió del armario, a pesar de que más de uno le recomendó que no lo hiciese, lo que le honra, ya que no todos harían pública su sexualidad en el mayor pico de popularidad. En su momento fue llamativo porque ya se sabe que la homofobia en la comunidad afroamericana y más en la música la negra campa a sus anchas. Sin embargo tampoco supuso demasiado shock ya que ni su música ni imagen reflejaban esa realidad. Pero entonces él, o su equipo, tomaron una decisión ciertamente arriesgada: explotar esa sexualidad sin complejos, y además siendo negro. Porque no hay estrellas del pop LGTB de tal magnitud y es un nicho que exprimir, aunque pueda ser peligrosa.
Lil Nas X reseteó su carrera, casi como si Old Town Road nunca hubiese ocurrido, y sacó a la marica desatada que llevaba dentro en Montero, una canción, pero sobre todo un vídeo, 100% gay, donde le pasaba el culo por la cara al diablo, entre otras cosas. Después, con menos tirón, pero también digno de mención, plasmó los problemas con la sexualidad durante la adolescencia en Sun Goes Down. Después vino el despelote carcelario de Industry Baby y ahora la búsqueda del amor, con polvo en la ducha incluido, de That’s What I Want. Vamos, que no se ha cortado un pelo a la hora de reflejar (con mucho brilli brilli, obvio) la homosexualidad de un hombre negro del siglo XXI.
Este ha sido el motivo por el que no ha pasado desapercibido. Sí, hay hits, y sí, el disco es la mar de majo, pero quizás sin haber abrazado el mariconeo como lo ha hecho en su imagen y estética, levantando ampollas entre ciertos sectores, esta nueva etapa habría pasado más desapercibida. Pero le echó huevos y los puso encima de la mesa, con un «aquí estoy yo, maricón de tomo y lomo». Y este riesgo, este giro ideológico y estilísitico ha sido un acierto comercialmente hablando, pero siempre podía salir rana y se convirtiera en un subproducto homo (lo que tampoco está nada mal).
La moraleja es que, si eres consciente de tu naturaleza one-hit wonder, deshazte de tu pasado y cambia el rumbo de tu carrera antes de que te entierren. Y sobre todo abraza un nicho de mercado sin explotar. Puede que no surta efecto, pero al menos lo habrás intentado. La otra opción es hacerse un Carly Rae Jepsen: lo intentas con un tema 2.0 de tu gran hit y el resto del disco es una maravillosa colección de grandes canciones pop. Si fallas, al menos tienes un plan b para convertirte una artista de culto pop que la crítica y gays con buen gusto adoran. No petarás las listas, pero al menos tendrás algo que llevarte a la boca.