Taylor Swift, por encima del bien y del mal

Todos conocemos el estatus de Taylor Swift, especialmente en Estados Unidos. Quizás solo Beyoncé, a la que no se le cuestiona absolutamente nada (cuando tiene más de algún asunto cuestionable), podría estar por encima de ella. Bueno, y Adele, pero ese caso directamente es tan paradójicamente marciano como lógico. Pero por ahora ninguna ha tenido la feliz idea de rehacer sus discos y conseguir con ello cifras de escándalo en lo que se refiere a streaming, habiendo superado con Red el record de escuchas en un solo día impuesto por ella misma con Folklore. Pero es que ella también es un artista que vende. Y te vende el mismo disco que hace años y se queda tan pancha.

Vale, se pueden considerar reediciones y no es ni la primera ni la última que lo hace. Pero es que con Red no ha pasado ni una década, y cuando se publique 1989, el próximo en la lista en rehacer, menos todavía. Y el nuevo material es más una curiosidad que otra cosa. Porque una versión de su clásico de culto All Too Well es una curiosidad, incluso algo excesiva. Sin embargo ella ha creado un acontecimiento de ello. Y está siendo un éxito. ¡Una canción de diez minutos! En un mundo donde los éxitos son cada vez más cortos para que triunfen en Tik Tok, ella genera un relato alrededor de ella, la decora con un clip aparente y además vuelve a surgir una antigua historia de amor propia en la que se basó el tema. Eso es lo que se llama redondear una ya de por sí buena promoción.

Esa es otra, su relación con Jake Gyllenhaal. Si antes Taylor era criticada por cada vez que sacaba a colación a alguno de sus exes, fuera de manera más sutil o evidente, en este caso ha sido el público el que no se ha cortado un pelo para echarle mierda directamente a él. Es verdad que tanto el vídeo como la nueva letra echan más leña al fuego, pero también es cierto que si esta canción ha sido la elegida para presentar el disco, es más por su naturaleza de clásico de culto de su repertorio (incluso para muchos, su mejor canción) que jamás fue single. Al final se ha dado la vuelta al relato y ella lo maneja al 100% (en parte se lo debe al auge del feminismo).

Pero es que incluso su salida del armario a nivel político no le ha salido rana. En el documental de Netflix había una escena donde ella discutía con sus padres por el hecho de querer apoyar públicamente a una candidata democrática. Un problema, claro, cuando su origen era el country pop y ya se sabe que este target es más republicano que un hijo entre Reagan y Trump. Incluso a pesar de su viraje al pop, esta revelación podía destruir su imagen para aquel sector. Y seguro que cuando sucedió más de uno se bajó del carro, pero las consecuencias han sido mínimas, incluso cuando se subió al carro LGTB+ con el vídeo de You Need to Calm Down.

Obviamente ya no va a despachar las copias del antiguo Red y 1989, algunos dirían que flopea, pero ella ha demostrado que no es una artista de éxitos (que los tiene), sino de discos, incluso diría que de carrera. Y volviendo a Adele, ella es de discos, sí (vaya que sí lo es en lo que se refiere a ventas), pero realmente, ¿existen los «adelers»? Porque los «swifties» ya te digo yo que sí. Los fans de Adele (si es que se les pueden llamar así) son casuales, mientras que los de Taylor son más fieles que la media. Incluso sus haters, que obviamente los tiene, dan empaque a su personalidad artística por encima del bien y del mal. Y mientras ella, disfrazada de chica maja y mona de al lado con su Starbucks. Nos la ha colado a todos.

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