La eliminación de los géneros en los premios: ¿acierto o error?

Los BRIT han anunciado que 2022 será la primera edición en la que no haya distinción de género en sus categorías. No son los primeros premios de renombre que dan el paso, ya se adelantaron el festival de cine Berlín o el de San Sebastián, pero en la escena musical comercial supone todo un hito (aunque obviamente la mayoría de categorías tanto en los BRIT como en el resto de premios siempre han sido conjuntas). Y como cualquier asunto de género, genera controversia per se. Lo curioso de este caso es que no se trata de un tema tan evidente que provoque el típico enfrentamiento entre izquierda y derecha. Lo hay, sí, pero a su vez todo resulta un tanto entremezclado y confuso.

Esta diferenciación de género en categorías es más vieja que el andar de pie y siempre la hemos asumido como algo normal dentro del mundillo de los premios. Sin embargo se trata de un asunto llamativo ya que estamos obviamente ante una política de cuotas, algo que, cuando se planteó hace unos años en otros ámbitos, la izquierda vio como necesaria para equiparar a mujeres y hombres y la derecha como otra medida progre sin sentido. Paradójicamente en toda la historia de los premios casi no han alzado la voz en contra de este status quo ni izquierda ni derecha.

Ahora muchas opiniones progresistas piensan que ya era hora, que la igualdad se antojaba indispensable. No obstante, a pesar de los avances, seguimos viviendo en un mundo ciertamente machista, y la paridad sigue resultando muy necesaria. Quizás no tanto en la cultura y en el entretenimiento como en otros ámbitos, pero aun así aún no se ha alcanzado la tan ansiada igualdad absoluta. Dentro de este espectro ideológico también han surgido las opiniones contrarias, basadas en que este sistema favorecía ese objetivo, ya que sin categoría de género alguna quién sabe si los hombres acabarían acaparando todo el pastel y las mujeres quedarían una vez más relegadas a un segundo plano.

Después está la derecha, que siempre ha visto bien este método de nominación a pesar de tratarse de, como he dicho, un sistema de cuotas como una casa. Quizás, porque toda la vida ha funcionado así, y son de tradiciones muy enraizadas y ya se sabe que les suele costar evolucionar. Pero también está ese lado más liberal en el sentido económico donde se asume que todos debemos estar en igualdad de condiciones y que son los méritos los que hablan por nosotros, corriente que no tiene demasiado en cuenta ningún tipo de contexto, por otra parte. Y como la izquierda, tenemos dos posiciones enfrentadas dentro del un (supuesto) mismo grupo ideológico.

Los premios BRIT han aludido a la inclusión como motivo para tomar esta decisión, sin mencionarlo, pero asumiéndolo, para terminar con la dicotomía mujer/hombre y abrazar a todo el espectro intermedio y no intermedio. Y a partir de ahí de nuevo se puede presentar otra escisión de la izquierda, y más concretamente dentro del feminismo, donde el movimiento TERF pone en duda los derechos como mujeres de las mujeres trans, y que cargan contra todo lo que huela a diluir géneros. Desde aquí por supuesto no apoyamos a este feminismo transexcluyente, pero es verdad que incluso el feminismo más progresista puede tener sentimientos encontrados si tienen en cuenta que a veces la ausencia de cuotas lleva a arrinconar una vez más a las mujeres.

Sin duda se trata de un tema complejo que admite muchas opiniones y lecturas. Sin embargo, en lo que se refiere a las cuotas, hay que admitir que no es lo mismo unos premios que escoger el gobierno que va a dirigir a un país. Y quizás la cultura es un ámbito donde ellas siempre han tenido más cabida si lo comparamos con otros como la política. Lo que no quiere decir que esa discriminación siga vigente en ciertos subámbitos: por ejemplo, solo había que ver los carteles de los festivales de hace unos años (bueno, y ahora en algunos casos). Muchos se obligaron a contar con esta paridad ya que si no la presencia de mujeres resultaba ridícula. No es menos cierto que en el mundo de los premios sí que encontramos una presencia de mujeres más evidente en categorías mixtas como álbum del año o en los diferentes géneros.

Por ello quizás, en lo que se refiere a premios culturales, este paso puede ser hasta necesario, por tratarse de un mundillo más avanzado que el festivalero. No faltarán opiniones echando pestes cuando ganen mujeres («la dictadura progre») como hombres («como siempre, un campo de nabos»). Efectivamente, es complicado que llueva a gusto de todos. Y bueno, para qué engañarnos, hablamos de entregas de premios, que a la hora de la verdad tampoco importan tanto; pero sí pueden servir de modelo para ámbitos más atrasados y así ver cómo podrían funcionar este tipo de movimientos ideológicos aplicados a ellos en un futuro. Así que más que acierto o error, incertidumbre. Habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

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