Primer viernes en Primavera Sound 2022: Weyes Blood, Beck, Rigoberta Bandini…
El viernes decidí no darme la pateada de la vida yendo al Bits cada 10 minutos y me quedé por la zona principal. Así que comencé la jornada con Weyes Blood en el escenario Binance, que resulta ideal para un directo como este a media tarde. Sentado en el césped se pudo desconectar de las masas con la estadounidense, que anunció que su nuevo disco está en camino, pero no interpretó ningún nuevo tema sorprendentemente. Ella, con un outfit para enmarcar, demostró sus vaporosas habilidades vocales e interpretativas que culminó con Movies, un embriagador cierre que alargó para alegría de todos (posiblemente sigue siendo su mejor canción).
Wet Leg es la nueva sensación pop-rock que supo empatizar con un público ciertamente entregado. Además se nota esa frescura de los que están empezando a petarlo y también se nota que se lo pasan genial. Sin embargo yo no llegué conectar con un setlist que podría ser de cualquier banda indie rock de hace quince años. Son divertidas, sí, se agradece que una banda de este corte esté triunfando más allá del ámbito indie (si es que eso todavía sigue existiendo), pero tan rápido se consumen y disfrutan como se olvidan.
El concepto «pollavieja» se usa generalmente de manera despectiva, pero en el caso de Beck, que podría englobarse en este término, yo le voy a dar una acepción positiva. Porque a Beck le sobra rollo, pero en ciertos momentos como el «cantemos por la señoritas» se le atisba esa actitud rancia. Porque él ya no es un chaval y todos acabamos cayendo en eso y porque ya no estamos en los 90. O el recurso del «repetid conmigo: ¡eoooooo!», muy en la línea de aquella época de eclosión festivalera. Y sin embargo, a pesar de cierta actitud trasnochada, el exiguo cantante sigue gozando de ese aura cool, un «pollaviejismo» cercano y amigable, con una presencia sin fisuras. y no hay que olvidarse de una interpretación de lujo, donde destacaron los momentos más intimistas como Morning o Lost Cause. Eso sí, a veces no dejaba respirar las canciones recortándolas o empotrándolas unas con otras (así sonaron más de 30). Así el ritmo resultó endiablado y al fin y al cabo es una festival y necesitamos estímulos continuos, ¿no?
Rigoberta Bandini se ha convertido en todo un icono del pop de modernos y su directo lo plasma a pies juntillas. Los looks, las coreos, los momentos freaks de su marido… Da un juego tremendo para Instagram. ¿Pero quizás resulte algo intrascendente? Todos se lo pasan genial, como amigos, pareja o familiares que son, pero parece más un proyecto con fecha de caducidad que no va a ir más allá de disfrutar del momento. Pero ese sentimiento fugaz también lo trasladan a un público que lo da todo con sus hits. Sin embargo este también es un problema, ya que la diferencia entre estos y otras canciones menores son muy grandes, tanto sobre el escenario como fuera de él (no como ayer en, por ejemplo, Rina, que podía cantar un tema nuevo y hacerlo sentir como un clásico de su setlist). Un apunte: cantar la versión primigenia de Ay Mamá confundió al público que no conocía esta y pensaron «es el hit, pero no». Y aun así se agradece que sonase.
Jamie xx sigue optando por un dj set, pero no lo vende de aquella manera. Podría optar por un concepto como Caribou, ya que están en la misma línea sonora, donde la instrumentación juega un papel primordial. No parece entrar en sus planes e incluso con el formato que usa su obra tampoco prevalece sobre el resto de temas, salvo lapsus como Gosh. Y a pesar de todos estos «peros», sigue haciendo gala de un gusto a la hora de pinchar que ya le gustaría a otros coetáneos. Porque estilo y sofisticación por un lado y baile de madrugada por el otro no tienen por qué ir enfrentados, todo lo contrario. No hace falta ser machacón para intercalar beats bailables. Vamos, que no tienes que ser una «basic bitch» de la electrónica para epatar con un público con ganas de fiesta. Él, obviamente, no lo es.