Segundo sábado en Primavera Sound 2022: Phoenix, Yeah Yeah Yeahs, Sky Ferreira…
A media tarde, una propuesta como The Weather Station se antojaba como la mejor opción. Eso sí, el antiguo escenario Pitchfork no tenía la mejor localización para un concierto de corte sosegado cuando tienen la tralla de la Boiler Room al lado. La propia intérprete lo mencionó, y no es para menos cuando la delicadeza de su repertorio se ve manchada por el chunda-chunda. Y aun así, si llegabas a desconectar, especialmente en los temas más instrumentales, que lo camuflaban, el directo de la canadiense es una delicia incluso aunque no conozcas su repertorio. En su mayoría son temas con pegada y melodías memorables, que unido a su vaporosa presencia, al igual que su precioso su vestido, resultó en un concierto para enmarcar.
Ya se comentó que Sky Ferreira salió tarde en el concierto de NOS Primavera Sound el día anterior y tuvieron que echarla del escenario para el siguiente artista. Aquí, aunque tarde, no fue tan dramático en ese sentido, pero si vimos a una Sky errática y quejica con supuestos fallos de sonido, calcado a hace casi una década cuando la vi en el mismo festival. No es un mal día, es una actitud. Y eso que ella, en el momento de interpretar, aprueba con nota, incluso con ese rollito de estar de vuelta de todo. Y las canciones las tiene, explotando lo mejor de su setlist en la primera parte (You’re Not the One, I Blame Myself…), pero después optando por nuevos temas quizás algo descafeinados para el momento y una Everything Is Embarrassing que parece que cantó casi por obligación.
Nada que ver con el directazo de Yeah Yeah Yeahs, al que llegué empezado pero corrí como alma que lleva al diablo cuando escuché el loop de Zero, que por suerte alargaron hasta el infinito. Y cuando ya estaba entre la masa lo primero que me vino a la cabeza es que veces los gays no tenemos en cuenta a una banda de rock por el propio género, pero también disfrutaríamos de lo lindo con ciertas propuestas donde la frontman es, en verdad, una auténtica diva. Así es Karen O, que se come el escenario, luego te come a ti y finalmente te escupe; y tú tan feliz. También ayudó un sonido potente y abrasador en satisfactorios ejercicios punk tanto en lo que se refiere a estilo como en actitud (ya es mítica la escena de Karen sosteniendo el micro con la boca). Pero por supuesto también hubo tiempo para ponernos la piel de gallina con la eterna Maps. Porque no todo va a ser estampar el micro contra el suelo… Eso llego justo después, para cerrar el concierto.
También llegué como pude a Fred Again.., que esta semana era en el escenario Pitchfork (siempre le llamaré así), para la desgracia de una masa de gente mayor a la que esté podía acoger. Acompañado de otro dj, como era de esperar estuvimos ante un show emotivo desde el minuto uno, pero sin dejar de bailar un momento, con visuales que acentuaban los discursos «woke» de su propuesta, que aunque a veces resultaban algo cliché, redondeaban el mensaje de su música. Además la melancólica voz del británico cumple de largo en directo y envuelve todavía más a su música con cercanía y sentimiento. No suele ser normal que un artista del género levante tantas pasiones y atraiga a tanta gente, pero sin nos quitamos todo el cinismo y el post-todo de encima, resulta perfectamente comprensible.
Me debatía entre Jessie Ware y Phoenix y finalmente ganó la nostalgia. Y tanto que nostalgia. Salvo algún tema nuevo (que apuntaba buenas maneras), asistimos ante un entretenido recorrido a su historia, ya más de veinte años, que se dice pronto. Y sí, «entretenido» sería la palabra porque con los franceses siempre me sucede que su música, tanto en estudio como en directo, me resulta algo liviana, aunque obviamente satisfactoria, y por eso acudí. Además sonaron cristalinos y los visuales eran preciosos, por lo general plasmando edificaciones de estilo francés, desde un jardín palaciego a un gran salón. Destaco su fusión de Love Like A Sunset y Bankrupt!, Sunskrupt!, como lapsus más etéreo y ambiental, que puede ser arriesgado en un setlist donde el público espera hit tras hit.
La propuesta de Megan Thee Stallion en teoría se me hace bola, sobre todo por culpa de esa producción trap tan manida que hace que la mayoría de las canciones suenen clónicas. Como Bad Gyal, buena parte de lo que ofrece es su culo. Puede sonar a comentario boomer, pero es que literalmente lo es: se erige como uno de los grandes protagonistas de su directo, y aparte de moverlo no para de tocarlo. Pero es a lo que juega, esa sexualidad excesiva y constante en la que, por suerte, parece que ya no mira tanto hacia el hombre hetero al que hay que satisfacer y lo hace más porque ella así lo quiere, le guste o no al machirulo de turno. Y no faltó su dardo a los hombres que quieren controlar el cuerpo de las mujeres, en referencia al huracán en torno al aborto que está azotando su país. A nivel visual, y comparándolo con el otro gran show de hip hop del festival, el de Tyler, se quedó cortó y bastante tópico. ¿Y la canciones? Pues lo mentado, alguna sobrasale, pero al final es un concierto más de actitud que otra cosa.