Paraíso 2022 volvió como «the place to be» este fin de semana en Madrid

Parecía que Paraíso iba a convertirse en la versión madrileña de Sónar (salvando las distancias de tamaño), pero la pandemia truncó este ascenso. Y tras un tiempo sin saber a ciencia cierta si volverían o no para la vuelta de la normalidad, la organización lo revive pero en un formato más reducido y sin los grandes nombres del pasado (en 2020 iban a ir FKA Twigs y Jon Hopkins, por ejemplo). Quizás vayan a optar por este formato en el futuro o puede que sea algo puntual ya que la competencia en la contratación de artistas para este año debe de haber sido un auténtico drama y por ello han preferido comenzar desde algo más abajo, pero con buena letra.

El festival nunca fue enorme, pero ahora resulta todavía más accesible moverse y si un escenario no te convence, cambiarse al de al lado es facilísimo. Para pedir no esperé más de un minuto y el único «pero» sería el tema baños, que a pesar de que tampoco fue una tragedia, unos meaderos, aunque quizás poco estéticos para la imagen sofisticada que quiere transmitir el festival, son muy útiles para desatascar colas innecesarias.

El ambiente resultaba de lo más curioso ya que la media de edad era más alta de lo que se suele esperar en un festival. Se nota que este año, da igual tu año de nacimiento, las ganas de este tipo de eventos estaban por las nubes y por eso Paraíso 2022 era el lugar en el que había que estar en Madrid a modo pistoletazo de salida del verano. Todo el mundo se encontraba con todo el mundo, y como dice una amiga, fue un festival casi más de reencuentro y mamoneo, en el mejor de los sentidos, que de otra cosa. Y es que aunque la performance de la Juan Gallery trataba sobre una decena de novias vestidas de boda que se reencontraban con el tecno para casarse con él, yo lo hubiera enfocado más al reencuentro con el Madrid más desmelenado y con más ganas de fiesta.

Comencé con unos Charlotte Adigéry & Bolis Pupul que sonaron bastante finos en su mezcla de pop y electrónica, con ella y su arrollador carisma, aunque quizás chocaba la hora en la que actuaban y el público aún no estaba en el mismo «mood» de ella. Destacó HAHA, que en directo resulta todavía más desfasada en su tsunami de surrealistas risas. Después le tocó el turno a Crystal Murray, con banda al completo (una rara avis en el festival) que en este caso casi jugó en su contra, ya que, como les sucede a muchos artistas de r’n’b, el sonido sofisticado del disco se pierde por arreglos de guitarra poco pulidos. Sin embargo ella tenía suficiente presencia como para compensarlo parcialmente.

Ya vi a Sofía Kourtesis en Primavera Sound, pero el Escenario Jardín, rodeado de vegetación, es tan ideal que solo por estar ahí merece la pena ver lo que sea. De nuevo con cierta instrumentación´ón en directo, su voz no es la más potente, pero ella se gana al público con facilidad. Y un tema como La Perla en ese escenario suena a gloria. Shygirl debió de comerse el escenario, pero ella era la única presencia sobre el mismo y el show quedó algo desangelado, además de que tampoco es que nos animara a unirnos a su particular fiesta. Se asume que los pregrabados dominarán, pero el sonido no estaba lo suficientemente afinado y las espectaculares producciones de su obra no se plasmaban lo suficientemente bien. Pólvora mojada.

A partir de este momento los djs dominaban todo el festival, que por cierto, al menos en sus primeras horas, no me parecía tan house o techno y el disco y derivados se hicieron con la escena, con Shannen SP, Danilo Plessow B2B Marcellus Pittman y CC:DISCO a la cabeza, por lo que el baile no resultaba tan machacón como esperaba. Pero como he comentado, era un momento de reencuentro y hablar con todo el mundo, por lo que las sesiones fueron la perfecta banda sonora para ello, más que el centro de la conversación.

Al día siguiente llegué para Chico Blanco, que aunque no hace gala de la presencia escénica embriagadora, sus hits son indudables y especialmente los de corte más house se ganaron al personal (aunque «ahousar» Fantasía quizás fuese demasiado para mi gusto). Sí, echaba de menos el concepto hit en el festival y él me lo dio. Enlacé con Axel Boman en el mismo escenario, en un live casi sesión, y eso que no había ni anochecido aún. Sin embargo el sueco no taladró tan pronto nuestros cerebros aún de resaca de la noche anterior y nos regaló un sonido house bailable pero elegante que, a diferencia de otros coetáneos, respetaba en directo su estilo de estudio.

Después estuve entre DJ Seidfeld y Baiuca. Al primero también le disfruté en el Primavera Sound y no hay duda que su dj set es efectivo, con momentos de lucidez pop (fue top cerrar con Say It Right de Nelly Furtado), aunque por momentos se eche un poco de menos su sello personal como productor. Ya, es un dj set, pero también hay que saber dejar tu impronta de manera más evidente. De nuevo el Escenario Jardín era el lugar perfecto para el directo del gallego y su banda, que quizás no sea el más bailable del mundo, al menos desde un prisma de bases dance y «chunda-chunda», pero tiene algo magnético y diferente en su propuesta. Además sabe como pasar del live a la sesión para aportar tanto una faceta más orgánica como otra más electrónica.

Por una parte mola volver a tener a John Talabot y Pional subidos a una escenario, es como volver a hace 10 años cuando éramos más jóvenes y lozanos. Por la otra me dio la sensación que el dj set quizás era demasiado deudor de aquel añorado pasado. Pero al final pesan más sus años de buen hacer. La verdad es que me apetecía quedarme hasta Flaca por eso de saber que iba a perrear sí o sí, pero se me antojaba demasiado tarde y mi cuerpo no daba para más. Así que hasta el año que viene, Paraíso. Que el espíritu se mantenga, pero por favor, que vuelvan los cabezas (sí, soy así de básica, pero cierto equilibrio entre letra grande y pequeña no está de más).

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