Rosalía en Madrid: puro show Gen Z

La gira más esperada del año en España comenzó hace un par de semanas en Almería y ya por fin le tocó el turno a la capital, que por una vez no fue la primera en llevarse el gato al agua (y bien que me parece). Y claro, era una cita imprescindible para muchos madrileños, especialmente chicas jóvenes y miembros del colectivo LGTB+, además de farándula como Belén Esteban que Dios sabe por qué fue aplaudida como si fuera la propia Rosalía. Eso sí, por Almodóvar, que por su carrera se merece todos los aplausos del mundo, ni mu. ¿Era un reflejo de la juventud, cultura o intereses del público? Esteban siempre ha vendido esa imagen de mujer de barrio, y la protagonista del show que íbamos a ver también, así que, bueno, algo de sentido tiene la reacción de la masa.

Cuando el concierto por fin comenzó, casi puntual, se desplegó una sencilla y sofisticada puesta en escena y pocas veces aparecieron sobre el escenario algún tipo de aderezo, salvo un juego de cubos o una silla de peluquera (donde por cierto se cortó una extensión en forma de trenza). La protagonista absoluta era ella, y la realidad es que llena el escenario y eclipsa a todo y todos. O casi, porque no hay que olvidarse de un cuerpo de baile con una gran presencia que potenciaba los temas en los que desplegaba increíbles coreografías. Y las proyecciones, sin ser demasiado impactantes, ambientaban a la perfección, a pesar de que en su mayoría mostraban el propio directo. Cuando así sucedía era cuando te dabas cuenta que esto, más que un concierto, era otra cosa.

Las imágenes que aparecían eran por momentos de calidad videoclipera, con una realización espectacular que te hacía disfrutar del concierto incluso aunque estuvieses situado donde Cristo perdió la chancla. Pero incluso estando relativamente cerca, se te iba la mirada a la pantalla. Más que un acompañamiento, casi era el leitmotiv del asunto. A veces incluso ella estaba más centrada en la cámara que en el propio público. Y es que al final vivimos con pantallas las 24 horas del día e incluso un directo donde literalmente tienes delante lo que está sucediendo, puede quedar relegado a un segundo plano. Así, por una parte casi se antojaba más como una performance que como un concierto de toda la vida, con secciones dignas de proyectarse en un museo o similar. Por otra parte, supuso toda una demostración de cómo consume cultura y/o entretenimiento la gen z, que es el público al que se dirige principalmente y con el que mejor conecta.

Además de la importancia de lo visual a través de una pantalla, estas estaban en vertical, como las de un móvil, al igual que cualquier vídeo de Tik Tok o story de Instagram, cuando generalmente suelen ser más en formato más apaisado. Y como en los vídeos de estas plataformas, que suelen tener límite de tiempo, buena parte de las canciones fueron recortadas, desde su primera época hasta la actualidad. ¡Incluso un tema tan breve de por sí como Chicken Teriyaki! Y no es raro que en las giras de estrellas pop canten medleys, pero esto no era algo puntual. Al final es la supuesta incapacidad de la gen z, y no solo de ellos, de no poder prestar atención a algo más de un minuto la que marca el tempo. Normal que así cupieran hasta treinta canciones en hora y media. Tampoco hay que olvidar la tendencia de pregrabar toda la música, algo tan de nuestro tiempo, cuando en la anterior gira, que también contaba con pregrabados, al menos sí que contaba con ciertos instrumentos reales.

Aunque parezca que estoy en modo «anciano le grita a una nube», en realidad disfruté de lo lindo con ese non stop de hits, incluyendo nuevos temas (Despechá y Aislamiento, mis favoritos), solo echando de menos Aute Cuture (A palé en el fondo no la esperaba). Eso sí, de primeras temí que no disfrutaríamos de su gran voz en condiciones ya que al comienzo apenas se escuchaba. Por suerte el asunto se resolvió pronto y pude abrazar del todo un show que no deja respiro alguno. La cultura de los estímulos constantes funciona, ya que entretiene y divierte lo más grande. Sin embargo puede que en su conjunto se pierda cierta trascendencia, y quizás por ello su debut ni se olió y la presencia de El Mal Querer fue bastante anecdótica (Pienso en tu mirá, Malamente y De aquí no sales, pero mezclada con Bulerías), discos más conceptuales y profundos que Motomami, exuberante pero de alguna manera hecho de retazos. Por este álbum y especialmente por el formato del show, posiblemente resulte necesaria esta dinámica y así tirar más de la contemporaneidad. La pregunta es si ese formato es el ideal. Porque entra muy bien, ¿pero sacia?

Compártelo:

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.