alt-J en Madrid: madurez millennial
Existe un verso de Félix Francisco Casanova, poeta español
suicida a los veinte años que dice: “yo soy mi propio abuelo
viendo a mi infancia jugar”; hay algo que conecta esa idea con
alt-J, ya que desde su debut hace justo 10 años con An Awesome
Wave siendo imberbes, han convivido en una constante e inusual
madurez musical junto a la facilidad de contonear a públicos en
masa. Abuelos y niños a la vez.
Había curiosidad por cómo la voz de Joe Newman, que parece
ensartada en una sordina de un chelo (si eso existiera) se
comportaba en directo, pero tras el primer combo de canciones,
destacando Every Other Freckle y Deadcrush, te deja la
tranquilidad en el ambiente silbándote que estos chicos son otra
cosa, tanto en estudio como en vivo.
Intercambiando temas de The Dream, nuevo álbum que da
nombre a la gira, no creo que nadie asistente se quedara si
escuchar y cantar por lo bajini, como un rezo, su canción
favorita: Tessellate, Matilda, Something Good, The Gospel of
John Hurt y Taro fueron cayendo como la fina lluvia exterior al
palacio junto con una inédita Montreal hasta llegar al finale, con
unas interpretaciones más que reconfortantes de Dissolve Me y
Fitzpleasure.
Como punto negativo, ninguna proyección, cuando
habitualmente tienen hasta una diferente por canción;
desconozco a qué o a quién se debe, pero una entrada de 47,50
EUR creo que merece una atención más especial al show en su
conjunto.
Tres encores: una aclamada Left Hand Free, Hard Drive Gold (del
último álbum y bastante coreada) y una contundente
Breezeblocks dejaron al público con un más que buen sabor de
boca. O, mejor dicho, de oído.